­ "Mi novia trató de impedir que viniera, tras enterarse del asunto del mamading. Estaba enfadada y me dijo que no visitase este pub ?[el del escándalo de las felaciones], pero es justo por eso que vine". Andrew, un joven que la semana pasada celebraba su despedida de soltero en Punta Ballena, le explicaba así a una reportera del periódico británico Sunday Times sus razones para sumarse a una juerga parecida a la del vídeo que desató la polémica. Otros diarios británicos publicaban durante el fin de semana entrevistas similares, en las que queda claro que el exceso sexual, lejos de disuadir, atrae a un determinado tipo de turista, como la miel a las moscas. Medra así el temor a que lo ocurrido, en vez de ser el principio del fin de los excesos, sea un estímulo para que sean más los turistas que se apunten a este tipo de excursión etílica y sexual por Mallorca. ¿Está justificado el miedo a que el desmadre se desmadre? Pues a la luz de los datos, no. Lo confirman los hoteleros y algunos de los principales touroperadores del mercado británico, que aseguran que en las semanas de publicidad masiva de un episodio que ha viajado por las portadas y las redes sociales de todo el mundo no se han producido ni aumentos de reservas hacia Magaluf de grupos ávidos de exceso, ni cancelaciones de viajes por quienes puedan sentirse ofendidos por él.

La razón la explica con tino Sylvia Riera, presidenta de la agencias de viaje de las islas: "Los chavales británicos vienen en manada, pero vienen sabiendo a lo que vienen, porque sus padres ya vinieron en manada a hacer lo mismo". Es decir, la moral no suele estar demasiado presente en el proceso de toma de decisión del viajero tipo de un destino caracterizado por el exceso desde hace décadas.

El resultado es que ni el vídeo inicial ni los que han aparecido después está teniendo impacto en Magaluf. "No hay ni cancelaciones ni aumentos de reservas. En la asociación [de hoteleros de Magaluf] trabajamos con porcentajes de ocupación y cancelaciones a un mes vista, y los datos que nos salen son muy parecidos a los del año pasado, están dentro de los parámetros normales, al menos en las 28.000 plazas hoteleras que hay. No sabemos qué ocurre con esa competencia desleal que son los apartamentos turísticos. Tampoco hay aumento de reservas. Tenemos las previstas, lo que no significa que mañana no puedan entrar treinta grupos que quieran hacer eso, pero de momento no ha pasado", detalla Sebastiá Darder, líder de los hoteleros de la zona.

Aunque es pronto para evaluar el daño. En touroperadores clave del mercado británico como TUI, Monarch, Thomas Cook o Jet2 explican que este tipo de cliente, que suele viajar en grupo, reserva con bastante antelación para obtener mejores precios y asegurarse cupo para todos, con lo que sería extraño que buscasen un viaje de último minuto tras conocer el penúltimo episodio de libertinaje etílico de Magaluf. Lo que no ha habido son cancelaciones. Ni parece que vaya a haberlas.

Otras cosa es lo que ocurra a medio plazo, aunque ahí ya se entra en el terreno de la especulación. Y hay opiniones para todos los gustos. La mayoritaria es que aunque Magaluf pueda verse beneficiado por una polémica que no hace más que publicitar lo que siempre ha vendido, el resto de destinos de Mallorca resultarán contaminados por una etiqueta de desenfreno y turismo lumpen que choca contra las inversiones multimillonarias realizadas para elevar la calidad de los hoteles. En esa línea se expresa por ejemplo Carlos Muñoz, el director general del mayor banco de camas del mundo, Hotelbeds, donde aún no hay datos de impacto, pero creen que este tipo de incidentes acaban perjudicando la imagen del destino.

El morbo no espanta

No lo cree en cambio Sylvia Riera, que pone un ejemplo: "El farolillo rojo de Ámsterdam es un reclamo para determinado tipo de turista, pero no hay gente a la que le cause rechazo que deje de ir allí por eso. Y lo mismo pasa con la rampa de los juzgados de Palma. Son reclamos con morbo que acaban atrayendo a unos turistas, sin asustar a otros. Y es normal, porque no afecta. Este fin de semana estuve con un matrimonio suizo que se hospedó en una suite del Wave House de Meliá en Magaluf [uno de los hoteles de lujo con lo que el grupo de la familia Escarrer trata de refundar la zona] y no notaron nada malo ni raro, salvo que la oferta gastronómica en la zona dejaba que desear".

Los touroperadores no entran en el debate. Al fin y al cabo, solo en Magaluf venden un millón de viajes al año a este tipo de clientes. Por ello, como ya hiciera el presidente de Monarch, Hugh Morgan, en la pasada feria turística de Londres, centran su interés en reclamar medidas contra "vandalismo y la inseguridad en Magaluf". Que el sexo es materia privada, tanto en el interior de los pubs como en las cuentas de resultados de quienes cada año facturan 800 millones en la zona de Punta Ballena.