"Aún no ha venido el alumno de las once", dice el conserje del edificio Melchor Gaspar de Jovellanos de la UIB mientras consulta su reloj. ¿Qué alumno? "Siempre aparece uno a las once, que se ha dormido o se ha despistado, a ver si le dejamos entrar". Miquel Llabrés, trabajador en el Jovellanos desde 2003, es uno de los veteranos de Selectividad, las pruebas que comenzaron un total de 3.871 alumnos ayer en Balears .

Llabrés ha visto mucho: "Un año llegó un alumno un día tarde y dijo que le había dado pereza venir el primer día, le había dado pereza y vino al día siguiente, todo tranquilo".

Ayer, poco antes que finalizara el primer examen, el de Lengua Castellana y Literatura, tanto Llabrés como la vicerrectora de Estudiantes, Margalida Payeras, aseguraban que estaba todo muy tranquilo y no había tenido lugar ninguna incidencia. "Nadie se ha desmayado por el calor, menos mal", apuntaba él, que había recibido instrucciones de doblar la habitual potencia del aire acondicionado. En las clases el fresquito se notaba, pero según salían los chavales del primer examen y se iban amontonando en el vestíbulo, la climtatización parecía inexistente y un potente olor humano hizo acto de presencia.

Pero eso a los jóvenes les daba igual: ya habían superado el primer examen, el nudo en el estómago se había deshecho y la risa sustituía los nervios del inicio. Algunos comentaban la prueba que acababan de hacer: del "Qué raro que no ha caído García Márquez, ¿no?" al "¿Texto periodístico, qué dices? ¡Era un texto científico!".

Algunos profesores, que se acercaron para arropar a sus pupilos, repasaron con ellos el examen, en el que pudieron elegir entre un poema de Federico García Lorca (Sonetos del amor oscuro) y un artículo de la revista Muy interesante. Por allí estaba Antonio Frau, director del colegio privado Luis Vives: "Yo he venido un rato, los profesores van haciendo turnos, vendrán todos", indicaba. También había algunos padres que, ya que habían tenido que acompañar a sus hijos hasta el campus, pues ya se quedaban a esperarlos. En las sillas de la cafetería -cerrada, para fastidio de muchos- una madre aprovechaba la espera para empezar un grueso libro (proporción Los pilares de la tierra).

La llamada a teñir la Selectividad de verde no tuvo mucha repercusión, aunque se vieron algunas camisetas de Crida. Una de ellas, la de Anna Conrad, alumna del Guillem Colom Casasnovas de Sóller: "Hemos de luchar por una educación pública". Esa lucha le supuso perder tres semanas de clase en un año clave, pero indicaba que entendía los motivos de los docentes. Narraba que los profesores les habían ayudado mucho para recuperar el tiempo perdido aunque admitía que habían tenido "que ponerse las pilas". Su plan de futuro es ambicioso: "Estudiar Medicina en Alemania".

"Al principio tenía muchos nervios, ahora ya es más relajado", se sinceraba Sara Gómez, estudiante del IES Josep Sureda i Blanes que confirmaba que este curso han tenido que ir "más rápido" por la huelga, pero que les había dado tiempo de verlo todo. Su intención es estudiar Turismo en la UIB. Alba Delgado y Alejandro García, alumnos del Son Ferrer, aseguraban haberse sentido un poco agobiados con el tema de la huelga ­-"perdimos mucho tiempo"- y explicaban que habían profundizado en lo más importante pero otras cosas las habían dado más por encima. Él quiere estudiar Biología y ella Educación Infantil. Andrea Gallardo estudia en el Guillem Sagrera y planea entrar en Ingeniería de la Edificación. El comentario de texto le pilló desprevenida porque esperaba "una novela y un texto periodístico" pero con todo creía que le había ido bien.

Mañana finaliza esta minimaratón de nervios que es la Selectividad, que suelen superar el 90% de los aspirantes. A los otros, siempre les quedará septiembre.