La infanta Cristina se examinó en Palma del caso Nóos en enero, pero la nota, un mayúsculo suspenso, le llega en pleno junio, con el calor apretando, al menos en Mallorca.

La duquesa de Palma creyó haber hecho un excelente examen ante el juez Castro, al menos así lo proclamaron sus abogados defensores, pero incurrió en la opacidad y la falta de lógica, vicios que el magistrado no tolera.

A la hija del exrey le faltó una chispa de sinceridad en su declaración que, al final, y pese a las múltiples cautelas adoptadas por la Policía, todos pudimos ver en parte.

La duquesa de Palma ha obtenido un sonoro insuficiente, seguro que el primero de su vida, pero confía en que en los exámenes de septiembre pueda recuperar esta materia. En esa ocasión los profesores serán distintos, quizás más benévolos que el veterano Castro, al que enerva que alguien le mienta a la cara.

Las previsiones pasan porque la mitad del resto del curso de Nóos pueda respirar tranquila al ser exculpada.

No pasarán esa alegría los otros cerca de 20 imputados, incluido Iñaki Urdangarin, que tendrán que presentarse a una convocatoria extraordinaria, el temido juicio oral, con resultados potenciales mucho más graves que una simple acusación.

Del caso Nóos sabemos mucho más de lo que nos gustaría conocer, pero todavía hay cuerda para rato.

Los papeles en la trama, siempre presunta, están muy bien perfilados gracias al trabajo del juez Castro y del fiscal Horrach, que al final de la instrucción han separado sus caminos: una lástima.

Hoy se acaban las pesquisas (por fin) y empieza la fase de plasmar por escrito qué fue en realidad aquella entidad sin ánimo de lucro que nadie conocía hace tres años.

Unos, las defensas, argumentarán que Nóos no engañó a nadie, que cumplió lo pactado con las Administraciones y que prestó un benemérito servicio. Otros, acusaciones y juez, mantendrán que el Instituto de Iñaki Urdangarin y Diego Torres fue un número trucado de feria para captar incautos.

La gente, empresas y administraciones, pagaron millones por obtener nada. Lo malo es que eso lo sabían.