La estancia en prisión de Maria Antònia Munar se antoja larga tras confirmar el Supremo su condena de cinco años y medio por una pieza de la Operación Maquillaje que investiga supuestas irregularidades en las concesiones de subvenciones y patrocinios otorgados por el Consell de Mallorca entre los años 2003 y 2006 a un conglomerado de sociedades del sector audiovisual participadas o vinculadas a personas próximas a los máximos responsables de la institución insular.

Pese a la ratificación ayer del Supremo de su condena a 5,5 años de prisión, la calificación de la presa Munar sigue siendo la de reclusa preventiva porque para que ésta variara el alto tribunal aún debe confirmar la condena de la Audiencia por el caso Can Domenge por el que ingresó en la cárcel a finales del pasado mes de julio, según confirmaron a este diario fuentes penitenciarias. Los reclusos pueden ser clasificados como de primer grado en régimen de aislamiento, de segundo en régimen ordinario o de tercer grado en el que solo tienen que ir a dormir entre rejas.

No obstante, la expresidenta del Consell, que entró en la cárcel el pasado 24 de julio, parece plenamente integrada en la vida carcelaria que comienza cada día temprano, a las siete y media de la mañana con el toque de diana. A esa hora todos los reclusos deben estar levantados para proceder al recuento matutino.

Finalizado éste y una vez que los presos se han aseado y que las autoridades penitenciarias han comprobado que no se ha producido ninguna incidencia, los internos se dirigen al comedor para desayunar.

Diversos testimonios que ha podido recabar este rotativo hablan de que Munar, pese a la estricta vida carcelaria, apenas ha modificado sus hábitos en el vestir. Suele deambular por el patio calzada con sus habituales zapatos de tacón alto y con sus amplias gafas de sol que le cubren prácticamente todo el rostro.

Otras reclusas, con las que mantiene una buena relación, sostienen que llora a menudo y que cada mañana hace una llamada telefónica para tranquilizar a su madre en Costitx. Las normas en lo que a las llamadas telefónicas se refiere estipulan que los internos pueden llamar con la autorización de la dirección a los familiares que no puedan visitarlos con un tope de diez llamadas semanales de un máximo de cinco minutos de duración.

Una asistenta

También las reclusas están un poco sorprendidas por la cantidad de visitas que recibe la expresidenta del Consell y del Parlament, y uno de los rumores no confirmado de forma fehaciente que circula insistentemente sobre la presa más famosa del centro de la carretera de Sóller es que, el primer día de su estancia en prisión, reclamó una asistenta para mantener aseada su celda.

De la misma manera, Maria Antònia Munar se habría quejado reiteradamente sobre las escasas dimensiones de la celda que le ha tocado ocupar y su queja la sustenta en la cantidad de dinero que, asegura, habría costado la infraestructura carcelaria.

Que mantiene una buena relación con las otras reclusas, básicamente presas condenadas por delitos de narcotráfico y frecuentemente de etnia gitana, lo atestigua las declaraciones que éstas hicieron sobre su mediática compañera a finales del pasado mes de agosto durante la entrega de los diplomas de los cursos de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. "Es muy buena mujer, si te puede hacer un favor te lo hace", aseguró una. "Se arregla mucho, va a la peluquería dos veces por semana y que paga con paquetes de tabaco ­-el dinero está prohibido entre rejas. Cada interno puede tener y gastar un máximo de 80 euros al mes en el economato de la prisión-, dos por sesión", reveló otra reclusa, que añadió que siempre pasea con su inseparable bolso colgado del brazo.

Su plena integración con las reclusas con las que le ha tocado convivir lo demuestra el hecho de que, en una reciente celebración de éstas, en la que la mayoría de las mujeres se arrancó a cantar y bailar, si bien Munar no se atrevió a secundarlas bailando, al menos sí las acompañó batiendo palmas rítmicamente, según fuentes que presenciaron la escena.

Sobre la confirmación judicial de la sentencia producida ayer, fuentes penitenciarias confirmaron que no hay establecido un protocolo de actuación en caso de que Munar sufra un bajón anímico, pero señalaron que los psicólogos y educadores que visitan regularmente a los reclusos remitirían rápidamente a la expolítica a enfermería en caso de detectar en ella un episodio depresivo. Algo perfectamente posible en una persona que acaba de iniciar un largo vía crucis judicial.