El yate Fortuna es un “juguete muy caro y muy bueno” y se asemeja más “a un Ferrari que a un Mercedes”, según las definiciones utilizadas por diferentes representantes del sector náutico. Es, en definitiva, el capricho de un rey con un gusto especialmente marcado por la velocidad, según se señala. Porque por el coste que tuvo -se pagaron 18 millones de euros por él, pero se estima que ese precio se vio superado por seis millones más que fueron asumidos por los astilleros públicos Bazán de Construcciones Navales Militares- se accede a barcos más grandes y de muchísimo más lujo.

Catorce años después de su construcción (fue entregado en el año 2000), el Fortuna, ahora Foners, puede estar todavía entre la media docena de embarcaciones más rápidas de sus características.

El diseño del Fortuna era propiedad del Aga Khan, que se lo cedió a Don Juan Carlos. El yate fue financiado por un grupo de empresarios isleños, e incluye tres turbinas Rolls Royce-Allison, lo que le permite alcanzar puntas de 68 nudos (unos 126 kilómetros por hora), y dos motores diesel MAN. Tiene 41,5 metros de eslora, 9,2 de manga y 1,5 de calado. Fue encargado en 1997 y donado al Rey en el año 2000.

En mayo de 2013 se anunció la renuncia del Monarca a su uso, en unas fechas de fuerte deterioro de su imagen pública.

En un primer momento, la presidenta de la fundación que donó el yate (Fundatur), Carmen Matutes, aseguró que no se iba a reclamar la restitución de la embarcación, alegando que había sido un regalo, pero a los pocos días la postura de esta organización cambio radicalmente, optando por reclamar que les devolviera el Fortuna bajo el argumento que se entregó con la finalidad de que fuera para el disfrute de Don Juan Carlos.

El debate en ese momento fue doble. En primer lugar, algunos vieron el riesgo de que la Familia Real recortara sustancialmente su presencia en Mallorca, algo que otros descartaron alegando el amor que la Reina siente por la isla garantiza la tradicional estancia estival.

Pero al mismo tiempo se discutió si era lícito reclamar la devolución de un bien que había sido regalado hacía 13 años. Desde Fundatur se alegó que el objetivo era poner el barco a la venta y utilizar lo recaudado para actividades sociales.

En un primer momento, esa reclamación fue observada con reticencias por parte del Gobierno español, hasta el punto de que algunos miembros de la fundación llegaron a barajar la posibilidad de recurrir a los Tribunales.

Sin embargo, en junio de 2013 se hizo público que el Ejecutivo de Mariano Rajoy accedía a la restitución del yate, una decisión que fue aprobada en Consejo de Ministros a principios de julio.

A partir de ese momento se planteó otro problema. La devolución del Fortuna conllevó el despido de su tripulación por parte de la empresa Unión Valenciana, a la que se les ofreció una indemnización de 20 días por año trabajado, una cantidad que no fue aceptada por considerarla insuficiente y que terminó en los tribunales. Los diez tripulantes terminaron ganando la batalla judicial y fueron indemnizados con un total de 1,2 millones de euros, que tuvieron que ser desembolsados por la citada empresa y por Patrimonio Nacional, que era el titular del yate.

La devolución de éste a Fundatur se formalizó el pasado mes de enero, momento en el que el Fortuna se puso a la venta, ahora ya bajo el nombre de Foners.