"Quería venir para tener una vida mejor, pero al final no ha sido como yo pensaba". Esta frase puede resumir el sentir de las centenares de mujeres de origen extranjero que ejercen la prostitución en Balears. Alrededor de 700 mujeres ejercen la prostitución de forma permanente en las islas, aunque se pueden alcanzar picos de hasta 2.600. Un elevado porcentaje de estas mujeres son extranjeras y muchas de ellas vienen de Nigeria, el elefante africano.

En este lejano país, las mujeres sueñan con una Europa que la televisión les dibuja como el paraíso y del que tan bien hablan los compatriotas que ya viven allí y vuelven para las vacaciones. Son capaces de cualquier cosa por llegar aquí y poder envíar sustento así a su familia. Las mafias las captan. Ellas se comprometen a pagar desorbitadas sumas a cambio de un billete a Europa. El viaje, duro y en unas condiciones infrahumanas en las que ya las tratan como pura mercadería, es la primera parte de la pesadilla. Aterrizar en Mallorca y que te obliguen a ejercer la prostitución (con la amenaza permanente de la violencia o incluso del vudú hacia ellas o sus parientes) es la segunda parte del infierno. El Casal Petit, el centro de atención a la mujer en situación de prostitución y exclusión social que dirige la congregación de las Hermanas Oblatas, atendió el año pasado a 383 mujeres: casi un centenar eran nigerianas. A partir del testimonio de 20 de ellas, la trabajadora social Maria Magdalena Alomar y la educadora social Xisca Plasencia han confeccionado un estremecedor y tristemente veraz informe titulado Historias de Tráfico, trata y prostitución. El objetivo: conocer sus experiencias para así "poder defenderlas".

En Nigeria la vida es dura y Europa aparece como la tierra prometida: "Mis paisanos contaban cosas muy buenas cuando volvían de Europa, decían que era muy fácil ganar dinero. Así como lo contaban parecía como el paraíso de la Biblia". Otros testimonios aseguran que los emigrados que volvían de visita parecían hasta más guapos. "Mi familia es muy pobre y quería ayudar a mi familia. Yo hablé con una mujer y le dije que quería ir a Europa", apunta una entrevistada: "Me dijo: Tu eres muy delgadita. Tu puedes ir a Europa. Tu vas a ganar dinero". Las investigadoras han concluido que la mayoría provienen de Benin City, una zona de tradición migratoria donde se ubican las mafias que las traen mujeres a Europa. Las entrevistadas se caracterizan "por tener iniciativa, ilusión para cambiar de vida y ayudar a su familia".

Las mafias las buscan o ellas buscan a quien pueda traerlas. Les piden cantidades desorbitadas, de hasta 50.000 euros. Algunas van engañadas ("Me dijo que podría trabajar en la tienda"), otras ya saben qué planes tienen para ellas ("Lo dicen: cuando vayas a Europa, vas a hacer de puta"). Las hay que acaban en la prostitución por su cuenta, al ver esta actividad como la única vía para saldar la deuda contraída para hacer el traslado y también para poder vivir: "Cuando llegué empecé a trabajar en las Avenidas para poder comer".

El viaje es terrible. Siempre lo hacen acompañadas de alguien al que llaman "el guía". Las agresiones (físicas, psicológicas o sexuales) son habituales ya en el viaje, que puede prolongarse años desde que abandonan su casa hasta que se asientan en el continente europeo: "Hay mucha violencia, personas que roban, personas que violan. Esto mejor no hablarlo". Algunas vienen en camiones, hacinadas junto a otras personas, casi un centenar a veces, sin agua y sin comida. Una de las entrevistadas contó que sí alguien se caía del camión, éste no se detenía. Las que vienen caminando por el Sáhara sufren también muchas penalidades. Una frase demoledora como ejemplo de su desesperación por sobrevivir: "Cuando necesitas agua y nadie te da, coges tu dinero y se lo das a alguien y cuando hace pipí, te lo bebes, para no morir. A veces alguna gente moría, porque no hay agua, no hay comida, no hay nada". Mueren. Caen a su lado: "Éramos 33, llegamos 27".

Al llegar a Marruecos han pasado lo peor del viaje, pero aún toca dar el salto al territorio europeo. Una de ellas pasó arrastrándose bajo la hoy tan polémica reja de Ceuta: "Tu cuerpo no puede tocarla, porque cuando la tocas te puedes hacer daño, pasas arrastrándote [...] Si no pasas rápido, la policía de allí, cuando escuchan el ruido, sueltan a los perros". Otras llegaron en avión, mientras que once de ellas explicaron haber viajado en patera, teniendo que pagar entre 500 y 1.700 euros: "Hay gente que muere dentro del agua, la balsa se puede hundir y la gente muere", resumía una.

Antes de recalar en Mallorca, muchas de las entrevistadas han pasado por otras ciudades españolas o europeas, ciudades en las que algunas ya se ven obligadas a prostituirse. Otras empiezan en Palma. Las amenazas se hacen presentes si se niegan.

"Me dijeron que tenía que ir a un club. No sabía qué era. Estuve dos semanas allí y no trabajaba [...] Me dijeron que prenderían fuego a mi casa y matarían a mi familia si no pagaba", asegura una. Otra que vivía con su "jefa" se fue de su casa tras una pelea y narraba que ésta pagó a la mafia para que la mataran: "Mandó gente a buscarme. Nos quitó la ropa y nos pegaron. Nos echó picante en los ojos. Nos dijo que si no pagábamos nos iba a matar". Otro elemento que usan las mafias para tener a las mujeres a su merced son los rituales de vudú. Para meterles miedo, les cogen muestras de pelo y pertenencias suyas y se las guardan para poder hacer el ritual si no pagan o los enfadan. Algunas lo viven con temor, pero otras sostienen que si no crees en ello, no tiene ningún efecto.

Hay encuestadas que ya han pagado su deuda y han dejado la prostitución, algo para lo que es fundamental contar con ayuda y políticas sociales decididas, según insistió el doctor de la UIB e investigador del Grup d´Estudi Permanent sobre la prostitució a Balears , Lluís Ballester.

En este proceso de abandono de la prostitución pone su grano de arena el Casal Petit, con sus talleres y programas de atención enfocadas a estas mujeres. Su directora, Felicidad Martínez, reivindicó ayer la importancia de "acercarse a mirarla" para así poder ayudarlas. Para ello, y para intentar que puedan olvidarse de esta actividad, las autoras del estudio proponen informarlas para que conozcan sus opciones así como promover su educación, formación y desarrollo para que tengan una salida; y apostar por políticas de sensibilización social. Defienden además que el esfuerzo legal y policial debería centrarse con más contundencia en las mafias.

En este sentido, señalaron que desde el Casas Petit las animan a denunciar pero que en este caso hay un problema: la mujer recibe protección pero su familia en Nigeria queda en riesgo. Por eso, reivindican sería necesaria una colaboración más estrecha con este país. Condenan la idea de que se sancione a las mujeres (como planteó en principio la ordenanza cívica de Cort), aunque la multa al cliente tampoco les parece la solución ya que finalmente también las penaliza a ellas al dejarlas sin fuente de ingresos, según razonó María del Pilar Barceló, que ha dada el apunte jurídico al informe.

Aina Mascaró, mediadora cultural del Ib-Salut, ha colaborado describiendo la realidad nigeriana, un país en el que según apunto la tradición esclavista "sigue arraigada". Han ayudado también Nieves de León, religiosa Oblata y trabajadora social; el fotógrafo Patxi Arostegui; y Maria Fuster, periodista autora del corto ¿Conoces su historia?, con testimonios de algunas de las entrevistadas. La lista de agradecimientos del estudio es larga, pero destaca el dedicado a las entrevistadas, por ser "tan valientes", y en general "a todas las mujeres que han pasado o siguen pasando por la misma situación, jugándose la vida por un sueño".