Albert Candela se jubila como jefe de protocolo del Govern con el dictamen de que Bauzá traslada una falsa "imagen de prepotencia". En efecto, la impresión es errónea porque el president ha pasado de prepotente a impotente. Rajoy le insulta a domicilio, y las prospecciones petrolíferas salvajes han perforado la estampa cuartelaria de un ejecutivo que no lee el Boletín Oficial. De la caserna al cabaret.

El Govern encabeza la clasificación planetaria de errores no forzados. Por si las dentelladas de la crisis no obligaran a una contención suplementaria en parcelas menos conflictivas, Bauzá se ha arrojado de bruces al conflicto sanitario, educativo y ahora medioambiental. Su comportamiento es idéntico en todos los incendios que provoca, y fue patentado por el legendario capitán Schettino.

En la primera fase, Bauzá actúa como un fanático que liquidará inmersiones o prospecciones. Cuando su obcecación embarranca la nave del Govern, abandona el barco más raudo que el capitán del Costa Concordia. Para camuflar su trapisondismo, reparte culpas a diestro y siniestro. El primer causante de su ignorancia sobre los sondeos era Company, ahora traspasa la responsabilidad a Cañete y Rajoy, pueden ir temblando Obama y el papa Francisco.

La impotencia de Bauzá en la gestión de crisis se complica con su olvido de que el PP también gobierna en Madrid, donde el farmacéutico a media jornada se ha pasado más tiempo que en Mallorca, implorando además los ministerios implicados en los sondeos. El único presidente autonómico postrado ante la capital pretende cargarle sus errores. Su debilidad quiere acelerar el momento en que el ciudadano pasa de tener que defenderse de un gobernante a tener que defenderlo.