Alexander Romanov tiene nombre y apellido de zar, pero es un hombre discreto. Los vecinos y empresarios que conviven con el dueño del hotel Mar i Pins desde el año 2010 describen al líder en España de la mafia rusa Taganskaya como un señor educado y elegante que, desde el primer día, dejó claro que no quería abrir su círculo privado ni a la sociedad ni al empresariado de Peguera. "Al principio apareció en un acto al que se le invitó, pero después de ese contacto se desvinculó de todo", cuenta un empresario de Cala Fornells, ayer sorprendido de buena mañana por el despliegue policial. No es para menos: Peguera es todo el año una zona tranquila de turismo familiar alemán, en la que en estas fechas solo quedan seis hoteles abiertos y algunas casas ocupadas por extranjeros, que usan sus propiedades en la isla como residencia de invierno.

Una de ellas es la de los Romanov. Está ubicada cerca del hotel Mar y Pins, a medio camino entre Peguera y Cala Fornells. O mejor dicho: está ubicada en uno de los mejores sitios a medio camino entre Peguera y Cala Fornells. Sus tres plantas, construidas con mucho gusto y materiales nobles (mármoles, maderas de lujo y tecnología de última generación), crecen mirando al mar. La residencia de Alexander Romanov y su mujer, Natalia Vinogradova, ocupa una finca amplia casi contigua al hotel Mar i Pins, con el que comparte uno de los enclaves más privilegiados de Peguera: las construcciones están al pie de un acantilado bañado por la playa, a la que se accede desde una escalinata recién construida en el establecimiento de cuatro estrellas, tras tres años de disputas con la Demarcación de Costas.

Compra y reforma del hotel

Son los tres años que han pasado desde que el hotel cambió de manos. Era de la familia Sanç Mayol, inversores históricos de Mallorca, que habían fundado el Mar i Pins en el año 1958, para reformarlo por primera vez en 2001. El hotel se convirtió pronto en un emblema de Peguera, por sus vistas inmejorables y su silueta recortada sobre el acantilado en dos niveles: arriba, sobre la roca, el cuerpo principal del establecimiento y sus vistas inigualables; abajo, a pie de arena, zonas comunes, otro medio centenar de habitaciones y el acceso de los clientes al mar.

En 2010 el perfil del Mar i Pins cambió tan drásticamente como el negocio: la familia Sanç vendía el hotel al ruso Romanov, que zanjaba años de pugna con Costas y aceptaba demoler el 40% del hotel que tocaba el mar. La piqueta entraba en acción el 13 de diciembre de 2010, mañana hará tres años. Allí estaba el entonces alcalde y hoy conseller Carlos Delgado, pero no se vio a los rusos.

Pasión por el sol y el lujo

Tampoco se dejaron ver demasiado a partir de esa fecha, aunque la esposa de Romanov es más conocida. Su pasión por el sol y el mar la hacen una habitual de la playa y de las privilegiadas terrazas de la mansión. A él se le ha visto menos: según apuntan fuentes de la investigación, más allá de sus entradas y salidas con su todoterreno Porsche blanco, Romanov solo alteraba su vida discreta de círculo cerrado para recibir a los familiares y amigos que se sospecha que hacen de testaferros.

Algo parecido relatan vecinos y empresarios de Cala Fornells y Peguera, que explican que el hotel permanece cerrado tras una reforma "espectacular", ejecutada durante tres años, con la vista puesta en la reinauguración en 2014. En este tiempo, en el hotel solo se ha celebrado alguna fiesta privada de los Romanov, a las que no acudió gente de Peguera. "Son educados, pero reservados". Aunque el dinero suele serlo, así que nadie sospechaba nada raro. Ni entre los vecinos ni entre los empresarios, que describen con naturalidad desprovista de prejuicios las reticencias de Romanov a relacionarse con los negocios de la zona. Tampoco tenían trato con los principales tour operadores, que dejaron de hacer negocios con el Mar y Pins tras el cambio de propietario. Simplemente, cuentan unos y otros, Alexander Romanov no dejó a nadie acercarse.