Matas es único contando historietas para justificar lo injustificable y dar una explicación plausible a situaciones incomprensibles.

Ante el jurado, el expresident ha dicho que su importante patrimonio inmobiliario y su elevado tren de vida proceden de sus ingresos como político y de las herencias. Hasta ha asegurado que su familia posee una empresa, cuando hace años que la tienda familiar de electricidad fue cerrada.

Como las cuentas entre sus gastos e ingresos no le cuadraban, anteriormente admitió que cobraba en dinero negro parte del alquiler de ese local. Todo un gesto ejemplar para un expresident del Govern y exministro.

Delante de los jurados se ha presentado como un político ejemplar, entregado a su labor como president del Govern, pero atento a que el trabajo de su esposa Maite Areal no interfiera lo más mínimo en su imparcialidad como gobernante. Así se ha inventado dos clientes captados por su mujer para una asesoría y que él vetó para evitar choques que pusieran en tela de juicio su honradez. Lo más fuerte es que los dueños de la consultoría nunca oyeron hablar de estos empresarios.

Su mujer estuvo dos años "trabajando" para atraer clientes y no consiguió ni uno. En ese periodo ganó casi cien mil euros y fue totalmente improductiva para sus contratadores, Martorell Asesores y el hotel Valparaíso.

Pero Matas no se ha amilanado ante las evidencias: presenta a su cónyuge como una profesora que espabiló mucho y se "doctoró" en relaciones públicas tras su paso por el gabinete del consejero de Educación de la Comunidad Autónoma de Madrid. Maite Areal se convirtió en una experta relaciones públicas, que lo mismo captaba empresas para una pequeña consultoría mallorquina, que atraía a buenas familias madrileñas hacia el hotel Valparaíso.

Más la realidad es que no logró aumentar ni un céntimo la cifra de negocios de la asesoría o la cadena Grupotel.

Matas afirma que los contratos de su esposa se basaron también en la amistad, una provechosa y generosa amistad de cien mil euros.