Hoy se espera una masiva participación en la manifestación contra el TIL (Tractament Integrat de Llengües) en Palma. Mañana, a lo más tardar pasado, debería producirse una masiva vuelta de profesores y alumnos a las aulas. Mallorca jamás ha vivido una movilización como la de la marea verde. Bastaba darse una vuelta por las calles de la capital o de la part forana para darse cuenta de que el Govern, pese a su retahíla de asesores muy bien pagados y a la manipulación de IB3, había perdido la batalla de la opinión pública. Ni la mítica manifestación por la autonomía del 29 de octubre de 1977 ni las concentraciones a favor del catalán o en defensa del territorio obtuvieron el respaldo popular que ha acompañado a los profesores desde que iniciaron su campaña contra los métodos casi militares con los que José Ramón Bauzá ha querido imponer el proyecto.

Un matrimonio se acercó el miércoles al puesto de venta de camisetas con embudo en sa Bassa de Manacor. Los dos hablaban español y adquirieron seis, para ellos, sus hijos y unos amigos. Pese a las evidencias, el Govern ha intentado lanzar el mensaje de que se están enfrentando a un grupo de catalanistas radicales. Han errado, la protesta es mucho más transversal. Obedece a que los ciudadanos se fían de los profesores cuando les explican que es imposible aplicar el TIL con los actuales medios y con la política de recortes que se ha aplicado. Dan mucha más credibilidad a los docentes que a una clase política manchada por la corrupción y por las promesas reiteradamente incumplidas. Sin embargo, ninguno de los muy bien pagados asesores supo ver lo que se palpaba en las calles.

El Govern ha sido derrotado. Decida lo que decida, opte por la salida que opte para minimizar los daños hará bien en analizar las causas de su desencuentro con la calle. Si lo hace, podrá rectificar, buscar de nuevo la sintonía con los ciudadanos e intentar revalidar la mayoría de la que gozó en las elecciones de 2011.

¿En qué cambiará o debería cambiar la actitud del Govern a partir de ahora? En primer lugar le convendría tener oídos para más gente y no solo para la camarilla que rodea al president. Bauzá tendría que comprender que no está en posesión de la verdad absoluta y su empecinamiento en esta cuestión no ha hecho sino multiplicar sus errores. Cuando el Tribunal Superior de Justicia de Balears dictó un auto suspendiendo cautelarmente la aplicación del TIL, puso en manos de Bauzá una baza inmejorable para ganar la partida. "Paramos, nos tomamos un tiempo y después seguimos adelante con todas las bendiciones", hubiese sido un reflexión inteligente. Sin embargo, su actitud prepotente, incluso frente a los tribunales, no ha hecho sino incrementar la magnitud de su derrota.

Bauzá, si sabe aprender de los reveses, dejará de escuchar solo a los que piensan como él y ampliará el espectro de voces que le asesoran. Los alcaldes del PP de la part forana han demostrado con su palabra y con sus actos mucha más sintonía con la calle que los personajes con cargos más influyentes en el partido. Si después de la manifestación, el president repite los manidos argumentos de que "mucha más gente se quedó en su casa" o de "la mayoría silenciosa", no habrá aprendido la lección.

En buena lógica, el más tocado por el fracaso es el president, pero en estos casos ya se sabe que las responsabilidades se derivan hacia los subordinados. La crisis ha demostrado que Rafel Bosch sí conocía la materia que manejaba, algo que ignoran por completo su sucesora y Guillem Estarellas -este último experto en educación, sí, pero carcelaria-. También ha resultado patente que el PP no es monolítico y que los modos con los que Bauzá y Delgado quieren aplicar su concepción de la política lingüística es minoritaria.