Las empresas de alquiler de barcos con sede en Mallorca se han replanteado el negocio porque la actividad no rinde beneficios suficientes. "Del chárter náutico no vivimos. Hemos tenido que reducir la flota y el personal. Buscamos otras alternativas, como vender embarcaciones o abrir base en Canarias y el Caribe", explica la presidenta de la Federación Española de Alquiler Náutico, Cristina Sastre.

La compañía familiar de Cristina Sastre, Cruesa, fundada en Mallorca hace treinta años, ha optado por compaginar el arriendo con la comercialización de bajeles. En la página web oferta veleros y catamaranes que oscilan entre los 92.800 euros y los 360.000.

Fernando Garzón dirige la compañía Alborán. En su caso, ha optado por fijar base en Tenerife y Cienfuegos (Cuba), donde completa la campaña de Mallorca. "Cuando llega octubre nos llevamos los barcos a Canarias. A los clientes se les vende el one way, cogiendo el velero en Mallorca y entregándolo en Tenerife", precisa. Una travesía de este tipo en una nave para doce personas puede rondar los 4.500 euros.

El chárter náutico balear vive rodeado de amenazas. Varias empresas han echado el ancla para siempre. Multinacionales como The Moorings han buscado aguas más rentables lejos de las islas. Cristina Sastre y Fernando Garzón comparten el diagnóstico: la flota ha envejecido y la rentabilidad se ha despeñado. Varios factores han propiciado esta situación. En primer lugar, el impuesto de matriculación sobre el 12% del precio de la embarcación. Esta gravamen y la subida impositiva que se avecina en septiembre "nos resta competitividad" frente a otros destinos del Mediterráneo, enfatiza la presidenta de la Federación Española de Alquiler Náutico.

A esta chinita en el zapato se une la competencia "pirata " tanto de particulares con amarre en Mallorca como de empresas extranjeras que trasladan en verano sus yates hasta la costa balear. Estos últimos alquilan su escuadrilla de bandera foránea a través de internet y eluden todas las cargas impositivas. Su persecución no es sencilla. Cuando las autoridades interceptan una de estas embarcaciones, sus responsables aducen que los clientes son amigos. "Al servicio de aduanas le resulta más sencillo controlar nuestras empresas", se queja Cristina Sastre.

El precio de los amarres se ha convertido en otro elemento que ha terminado por minar al sector. "Los clientes me pregutan si es normal que les cobren 400 euros al día por amarrar un barco de 15 metros. Los precios de las marinas son muy altos y han espantado al turismo náutico", asevera Fernando Garzón.

A consecuencia de este fuego cruzado, algunas unidades se quedan sin alquilar en esta época del año. "Tenemos un barco a motor sin arrendar por la competencia de los ingleses que salen como privados", dice. Si no consiguen comercializarlo, se lo llevarán a Miami en un carguero y, desde allí, navegarán hasta Cuba.

Con estos precedentes, la temporada se sustenta gracias a ofertas, esgrimen los industriales. "La campaña marcha por debajo del año pasado. Cuesta llenar. Hay mucha reserva de última hora. Los precios han ido bajando mientras suben los costes", abunda Cristina Sastre. "Alquilamos con muchas ofertas. Ahora está bastante lleno, pero llevamos siete años sin aplicar subidas mientras nos comemos las subidas salariales y del IVA", apostilla Fernando Garzón.

"El arriendo de un Oceanis 40 [de 12 metros de eslora] ronda los 3.000 euros a la semana IVA incluido. De esta cantidad hay que quitar el 20% de la comisión de la agencia y el descuento de última hora. De la cantidad resultante, el armador se queda la mitad y la empresa puede percibir unos 1.200 euros", contabiliza Cristina Sastre.