Se habló más del presente y del pasado que del futuro, y en el análisis hubo coincidencia. Aunque para el crecimiento de un país el capital humano es tan necesario como el capital económico y el trabajo, Balears no le ha dedicado una especial atención. Tampoco ahora lo hace. El catedrático de Teoría e Historia de la Educación de la UIB, Martí March, lamentó ayer que las clases dirigentes -políticos y empresarios- no hubieran hecho de la educación "una apuesta social de futuro". Los escasos centros de formación privados y laicos constituyen un indicador evidente. Solo existe un oasis en la historia reciente de las islas: en el germen de la UIB, década de los años sesenta y setenta del pasado siglo, se produjo una movilización de industriales y políticos para conseguir su cristalización.

Y pese a las estadísticas negativas que asolan el sistema educativo balear, Martí March destaca sus éxitos. "Desde que tenemos autonomía en este ámbito, se ha mejorado una barbaridad pese a que las transferencias llegaron dotadas con un presupuesto bajo", afirma.

Un elemento que ha distorsionado el modelo, apuntó, viene determinado por el sistema económico. El mercado de trabajo basado en la baja cualificación ha penalizado la escolarización.

De cara al futuro, Martí March expresó su preocupación por "la vuelta" a una educación "elitista" y por el retorno de los jóvenes a las aulas pero sin un futuro claro.

El investigador del Centre Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Enric Tortosa, fue mucho más negativo en su exposición, sobre todo, en cuanto a la capacidad de absorción de conocimiento por parte de Balears. Varios. "La situación no es buena", resumió. Para reforzar su opinión dio varios datos. Solo una cuarta parte de los investigadores baleares trabaja en el sector privado, frente al 45% de España. Las islas disponen de dos científicos por cada mil habitantes, frente a los once de Navarra.