Jaume Matas se está quedando sin margen para eludir su entrada en la cárcel. La fiscalía, en pura coherencia, se ha opuesto a que se suspenda la ejecución de su condena de 9 meses.

Pero no solamente los fiscales quieren ver al expresident entre rejas, muchas personas no le perdonan sus fechorías, aunque para el Tribunal Supremo no sean constitutivas de delito.

Matas cometió, el pasado julio, el error de convocar una multitudinaria rueda de prensa en un hotel de la Colònia de Sant Jordi, para proclamar su más absoluta inocencia y pureza, cuando había sido condenado por tráfico de influencias.

El exmandatario pudo aprovechar la ocasión para pedir perdón por ese delito y mostrarse arrepentido. Su orgullo pudo más.

Ahora ese gesto se ha vuelto en su contra y el tribunal que debe decidir sobre su libertad o encarcelación le reprocha la falta de contrición, una actitud básica cuando se pide clemencia.

A Matas le pierden los micrófonos. En pleno escándalo del caso Nóos se permitió el lujo de ser entrevistado por Jordi Évole, el Follonero, al que reconoció que había otorgado casi 2,5 millones del Govern a Iñaki Urdangarin porque no podía negarse, al ser éste yerno del Rey.

Luego el exministro de Aznar fue imputado en el caso Nóos y no quiso prestar declaración. El juez Castro, muy cuco, unió al sumario su entrevista con Évole.