Junio de este año, interior del restaurante de un hotel nada modesto de Madrid. Se sientan a la mesa uno de los constructores más importantes de España y un hotelero mallorquín a su altura. Comparten férreos vínculos societarios, se disponen a comer. Entra en el restaurante un político que sobresale por el grado de corrupción que imprimió a sus decisiones. El empresario turístico le saluda, el señor del ladrillo se mantiene impasible, como si no hubiera identificado al antiguo gobernante. Concluida la incómoda escena, el hombre de negocios insular le exterioriza su sorpresa al otro comensal:

-Está claro que le conoces, ¿por qué no le saludas?

-Porque este hijo de puta me reclama continuamente todavía diez millones del hospital.

Nadie vincularía al atildado empresario con la expeditiva referencia filial. La escena no traspasaría los límites del rico anecdotario de la escopeta nacional, salvo que ha llegado a los dominios de la fiscalía anticorrupción de Balears, una institución caracterizada por su hiperactividad. Repasando a los tres protagonistas del encontronazo, cabe imaginar cuál de ellos difundió la breve conversación para que alcanzara a tan dilectos oídos.

Simultáneamente, Anticorrupción ha intensificado la investigación de Son Espases, sin respetar la tregua estival. Los fiscales Pedro Horrach, Juan Carrau y Miguel Ángel Subirán han participado, conjuntamente y acompañados a menudo de un alto cargo policial, en los interrogatorios a imputados y testigos del hospital de referencia de Balears. Las convocatorias se llevaban a cabo sin reparar en que la fecha elegida para una citación coincidía con un domingo de julio.

Las pesquisas de la fiscalía han desentrañado los grandes trazos del mayor escándalo de corrupción de la historia de Balears. El ministerio público cuenta con la ventaja de narrarlo con las voces de sus participantes. Las prisiones de Matas, Munar, Cardona o Nadal han aflojado las lenguas con mayor efectividad que el alcohol.

El gigantesco amaño comienza antes de que Matas estrene su segunda presidencia de la comunidad, cuando se pavonea por foros de empresarios anunciando que construirá un hospital en el solar de Son Espases. La segunda manipulación se corresponde con la ceremonia trucada de la compraventa. La doble concesión, primero a Villar Mir y después a Florentino Pérez, completa el espeluznante cuadro sobre las connivencias de políticos y empresarios -si alguien sabe distinguirlos- en contra de los contribuyentes.

Anticorrupción ha reconstruido la cena celebrada en abril de 2002 en el restaurante madrileño Sacha. Según adelantó este diario hace una década y ahora han refrendado los testigos ante el ministerio público, presidían el ministro Matas y Joan Flaquer por el ala política. Todo el mundo aguardaba a Joan Antoni Ramonell, se habían congregado media docena de empresarios inmobiliarios insulares. El futuro president se complació en anunciar que ganarían las elecciones y que levantarían un nuevo hospital en Son Espases. La digitación convertía en un paripé el proceso ulterior.

Cabe recordar que la cena del Bernabéu no fue estadísticamente el único foro en que los futuros dirigentes del Govern bravuconearon de la designación previa de Son Espases. La agitación de compraventas en los solares aledaños, en fechas próximas a aquel banquete, configura las semanas en que se dio publicidad a una maniobra que debía enriquecer a empresarios con información privilegiada.

Aina Castillo ha cantado de plano

Aina Castillo ha cantado de plano, pero la ínfima consellera carecía de poder decisorio en un Govern monopolizado por el tándem de Jaume Matas y Rosa Estarás. La entonces vicepresidencia ejecutiva volverá a escudarse estupefacta en la ignorancia de los manejos que se desarrollaban en Son Espases. Solo la creerán quienes conserven su fe en que la adjudicación del hospital se ajustó a la ley, y esta casilla se ha quedado vacía. Con la salvedad quizás del ministro de Aznar, pero Matas mentiría si dijera la verdad.

El único mérito de Castillo consiste en obedecer, ahí está su currículum en Son Espases para demostrarlo. Sin embargo, la eurodiputada Estarás no se merece el ostracismo, la condición de gran olvidada del Govern corrupto. Es prácticamente la única integrante del gabinete que solo declara como testigo en los juicios.

La avispada vicepresidenta eligió un refugio más seguro que su president. En tanto que Matas se fugaba a Washington sin saber inglés y sin permiso de trabajo, su número dos localizaba en Bruselas una geografía sin tratado de extradición con España. Es más difícil imputar a Estarás que al Rey, por mucho que un juez del Supremo le atribuyera sin ambages la prevaricación en una de las condenas de Matas.

Los corruptos no son más listos, solo se creen que los demás son más tontos. Son Espases no reposa en una elaborada maquinación, sino en la autoconfianza de quienes operan ante la pasividad ambiental. Los sucesivos agraciados, Villar Mir y Florentino, atracan sendos yates en Mallorca. Dominan los protocolos que rigen el desgobierno de la isla. Por si acaso, el ganador final se preocupó de que la concesión se zanjara en diciembre de 2006, medio años antes de una reelección que Matas daba por descontada con 32 diputados. Se quedó en 29, puede culpar en parte a Son Espases del comienzo de su calvario.