­Empezaron entonando un "manos arriba, esto es un atraco" y acabaron coreando un más agudo "manos arriba, esto es una Infanta". Por el camino la concentración convocada por los republicanos se vistió de circo de tres pistas para asistir al desfile de manifestantes de todas las causas conocidas y de alguna por conocer. Estaban los camisetas verdes que protestan contra las reformas educativas del ministro Wert y el president Bauzá, que compartían algarabía con los del mono blanco untado en petróleo que tratan de parar las prospecciones petroleras en el Mediterráneo, y con los trabajadores de ese refresco de imagen antes feliz ahora reformulada como Coca Cola del paro.

Todos juntos y la mayoría revueltos. Gritaban por turnos y se les entendía a la perfección. Arrasaba el "monarquía porquería", que en las pausas republicanas cedía el turno del ruido a los guasones del "Cristina, tranquila, en la cárcel hay piscina", antes de que se colasen los afinados coristas del "Castro, aguanta, tu puedes con la Infanta" o los muy poco ecologistas cantantes de "los Borbones a los tiburones".

Y por medio un poco de todo. A ver a la hija del Rey acudió hasta un rey del humor surrealista con su pancarta "antiespecista, provegana", que nunca es mal momento para defender una dieta. O a las ballenas, como los manifestantes llegados de Eivissa: viajaron toda la noche en barco, atracaron a las cuatro en Palma y plantaron sus reales los primeros ante el cordón policial. Eran seis, pero hablan por muchos más: su lucha contra las prospecciones petroleras recogió firmas por cientos con la excusa de la Infanta. También andaba por allí Luis Sastre, un joven con la cabeza metida en una jaula de perdices, como explicaba él mismo, que acudió de tal guisa para protestar por los bajos vuelos de otro tipo de pájaros: los que hacen presa en la cosa pública.

Era indignación sobre indignación, aunque sin perder el humor. "Desde la detención del Lute por robar gallinas no se veía tal despliegue para proteger al pueblo de sus presuntos", bromeaban Antonia Ramis y sus compañeros de manifestación republicana, que solo echaban de menos en la jarana a los que consideran sus mejores agentes antimonárquicos: la Infanta y su marido. Tanto los quieren que les llevaron un ramo tricolor, aunque las flores se fueron por donde vinieron, solo que más manoseadas: los policías no les dejaron pasar con su republicanismo flower power. "La niña de Borbón será culpable o solo tonta, pero lo que parece claro es que es radiactiva: no nos dejan estar a menos de 300 metros", se quejaba risueña Marga Amengual, una de las republicanas, flanqueada por dos septuagenarias abonadas a una sola consigna: "¡Choriza, choriza, choriza!"

Y no se referían al hombre con máscara de Rajoy, traje de presidiario y ristra de chorizos al cuello que paseaba por la amalgama de indignados. Allí estaban por ejemplo los cachorros del nacionalismo de izquierda pesemera, JEN, que aprovecharon la mañana en los tribunales para zamparse unas duquesas, pasteles típicos con los que Cristina de Borbón comparte título: "Es para enseñarle a la Infanta lo que hacemos aquí con las duquesas", explicaba, entre bocado y bocado, el secretario general de las juventudes del PSM, Àlex Moll, que en su solapa mostraba una corona volcada para hacer las veces de retrete: "Démosle uso a la corona".

Que la cosa iba de risas, como si el paseíllo Borbón que casi nadie creía posible hubiese eliminado la crispación, para hacer sitio a la jacaranda patria. "Es que no es lo mismo venir enfadado y creyendo que no se va a hacer justicia, que llegar y saber que, aunque haya 300 policías que nos tratan como sospechosos, dentro está la hija del rey respondiendo por el dinero que trincó la empresa que tiene con su marido", resume Guillerme Fons, indignado pero risueño, como tantos.

¿Y nada a favor de la Infanta? Pues ni pidiéndolo por favor a curiosos de media mañana , como Felipe Hernán y sus niños, que pese a su muy monárquico nombre renuncia a la corona para hacer chanza. "¿Que si puedo decir algo a favor de la Infanta? Lo siento, me sabe mal mentir delante de los niños". Y así se quedó la Infanta sin manifestantes a favor.