Aunque se conocían desde hacía años, la camaradería y total compenetración entre el juez José Castro y el fiscal anticorrupción Pedro Horrach nació a raíz de la instrucción del caso Palma Arena, abierto en 2008 y que estalló un año después.

De aquellas primeras pesquisas en torno al despilfarro de millones de euros en la construcción de un velódromo público por parte del Govern de Jaume Matas.

Las sombras de corrupción y desvío de fondos públicos se extendieron a otros asuntos y el sumario Palma Arena se subdividió en 27 piezas separadas diferentes, entre ellas la que ha adquirido una notoriedad mundial: el llamado caso Nóos.

Juez y fiscal trabajaron sin descanso en el esclarecimiento de los contratos que el instituto liderado por el yerno del rey Juan Carlos suscribió con varias administraciones públicas al margen de la normativa legal y sin ningún tipo de fiscalización del trabajo desarrollado. Fueron tres años de intensa actividad, cuajada de desplazamientos a Madrid, Barcelona y Valencia para encontrar pruebas contra la supuesta trama, pero que Castro y Horrach llevaron con alegría, en parte por su buena sintonía. La armonía se quebró a raíz de la imputación de la Infanta. Hoy los dos solo hablan de trabajo y poco.