La proliferación de mafias autóctonas no asfixia en Mallorca la importación de variantes exóticas. Las incorporaciones enriquecen al crimen organizado, en un mecanismo paralelo a la fusión gastronómica. De hecho, los caracteres cirílicos del ruso han desplazado al alemán como idioma fundamental en las cartas de la restauración mallorquina. Por tanto, la feliz intercepción de un tentáculo de la piovra rusa en Peguera, territorio germano por excelencia, debe interpretarse como el efecto secundario de la implantación creciente de residentes eslavos en la isla.

Mallorca es una Rusia sin muertos. El cambio en la procedencia de los mafiosos obliga a reajustes mínimos de nomenclatura, preservando la esencia del eslogan original, "una Sicilia sin muertos". La aclimatación de las asociaciones de malhechores sin una violencia explícita revela un estadio más evolucionado de la delincuencia.

En la línea de archivar el derramamiento de sangre cuando se vuelve contraproducente para el florecimiento mercantil, el presidente siciliano Rosario Crocetta ha declarado que "los mafiosos ya no necesitan disparar un solo tiro porque están dentro de la maquinaria, haciendo negocios legales con métodos legales". De nuevo se rubrica la fraternidad entre las islas mediterráneas, dada la facilidad de los mafiosos de denominación variopinta a la hora de contratar servicios ancilares en Mallorca. Las sucesivas operaciones policiales conllevan la detención de abogados y asesores fiscales indígenas, también en el caso de la mafia Taganskaya que celebra un conocida arteria moscovita.

Sicilia es una Sicilia sin muertos, una modificación conductual que supondrá una dura competencia para Mallorca en el mercado criminal. Sin necesidad de violentar los pacíficos códigos locales, en los últimos tiempos se han registrado en la isla operaciones contra mafias marsellesas, napolitanas, británicas, rusas, alemanas y nigerianas, en un primer y apresurado recuento. Una vez garantizado el cosmopolitismo, y celebrada la eficacia de la Guardia Civil en la persecución de los delincuentes internacionales, tal vez convendría diseñar medidas preventivas contra la implantación de colectivos mafiosos. Por ejemplo, un mallorquín de a pie se apartaría de su habitual flema par escandalizarse ante la cantidad de bufetes locales con cuentas abiertas en ciudades suizas. Aunque, como diría Bárcenas, trabajar con bancos helvéticos no es un delito.

El atractivo de Mallorca le permite elegir a sus residentes, y la predilección por los mafiosos tiene como único objetivo un atajo a beneficios más suculentos. Con la salvedad de que la ajetreada política rusa convierte mañana en gobernantes a los mafiosos de hoy. Y viceversa.