Ninguna otra controversia de las muchas que han marcado la actualidad política en estos dos años de legislatura ha suscitado la implicación personal de José Ramón Bauzá como las prospecciones petrolíferas que amenazan las costas ibicencas. El presidente del Govern y del PP balear no se ha limitado a echar la culpa al PSOE por haber autorizado en su día los sondeos -como era lo esperable-, sino que ha convertido la lucha contra esta actividad en su leitmotiv de cabecera, que ha terminado por involucrar a todos los cargos del partido en la misma. La foto de todos los presidentes de los consells firmando juntos por un mismo motivo que no sea la mejora de la financiación es insólita en las islas.

La firmeza del presidente del Govern contra los sondeos - "exijo y exigiré que se paralicen las prospecciones petrolíferas", aseveró en la Ser el lunes- contrasta con la postura del Ejecutivo central, partidario de las mismas. Pese a ser del mismo color político, estar Bauzá bien considerado entre los suyos en Madrid, y ambicionar él un ministerio, hay un desencuentro patente por este tema. Destacados cargos del PP balear, incluido algún conseller, dedican calificativos irreproducibles hacia el ministro de Industria, Energía y Turismo. El canario José Manuel Soria es claramente partidario de la industria petrolera en España, y ha dejado mal parado a Bauzá en más de una ocasión con sus declaraciones.

Disgusto con Soria

Soria fue especialmente criticado entre sus compañeros de filas baleares por su entrevista en la cadena Cope, en la que desveló que Bauzá "sabe que las prospecciones petrolíferas en la costa de Balears no se pueden parar".

"¿A cuento de qué vino contar eso? Era una conversación privada", lamentan en el entorno del president. Tras su intervención del miércoles en el Congreso, tildando de moderno al país que no se cierra a la actividad petrolífera en sus mares, Mariano Rajoy hizo otro flaco favor al PP balear. El remate fue el voto en el Congreso de los cinco diputados de Balears en contra de parar las prospecciones.

Las fuentes citadas aseguran que no hay ninguna hoja de ruta pactada con Madrid para dar una salida a esta crisis. En el Consolat afirman desconocer cuál será el desenlace, y solo reiteran que el presidente está dispuesto a llegar hasta el final para lograr parar los cañonazos en el fondo marino.

Los temores que subyacen en esta polémica no son los efectos medioambientales de una hipotética actividad petrolera en aguas baleares; a los ´populares´ les preocupan las presiones de los hoteleros que quieren evitar el impacto en la actividad turística, pero sobre todo las consecuencias electorales que pueden derivarse de cara a 2015. Al PP le interesa mantener su hegemonía en la part forana -así se explica la campaña Defensam lo nostro y el atrezzo de sobrasadas-, pero en modo alguno quiere descuidar Eivissa.

El presidente del Consell ibicenco, el doctor Vicent Serra, advirtió hace tiempo al cuartel general del PP palmesano que con este asunto de los sondeos se podría vivir un tsunami peor que el ocasionado con las autopistas de Eivissa. Los conservadores siguen creyendo que calcularon mal la repercusión en las urnas del rechazo social generado en la isla pitiüsa a raíz de las autopistas, al que achacan el desalojo del poder en 2007.

Desgaste electoral

En el PP quieren evitar a toda costa un Prestige, en alusión al petrolero hundido frente a Galicia, que provocó el vertido de toneladas de fuel al mar, señala un veterano del partido. Matiza que no se refiere tanto a la catástrofe ecológica en sí, que también -"imagínate el impacto internacional de imágenes de chapapote en las playas de Eivissa"-, como al desgaste político que acarreó la gestión de la crisis: el Gobierno Aznar se vio entonces sobrepasado por el desastre, y el PP de Fraga perdió Galicia; en clave balear, la oposición ingente de la sociedad ibicenca y de Formentera podría suponer la pérdida de diputados en los comicios autonómicos, y que el PP se quede a las puertas de la mayoría absoluta, a merced del partido de Jaume Font y Antoni Pastor, ambos con ganas de revancha.

En la polémica por las prospecciones, Bauzá ha bajado al ruedo desde el minuto cero. En ello han sido decisivas las advertencias del conseller de Hacienda y Presupuestos, José Vicente Marí. Además de estar considerado el miembro más solvente del Ejecutivo, el ibicenco es uno de los pocos a los que el presidente escucha. No es extraño pues que Bauzá desfilara junto a él en la multitudinaria manifestación del pasado sábado en Eivissa, para rechazar las prospecciones.

En Mallorca este asunto no está calando como en las otras islas, quizás porque se ve como un tema más de las Pitiüses, y porque otras polémicas han copado la movilización social (la protesta contra el TIL, sin ir más lejos). Ello no es óbice para que el PP no escatime esfuerzos tratando de aglutinar a la población en el rechazo a la industria petrolera en el Mediterráneo. El Govern no solo se ha metido de lleno en esta reivindicación, sino que podría decirse que es su principal impulsor. A medida que la protesta avanzaba, algunas voces de la derecha sugirieron que todo obedecía a una estrategia para reforzar a un Bauzá con una imagen lastrada por la manifestación del 29-S contra el TIL o la cuestionada ley de Símbolos. "Tras ponerse al frente, el presidente balear consigue frenar las prospecciones en el archipiélago, y reflotaría como líder", era la tesis. Sin embargo, desde el Govern insisten una y otra vez en que el desenlace es incierto, y aunque confían en que no suceda, el ministerio de Medio Ambiente podría terminar autorizando las prospecciones. De ser así ¿qué gana Bauzá echando un pulso tan fuerte que puede perder? ¿No resultaría peor su imagen de derrotado? "No puede hacer otra cosa, lo que no perdonaría la gente es que el presidente no estuviera dando la cara para parar esto", es la rápida respuesta del Consolat. En el PP añaden entonces que el siguiente paso sería rentabilizar el que Bauzá se haya batido el cobre. Aunque "mejor para todos si esto no llega, y logramos que se paren las prospecciones", insisten con medida sonrisa en el partido.