Calle Sindicat. Centro de Palma. Ante la puerta de uno de los mejores locales comerciales de la zona empiezan a apilarse cajas de zapatos y muebles destartalados: es una mudanza y era un negocio chino. Se marchan para no volver. Como tantos. Como en calle Manacor, Palma, a la altura del número 50. Bajo un cartelón amarillo con el rótulo casi obligado en un comercio asiático ("todo a 1 euro"), se oxida una trapa bajada hace ya medio año. No se levantará más. Al menos hasta que cambie el cartel: los comerciantes chinos que regentaban el negocio también empacaron y se fueron. Tampoco regresarán.

"Y cuando los chinos se van de un local, nadie más se atreve a instalarse allí. Los españoles dicen: ´Si ni los chinos ganan ahí dinero para aguantar, ¿cómo vamos a sobrevivir nosotros? Así que nadie lo alquila más´". El comentarista avispado conoce el paño: es chino, pero lleva cuarenta años en Mallorca y preside a los empresarios asiáticos en la isla. Se apellida Yoh, le llaman Toni, y reconoce lo que dicen con rotundidad los datos: el comercio chino en Balears se desinfla. Y a marchas forzadas.

Las cifras demuestran que el hechizo se ha quebrado: de la magia del crecimiento imposible y sostenido en medio de la peor tormenta económica, a la normalidad desesperante de la crisis de todos. Y no es poco cambio: en 2011, Mallorca llegó a importar cada mes más mercancía china que en todo el año 2000.

Emigran a América

Pero nada es para siempre. Tras una década de crecimiento incesante, que multiplicó el comercio asiático en Mallorca por doce, las ventas chinas en la isla han empezado a caer: en 2012, el comercio chino retrocedió un 18,3%, tendencia que se ha mantenido en lo que va de año 2013 con otro descenso de la actividad china en la isla del 9,99%. El fenómeno se repite en todo el Estado, donde la efervescencia del gran dragón asiático se disuelve en meses de depresión y sobresalto: entre las noticias de mafias corruptas que hunden injustamente la reputación de todos los empresarios asiáticos, y caídas del 6% anual en la llegada a España de productos chinos, muchos emprendedores orientales han empezado a hacer las maletas para volar hacia destinos más pujantes y acogedores de Sudamérica y la Unión Europea.

Aunque allí tampoco les va como antes. Lo confirman los datos del Gobierno chino, que a regañadientes se confiesa preocupado por el estancamiento de sus exportaciones en el último año. Ya no venden fuera con tanta facilidad. Y peor: la crisis exterior se combina con subidas internas de precios y tensiones laborales y salariales suficientes para hacer de la fábrica del mundo un polvorín. Y la pólvora no mezcla bien con los dragones. ¿Corre China peligro de estallido? ¿O más bien está gripada? Aún no, pero lo estará, augura, en entrevista con Diario de Mallorca, el Premio Nobel de Economía Finn Kydland: "Lo van a pasar mal en los próximos años. Tienen problemas importantes. En China la banca es estatal, pública, y da dinero barato a las grandes compañías, que siguen haciendo beneficios sin necesidad de ser eficientes ni innovadoras, así que no lo son. Y los pequeños emprendedores chinos, en cambio, deben ahorrar mucho antes de invertir, lo que les lleva a hacer negocios basados en el trabajo intensivo, a cambio de pocos beneficios", resume Kydland, que advierte de que, en un mundo cada vez más pequeño y competitivo, trabajar más horas que nadie para copiar lo que otros inventan ya no es la receta del éxito.

Ni en China ni en Mallorca, donde los comerciantes y restauradores chinos siguen siendo los de horario más extenso. Es su camino. Esforzarse más por menos. Vivir sin más horario que el laboral. "Trabajamos todos los días, y estamos aquí todo el día", confiesa Cheng, camarero de uno de los restaurantes chinos de más éxito del barrio palmesano de Pere Garau. Su proyecto es el habitual en un trabajador chino recién aterrizado en Mallorca: trabajar de sol a sol y reunir dinero suficiente para montar su propio negocio. Aunque algo está cambiando, como cuenta Cheng: él, cuando tenga los euros precisos para convertirse en emprendedor, se irá con su proyecto a otro país. "Aquí ya no es el mejor sitio. Muchos impuestos, mucha presión a los chinos y poco dinero".

"Aquí no perseguimos a nadie"

El joven chino da en la tecla: mucha inspección y poco dinero. Repite el análisis el presidente de los empresarios chinos en Mallorca, que se queja de la presión inspectora que sufren. ¿Es para tanto? Algo de eso hay, aunque no es especialmente virulento en Mallorca. Es peor en lugares como Madrid, donde ni los 100.000 puestos de trabajo para españoles creados por empresarios chinos en localidades como Fuenlabrada evitan que el aparato del Estado haya puesto la proa a los asiáticos, que se manifestaron hace un mes para denunciar la persecución.

Aunque la isla es otra cosa. O eso dicen quienes la dirigen. "Aquí no perseguimos a nadie", asegura la directora general de Comercio del Govern, Lourdes Cardona, que aclara que se están haciendo más controles que nunca, pero descarta con rotundidad la discriminación. "Los comerciantes nos pidieron más control y controlamos más. Se hicieron 700 inspecciones en el primer trimestre, pero no hay instrucción política. Solo criterios técnicos. Es más: personalmente dije [a los inspectores] que no quería saber adónde van o adónde dejan de ir. El criterio es técnico. No hay más", aclara la responsable de comercio del Govern, que apunta como factor del declive chino a algo que es común a todos los negocios: la crisis.

Alimentos chinos para Mallorca

Aunque hay una excepción. Y de aúpa: la llegada a Mallorca de alimentos procedentes de China sigue creciendo. Lo han hecho nada menos que un 14,5% este año. Los productos baratos están convirtiendo Asia en el supermercado del mundo. También es efecto de una crisis que obliga al bolsillo cada vez más agujereado de los mallorquines a buscar precios reducidos incluso con algo tan delicado como la comida.

Y mientras en lo imprescindible se ahorra, lo prescindible se elimina de la lista de la compra. Por ahí muere el comercio chino de todo a cien, que ya no resiste ni con precios tirados: en la primera mitad de año, las importaciones de Mallorca de productos chinos de consumo han alcanzado su nivel más bajo desde el año 2005, mientras las llegadas de enseres industriales y maquinaría caían otro 25%, para situarse en cifras que no se veían desde el año 2000.

Con todo, la actividad china en Mallorca entre enero y junio de este año fue menos de la mitad de la que hubo en el mismo período de 2008. La fábrica del mundo ya no trabaja para Mallorca: la economía española no da tregua ni al dragón que devora el comercio mundial.