Diego Torres es el verdadero cerebro de todo el entramado. Así lo cree el juez Castro, que lo sitúa dentro de esta trama criminal a la misma altura que al duque de Palma. Ambos eran socios. Se repartían las funciones. Mientras Urdangarin era el encargado de captar clientes y conseguir el acceso al dinero público, él se preocupaba de organizar los proyectos. Creó, junto a su esposa Ana María Tejeiro, una red de empresas que se utilizaban para desviar los fondos que servían para financiar la actividad del instituto sin ánimo de lucro. Y, además, se encargaba de organizar las operaciones necesarias para no pagar impuestos, aunque fuera falsificando facturas o comprando sociedades en el extranjero.

Torres mantiene desde hace tiempo una intensa enemistad con Iñaki Urdangarin, al que conoció como alumno en la universidad, antes de proponerle que hicieran negocios juntos. Durante la instrucción, el profesor ha desplegado una estrategia que, por una parte, se ha basado en defender su inocencia y, por otra, en conseguir apartar del caso a su esposa. No lo ha conseguido. El juez cree que merece sentarse en el banquillo por el rosario de delitos que se cometieron en Nóos y que su mujer debe estar junto a él como acusada. Le procesa por ocho delitos distintos. La afirmación reiterada de Torres de que todos sus negocios venían avalados y supervisados por las más altas instancias del Estado y, por tanto, nunca sospechó que estaba cometiendo un delito, no ha convencido al juez. Castro detalla en el auto todas las empresas que llegó a controlar Diego Torres y la iniciativa que tuvo de comprar empresas en el extranjero para transferirles los beneficios que obtenía.

Dinero en el extranjero

Torres es el único de los acusados al que le han encontrado dinero en el extranjero. Lo destaca el juez, que detalla que tenía depositado casi un millón de euros en un banco de Luxemburgo, dinero que fue inmediatamente embargado. El futuro procesal de Diego Torres es tan complicado como el que afronta Urdangarin. El profesor ha visto como el intento de salvar a su esposa ha fracasado y puede que esta situación le obligue a cambiar de estrategia. Los delitos que le imputa el juez se castigan con duras penas de prisión. Él mismo ha reconocido que sabe que terminará en la cárcel, pero intenta que sea el tiempo mínimo. No se descarta que pueda iniciar una toma de contacto con el fiscal para pactar.