Carlos Delgado solo tenía ayer para dimitir antes de fin de año, y aún así no logró evitar que la noticia se recibiera como una inocentada. El exconseller de Turismo tiene tantas ganas de volver a su despacho a quitar telarañas como Bauzá a preparar fórmulas magistrales en su golosa farmacia. Lo único creíble de sus palabras ayer es que le resbala la posible imputación por los contratos de Radio Calvià, de otro modo no hubiera renunciado al aforamiento del que gozaba como miembro del Govern, y a una instrucción del caso por parte del Tribunal Superior.

Delgado también resulta veraz al afirmar que su familia le reclama. Sus paseos por el centro de Palma en horario laboral con su esposa non collocata eran la comidilla dentro y fuera del Ejecutivo, a cuyos integrantes por cierto Bauzá demostró su confianza poniéndoles al mismo nivel que la oposición: los consellers se quedaron noqueados al enterarse como el resto de Mallorca de la salida de su compañero. Bendito Whatssapp.

Aunque Bauzá pierde a su álter ego en el gabinete, Delgado le hace un favor yéndose. Quizás esta vez el presidente podrá ir a sa Pobla en el próximo Sant Antoni prescindiendo de la mitad de guardias civiles, y exponiéndose a menos silbidos.

En cuanto a la izquierda, acogió con sorpresa y júbilo la marcha del líder de "la derechona más rancia", un diputado de Més dixit; la oposición estará ahora muy vigilante con la nueva nómina de clientes del bufé de abogados que el exconseller piensa resucitar. La ley general turística ha dejado buen sabor de boca a algunos.

Rotger preside el adiós de Antònia Font

El vicepresidente del Consell, Joan Rotger, siguió el jueves desde el palco mejor situado del Principal el primero de los conciertos de despedida de Antònia Font. Aunque no se entregó como el resto del público, seguro que también se emocionó al ver secarse la lagrimilla al cantante Pau Debon, en la última canción. Cómo no.