"Estoy muy contenta de que hayan hallado los restos de las tres personas de Maria de la Salut en el cementerio de Sant Joan. Ojalá que a nosotros nos ocurriera lo mismo. Mañana iré a Sant Joan. ¡Lo que daría por encontrar los huesos de nuestro padre y colocarlos junto a su mujer y familiares en la tumba del cementerio que él mismo hizo construir". Con estas palabras nos recibió Francisca Mas Mesquida, de 87 años, la mayor de las cuatro hijas de Joan Mas i Verd, el alcalde republicano de Montuïri entre 1931 y 1936 que fue asesinado por los falangistas el 3 de septiembre de 1936, a la edad de 36 años en Palma, en las proximidades de la carretera de Sóller.

Junto a Catalina Moyà de 80 años, hija de un militante del Partido Socialista de Capdepera -que también murió a manos de los represores- respondió el pasado jueves a las preguntas que, en el juzgado de instrucción de Manacor por exhorto, les planteó la magistrada argentina María Romilda Servini de Cubría, que investiga una denuncia formulada por familiares de las víctimas durante el franquismo.

"Mira que tener que venir gente de Argentina para investigar los hechos, cuando la gente de aquí no ha querido hacerlo", comentó tras subrayar que el juez de Manacor le había dejado expresarse en mallorquín y que la magistrada había quedado en Madrid para tratar temas relacionados con la investigación. "Ahora ya me puedo morir, ya que se sabrá todo lo que ocurrió. Antes no podía hablar", confiesa.

"Me olvidé de explicar en el juzgado que habían venido a buscar a nuestro padre cuando él se hallaba solo. Seguro que lo vigilaban. Mi madre estaba en la caseta y las hijas en casa de los abuelos. Abrieron con unas llaves falsas. Se lo llevaron. Mi madre le portó la cena a la casa consistorial. Él no quiso comer. Dijo que le habían pegado y que le habían preguntado si tenía armas a lo que había contestado que nunca las había poseído".

A las diez de la noche del mismo día lo trasladaron a Palma, no sin antes pasar delante de su casa. El alcalde democrático llamó a su esposa por su nombre. "Margalida, mi madre, le preguntó: Juan, ¿eres tu? Esta mala gente, hijos de... , alcabotarros, lo hicieron con la intención de hacerles sufrir todavía más". Días más tarde supieron que lo habían asesinado y encontrado muerto en la carretera de Palma a Sóller, a la altura de Son Pardo.

Francisca -que entonces tenía diez años- no pudo ver a su padre porque ella estaba en el campo cuando lo secuestraron. Cree que lo mataron el mismo día. Recuerda a su padre "como un hombre alto, muy guapo, la mejor persona de Montuïri. Ayudaba a todo el mundo tanto si pertenecía a uno u otro bando; se compadecía del necesitado y daba trabajo de picar la piedra para hacer las carreteras a la gente pobre". Un "Ai, mon paret", le sale de lo más profundo del corazón.

Culpa al rector del pueblo, "don Gori Barceló", como principal instigador de los hechos: "No quería las escuelas públicas que mi padre había conseguido tras desplazarse expresamente a Madrid. El cura pretendía que la gente fuese tonta, que no estudiara tanto tiempo. Yo no perdono a nadie de los causantes, ni lo haré incluso a la hora de mi muerte. Si éstos han de ir al infierno que se quemen con los que están allí".

Joan Mas i Verd dejó viuda a Margalida Mesquida Mayol -con quien había contraído matrimonio cuando ambos tenían 25 años- y a cuatro niñas huérfanas: Francisca, de diez años; Joana, de ocho (la madre de Pere Sampol Mas, exvicepresidente del Govern de les Illes Balears); Margalida, de seis años; y Maria, de dieciocho meses.

Fue precisamente la mayor a quien en Palma entregaron el certificado de defunción de su padre, fechado el 15 de septiembre de 1936, y en el que consta que "Juan Mas Verd, de profesión campesino, casado con Margarita Mesquida Mayol, fue hallado cadáver en la mañana del día 3 de los corrientes en la finca Son Sureda de este término, en las inmediaciones de la carretera de Palma a Sóller".

Con gran sentimiento, la hija mayor del "mejor alcalde de Montuïri" describe las penalidades que tuvieron que sufrir, especialmente su madre que murió a los 84 años. Ella les habló de su padre, pero "hubo muchas cosas que no quiso contar". Nos repetía: "Si os preguntan por él, decid que está en Cabrera", lugar donde se trasladaba en ocasiones. "Nuestra madre me aconsejaba que no hablara puesto que me matarían también a mí".

"La gente no tenía vergüenza", manifiesta. "Los jóvenes de hoy no podrían dar crédito a lo que ocurrió. Parece mentira que en un pueblo pasen estas cosas. Nos llamaban comunistotes. ¡Dios mío, qué mal lo pasamos! Eran auténtica canalla. No tienen perdón ni de Cristo. Irán más allá del infierno. Las víctimas éramos los malos de la época".

Madre e hijas pudieron sobrevivir económicamente gracias a la ayuda laboral de un hermano soltero de la madre que cuidó las tierras. También, merced al apoyo sanitario y psicológico del médico don Miquel Ferrando. "Mi madre y yo -que estaba muy afectada- estuvimos muy enfermas. Nos venía a visitar muy a menudo y nos hacía alguna receta. Nuestra madre quiso marcharse de Montuïri. No lo hizo aconsejada por sus familiares que le preguntaban a dónde iría y de qué vivirían ella y las cuatro hijas".