La infanta Cristina provocó ayer en Palma la mayor concentración de medios de comunicación de la historia de Balears para cubrir su declaración por el caso Nóos, pero acabó hundiendo procesalmente a su marido, Iñaki Urdangarin, al atribuirle toda la responsabilidad de Aizoon, la consultora cuya propiedad comparten al 50 por ciento. Doña Cristina se emocionó ante el juez Castro (casi le saltan las lágrimas) al explicar cómo su padre, el Rey, por cariño y confianza hacia ella le prestó 1,2 millones de euros para la compra de su palacete, y terminó agotada por una jornada en que bebió mucha agua. Se fue dando la mano a todos los asistentes a la declaración, incluidos los funcionarios del juzgado.

La duquesa de Palma fue más que puntual: sobre las diez menos diez de la mañana llegó en un Ford C-Max a la famosa rampa de los juzgados de Vía Alemania. En el patio le esperaba un ejército de periodistas, colocados en filas de cuatro a fondo y pertrechados de cámaras y sobre todo escaleras, muchas escaleras.

Contra algunos pronósticos, el C-Max paró a unos metros de la puerta de los juzgados y de su interior descendió una sonriente Cristina de Borbón, vestida de azul y negro. La Infanta saludó primero a unos funcionarios que la esperaban del otro lado de una ventana del juzgado de guardia, luego se giró y dio los buenos días a la prensa. Sus abogados, los únicos que en el interrogatorio le llamaron "alteza" (el juez y el fiscal se dirigieron a ella con el habitual "señora"), le salieron a recibir a la puerta.

La duquesa de Palma tuvo que dar su DNI a la secretaria, como cualquier imputada o testigo. Por suerte para ella, no le hicieron pasar el arco detector de metales, ni tuvo que dejar el móvil en la improvisada consigna: ella no iba a grabarse a sí misma.

Ocho minutos después empezaba su interrogatorio, al que llegaron tarde algunos letrados, entre ellos Virginia López Negrete, de Manos Limpias.

En la otra punta del edificio, en la fachada de Vía Alemania, los manifestantes contra la Corona e independentistas catalanes, arreciaron en sus gritos contra los Borbones y a favor del juez Castro coincidiendo con la llegada de la duquesa, escoltada en todo momento por motoristas de la Policía.

Versión previsible

Doña Cristina respondió en primer lugar a casi 400 preguntas, que el juez Castro había preparado, con minuciosidad de relojero suizo, en las semanas anteriores. Hacia la una menos cuarto se produjo un primer receso.

En las Avenidas, los incansables republicanos animaban a un juez y despellejaban a una Infanta que no podían oírles. El fiscal Pedro Horrach también se llevó algún un improperio de los concentrados, que le tildaron de "venut".

La Infanta ofreció una versión exculpatoria de ella muy previsible: no sabía nada de Aizoon, todo lo "cocinaba" su marido en la empresa y siempre confió en la honradez e inocencia del padre de sus hijos. Al desmarcarse tanto de la consultoría hoy tan famosa dejó a su marido a los pies de los caballos. "No es que le haya incriminado directamente, pero lo ha dejado hundido, puesto que si Iñaki Urdangarin es el responsable de todo lo que pasaba en Aizoon, él será también el responsable de los delitos allí cometidos", explicaron fuentes jurídicas.

La visa de Aizoon

La hija del Rey explicó que no controlaba a qué cuentas estaban vinculadas las tarjetas de crédito que manejaba, incluida una visa de Aizoon, por lo que ignoraba el origen del dinero gastado. Según Hacienda, los duques de Palma gastaron entre 2007 y 2008 casi 700.000 euros de Aizoon en fines particulares, como la reforma y equipamiento de su lujoso palacete de Pedralbes (Barcelona).

El juez no se quedó satisfecho con las evasivas y empezó a interrogar a la imputada sobre decenas de facturas y cargos particulares abonados por Aizoon. Cada pregunta iba acompañada de la exhibición del correspondiente documento o factura.

El instructor no se olvidó de operaciones insignificantes, como la compra de unos libros de Harry Potter, o grandes dispendios, como los muebles para la antigua torre de Pedralbes. Doña Cristina echó balones fuera, como a lo largo de todo el día.

La garganta seca

El interrogatorio transcurrió en un tono no airado, pero a la Infanta se le hizo eterno el sábado. Varias veces pidió agua para su seca garganta y al despedirse dio especialmente las gracias al funcionario que le facilitó los botellines.

Hacia las tres de la tarde el juez dio por terminado su prolongado interrogatorio y se decidió parar para comer. La duquesa de Palma, que ansiaba pasar el mal trago cuanto antes, no bajó a la calle a almorzar. A doña Cristina se la había habilitado una sala para su descanso y allí permaneció la hora y media que duró la pausa.

Sus abogados tampoco salieron a comer , pero aprovecharon el receso para declarar a la prensa que la cosa iba bien y que confiaban en un rápido archivo de la causa para su clienta.

La estética familiar

La declarante tuvo que explicar por qué aceptó ser vocal del consejo de dirección del Instituto Nóos, la entidad sospechosa de desviar varios millones de euros públicos a los bolsillos de su marido y su socio Diego Torres, y por qué quiso ser socia de Aizoon S.L.

Respecto al instituto liderado por su esposo, doña Cristina manifestó que le pareció correcto el objetivo de promocionar el deporte para mejorar la sociedad y por eso se unió al proyecto, aunque no desempeñó ningún papel de gestión en la entidad.

También desembolsó 1.500 euros para las acciones de Aizoon S.L. por la confianza que tenía en su marido, impulsor de esa consultoría y propietario de la otra mitad de las participaciones.

Ante el juez, la hija del Rey no se separó ni un milímetro de la versión dada por su marido respecto a los porqués de su precipitada marcha del Instituto Nóos, materializada en marzo del 2006.

Según Cristina de Borbón, Iñaki Urdangarin le explicó que el conde de Fontao le había instado, por orden del Rey, a abandonar el instituto. La duquesa de Palma dejó claro que la causa de la salida de Nóos fue porque allí se hacían actividades incompatibles con "la estética" y "la imagen de la Familia Real", nada de irse por las quejas contra su marido en el Parlament balear o por informaciones periodísticas sobre su espectacular incremento patrimonial.

A preguntas de la abogado del Estado, Dolores Ripoll, la Infanta se definió como una ignorante en materia de legislación tributaria, incluso aseguró desconocer qué es el programa Padre (el más usado para hacerse uno mismo las declaraciones de IRPF).

Otro momento donde la duquesa de Palma perdió un poco el control fue cuando se le acusó, por el juez, de haber servido de escudo fiscal en Aizoon, es decir de blindaje para ahuyentar a inspectores fiscales. Ella lo negó y dio la impresión de estar ofendida por esas sospechas.

Doña Cristina salió con peor cara de la que entró de los juzgados de Vía Alemania, que durante toda la jornada estuvieron vigilados por un amplio contingente policial. Alrededor de la sede judicial únicamente se pudieron mover las personas acreditadas y los policías, que cada tres metros pedían el DNI a los periodistas.

Los defensores de la insigne imputada, Miquel Roca, Jesús María Silva, Pau Molins y Jaume Riutord, fueron objeto de sonoras pitadas al final de la jornada. El que se llevó los aplausos del respetable fue el juez José Castro, que tuvo que esquivar a los periodistas a su salida en moto de la sede judicial.

Reporteros de varios países cubrieron la noticia y, al final, hubo imágenes de la duquesa de Palma y declaraciones de los abogados. Doña Cristina nunca olvidará el día en que pasó ocho horas encerrada en los juzgados penales de Palma contestando todo lo que le habían aconsejado sus abogados.

Palma, pese a la trascendencia histórica, no prestó demasiada atención al acontecimiento. Doña Cristina durmió anoche en la Zarzuela, hogar dulce hogar.