En reuniones íntimas, Miguel Fluxá se deja atrapar por la nostalgia e insinúa algo parecido a un arrepentimiento. Estos días se pregunta si hizo bien al desprenderse de Viajes Iberia (Orizonia), el legado turístico de su padre.

Fluxá vendió la división de viajes en 2006 . Por aquella operación ingresó 850 millones de euros (otras fuentes elevan la cantidad a 950). "Fue el pelotazo del siglo", resume una persona cercana al empresario inquer. El banco de inversión Lazard, con sede en Islas Bermudas, guió a Fluxá en aquella operación. La entidad de servicios financieros es un referente mundial en el asesoramiento de salidas a bolsa, fusiones y traspasos. Lazard también orientó a Rodrigo Rato cuando el exministro arrojó a Bankia al parqué.

Medio siglo después de que su progenitor comprara Viajes Iberia, Miquel Fluxá entregó la empresa a los fondos de inversión Carlyle, Vista Capital (Banco de Santander) e ICG. A estas sociedades lo mismo les da un grupo turístico que una factoría agroalimentaria. Son aves de paso con una única meta: maximizar su apuesta.

En el caso de la antigua Viajes Iberia, se rascaron poco el bolsillo. Recurrieron a una operación de Leveraged Buy Out (LBO), una aberración a ojos de los profanos. Un chollo para los expertos. Mediante una LBO, los fondos de capital riesgo solo desembolsan una pequeña porción de dinero y el resto lo costea la empresa en venta. ¿Una locura? Carlyle, Vista e ICG entregaron solo 260 millones de los 950 abonados a Fluxá. Orizonia cubrió la cantidad restante mediante un préstamo suscrito con Société Générale, Bankia y varios bancos más.

De las Leveraged Buy Out firmadas en España durante 2006, la de Orizonia ocupó el escalón más alto por volumen de dinero, seguida de las de Telepizza, Dorna, Grupo Levantina y Gasmedi. Un estudio de la escuela de negocios Esade califica de "locura" el precio pagado por la compra de compañías mediante LBO en aquella época.

La transacción de Viajes Iberia a través de este mecanismo albergaba la génesis de la destrucción. Solo era cuestión de tiempo. Una crisis mundial y una gestión errática activaban la bomba. El grupo turístico destinaba cada año 70 millones de euros al préstamo con Société Générale y Bankia. Y cada año Orizonia quedaba exenta de pagar el impuesto de sociedades porque "los beneficios se los comía la enorme carga financiera", confirma una fuente de la compañía de primerísimo nivel.

La operación soufflé

No conformes con endosar a otros el peso de la compra, Carlyle, Vista e ICG se convirtieron en taxidermistas. Vaciaron la compañía de activos y dejaron el exterior intacto y hasta remozado (cambio de imagen). Parecía el mismo gigante de antes pero sin el corazón, los pulmones y las tripas. En términos gastronómicos, un soufflé. "Los fondos de inversión vendieron la sede del ParcBit a Axa Real Estate. De este modo, Orizonia pasó de propietaria a inquilina en un edificio que había sido suyo", relatan. "Luego hicieron caja con los barcos. Como Royal Caribbean había adquirido la división de cruceros a Marsans, Carnival tuvo un ataque de cuernos y compró Iberojet Cruceros", profundizan.

Por aquella época, los fondos de inversión mantenían un idilio con el consejero delegado de Orizonia, Gabriel Subías, el hombre de confianza de Miguel Fluxá y a quien se atribuyó el "pilotaje" de una LBO "pionera" en el turismo. "Carlyle se había enamorado de Subías, una persona de un marcado carácter comercial", rememoran las fuentes consultadas. "El fondo de inversión empezó a perder confianza en él cuando intentó comprar Marsans, que al hundirse dejó a deber 40 millones de euros", agregan.

Carlyle abandonó el camino de la expansión emprendida por Subías y fichó a José Duato. Los dos directivos habían coincidido en Iberostar y su amistad se fue al garete por un encontronazo sentimental. Los antiguos camaradas devinieron en feroces enemigos. Los trabajadores de Orizonia atribuyen buena culpa del naufragio a esa rivalidad. Duato salió de Iberostar por la puerta de atrás y encontró refugio en Globalia. La hora del desquite llegó en 2010: Carlyle le elige para sustituir a Subías.

"Duato es muy diferente a Gabriel. Todo lo quiere muy estructurado pero se olvida de lo más importante, vender", afirman. El directivo valenciano empezó a hilar errores de bulto con la economía española en caída libre hacia los infiernos. Empezó por retirar a todos los hombres de la camada de Subías y les reemplazó por fichajes millonarios.

La primera incorporación fue Javier Águila, un analista a sueldo de Carlyle. Águila aparecía todas las semanas por el ParcBit para supervisar el negocio en nombre del fondo de inversión. Duato le reclutó como jefe de operaciones por 684,9 euros al día (250.000 euros al año). Después aterrizó Sergio Vélez, elevado a director general financiero. Vélez cobraba a través de su consultora FTI Consulting España. Duato le ingresó 254.100 euros por los servicios prestados horas antes de anunciar el preconcurso.

La entrada de Vélez supuso el arrinconamiento de Juan Ignacio Sáiz, un profesional de la confianza de Subías y encargado de los números con Miguel Fluxá durante años. Duato le relegó al área de control presupuestario después de casi un cuarto de siglo en la casa. Gabriel Estela, amigo de Duato en la época de Globalia, pasó a dirigir el área de auditoría interna (246,5 euros al día). Los informáticos de la casa Antoni Soler y Miquel Manresa, una institución en Viajes Iberia, fueron sustituidos por Miquel Terrasa y Luis Morera.

La sección de Recursos Humanos duplicó su personal tras el desembarco de Álvaro Vázquez (693 euros al día) procedente de Zara y su segundo, Miguel Marcos -exGlobalia-. José Janer se apropió de los mandos del departamento jurídico y Jesús Pérez (760,3 euros), otro exempleado de Hidalgo, hizo lo propio en el área mayorista. Un trotamundos con pasado en Air Europa, Víctor Bañares (638,5 euros), se arrogó el marketing y el ruinoso cambio de imagen de la corporación.

Hasta aquí los nombres nuevos. Con Duato también escalaron peldaños los profesionales alejados de la órbita de Subías: Enrique Martín Ambrosio (director general de Compras y Contratación/ 887 euros) y Miguel Henales (director general On-line/798 euros).

Dinamita a 80 años de historia

Si el fichaje millonario de directivos chirrió en época de crisis, el disparate estratégico más inexplicable consistió en cambiar de nombre al buque insignia de la corporación, Viajes Iberia, una marca conocida y de garantías. De un plumazo, Duato laminó ochenta años de historia. Viajes Iberia, un clásico para el gran público, se rebautiza como Vibo. La reforma de cada una de las 950 oficinas costó 60.000 euros.

Previamente se habían abordado otras aventuras funestas: la apertura de oficinas del receptivo Smilo por todo el mundo; la constitución de la empresa Kaleidoscopio para comercializar las famosas cajas regalo cuando los competidores se empezaron a retirar de este segmento; el lanzamiento de la revista de viajes Orizon (todavía se puede encontrar en algunos quioscos); el repintado de los aviones de Orbest; la tardanza en aplicar un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) cuando los rivales lo habían hecho hace meses... Por cierto, el recorte de las nóminas de los ejecutivos nunca se concretó pese a estar aprobada.

Para matar a Orizonia no bastaba con un pelotazo y una gestión errática. Faltaba la estocada final. Con el agua al cuello, los bancos deciden olvidarse de la deuda de Orizonia (las entidades le perdonaron 600 millones mientras desahuciaban a ciudadanos por dos cuotas de la hipoteca sin pagar). El grupo Barceló, liderado por Gabriel Subías, anunció la compra en diciembre. Los empleados respiraron. Sin embargo, a los pocos días irrumpió Globalia porque el fondo ICG , tercer accionista de Orizonia, vetó la operación con Barceló. "¿Por qué el hombre de ICG en España Daniel Aymerich cerró las puertas a Barceló? ¿Qué pasó entre Globalia y Aymerich?", se pregunta una fuente de primer nivel consultada por este diario. Ese interrogante cuelga como epitafio de Orizonia, la agencia de viajes comprada en 1956 por Lorenzo Fluxá.