Con apenas quince años de edad, el por entonces heredero a la Corona de España hollaba por primera vez el suelo de Mallorca un verano de hace 61 años, en 1953. Faltaban lustros para que fuera proclamado sucesor a la jefatura del Estado y, ante la ausencia de Son Sant Joan, en aquellos tiempos sólo un proyecto en la mente de personas preclaras, aterrizó en un aeródromo de Son Bonet de uso exclusivo para aficionados de este medio de transporte en esos momentos todavía reservado para las elites.

Desde entonces, su pasión por el mar y los deportes náuticos le han unido indisolublemente con esta isla en una relación simbiótica muy beneficiosa para ambas partes que, como todas las relaciones personales o territoriales, ha tenido sus altibajos.

Habría que esperar veinte años más para poder asistir a las primeras vacaciones oficiales de los Príncipes en la isla, con residencia oficial incluida. Tras pasar parte del mes de julio en el Pazo de Meirás junto al Generalísimo Francisco Franco y su familia, donde un jovencísimo Juan Carlos y su consorte Sofía hubieron de soportar los desplantes del dictador, desembarcaron en Palma para pasar sus primeras vacaciones oficiales en la isla.

La cesión del Palacio de Marivent para uso y disfrute de los por entonces Príncipes de España y su familia tuvo lugar el sábado 4 de agosto de 1973, en un solemne acto desarrollado en el salón principal de Marivent. El arquitecto mallorquín José Alcover, a la sazón presidente de la Diputación Provincial de Balears, realizó la entrega oficial de la residencia que, desde entonces, será la seña de identidad de los Reyes y su familia en la isla. Alcover y el Gobernador Civil Ramos Fernández fueron los que consiguieron materializar la idea de que el futuro Rey y su familia dispusieran de esta residencia vacacional en Mallorca.

El Palacio de Marivent, asomado a un acantilado y con espectaculares vistas de la bahía de Palma, se convertía así en el hogar veraniego de un jovencísimo Don Juan Carlos, Sofía de Grecia y de sus tres vástagos: Elena, nacida en 1963, Cristina (1965) y Felipe (1968), la persona designada para sucederle tras su reinado.

En esos primeros veraneos, la estancia en Marivent es humilde, sin grandes alharacas y con escasas medidas de seguridad. Con una senalla mallorquina al hombro, es habitual ver a la princesa Sofía comprando en el mercado de Santa Catalina. Los reporteros gráficos enviados por los periódicos locales (los nacionales no enviarán corresponsales hasta la coronación de los Príncipes en 1976) fotografían a una joven familia en la que Don Juan Carlos aparece retratado jugando con sus hijos y sus perros y Doña Sofía, discreta como siempre, esbozando tímidas sonrisas.

La ascensión al trono de Don Juan Carlos en noviembre de 1976 cambió las cosas y el ambiente campechano dio paso a una versión más protocolaria y estricta de la familia real. Con el cambio, Palma pasaba a convertirse en la capital del Estado durante los veraneos.

El Rey recibió y acogió en su residencia a numerosas personalidades y dirigentes mundiales, aunque la imagen más mediática la protagonizaron con los Príncipes de Gales, Carlos y Diana, antes del trágico final de la conocida en el Reino Unido como la princesa del pueblo.

De estas visitas siempre se recuerda la inoportuna avería de uno de los primeros Fortuna que dejó al pairo a los herederos de las monarquías británica y española, que hubieron de ser remolcados hasta la base naval de Portopí.

De aquellos primeros veraneos en los que Marivent recibía las visitas del canciller austríaco Bruno Kreisky, del premio nobel de literatura Camilo Jose Cela, de los Reyes de Jordania o del malogrado Adolfo Suárez, elección personal del Rey para liderar la transición a la democracia en este país, solo quedan los buenos recuerdos que dejan el regusto de los años de juventud.

En la década de los ochenta, con unas infantas y un príncipe de Asturias adolescentes disfrutando de las noches estivales mallorquinas, la isla ya se había convertido por derecho propio en el centro vacacional de moda en todo el Estado. Hombres de negocio, millonarios y protagonistas de la prensa rosa elegían Mallorca como escaparate en el que mostrarse al mundo.

Hassan II, monarca de Marruecos, no dudaba en llamar "hermano" a Don Juan Carlos, la prima del Rey, Diana de Francia, se integraba en el paisaje malloquín, los hijos del Rey, siguiendo el ejemplo paterno, se volcaban y gozaban con los deportes náuticos y competiciones de vela del más alto nivel en el Mediterráneo.

Pero aparte de gozar del Mediterráneo y de las innumerables amistades que el Rey ha hecho en la isla, Mallorca ha sido también un despacho en el que Don Juan Carlos ha recibido a las primeras espadas de la política internacional. La Reina Isabel II, George Bush padre, Bill Clinton, el príncipe Naruhito, Michelle Obama, Václav Havel o el expresidente venezolano Hugo Chávez, tras el famoso incidente del ¿Por qué no te callas? en una cumbre Iberoamericana, son solo algunas de las personalidades que pudieron conocer la isla de mano de un Rey que siempre ha tenido predilección por este privilegiado enclave del Mediterráneo.

Una isla en la que don Juan Carlos estuvo hasta cuatro veces en el punto de mira de un asesino etarra. Una isla en la que ha visto a sus hijos crecer y multiplicarse. Una isla en la que, pese a la solemnidad de su cargo, no duda en dejarse tirar a la piscina para festejar su triunfo en un torneo de vela. Una isla en la que hace ahora once años recibió el premio del Cincuentenario de Diario de Mallorca, entre otros motivos, por ser un estímulo para la profesión.