La frase de Adolfo Suárez hizo fortuna en los años de la Transición. "Puedo prometer y prometo" fue un mensaje efectivo que se repitió hasta la saciedad para ensalzarlo, criticarlo o satirizarlo. Las cuatro palabras del primer presidente de la democracia encerraban dos ideas: la capacidad para afrontar los retos –puedo prometer– y la voluntad de ejecutarlos –prometo–. Los programas de los partidos políticos se presentan tres décadas después sin el mínimo rigor sobre las verdaderas posibilidades de cumplir los compromisos. Nadie estudia a priori la situación real del país... después siempre quedará la manida herencia recibida para justificar lo injustificable. Los ciudadanos no solo desconfían de la capacidad de los políticos para cumplir sus objetivos. Son mayoría aquellos que están convencidos de que jamás ha existido una auténtica voluntad de recorrer el camino anunciado. El resultado es el distanciamiento sideral entre administradores y administrados.

Los políticos se han convertido en especialistas en sacar adelante los aspectos de su programa que menos importan a los ciudadanos y, en cambio, olvidarse un minuto después del triunfo electoral de los asuntos que afectan al bienestar. Lo peor es que lo hacen en medio del entusiasmo o los abucheos de los hooligans, que aplauden o chillan con fervor a Rajoy mientras anuncia la pena de muerte económica para las clases medias. Un silencio luctuoso hubiera resultado más acorde con las circunstancias del momento, pero los diputados se encuentran más cómodos en su función de fanáticos que en la de razonables padres de la patria.

Basta un repaso al programa del partido ganador en las elecciones generales para descubrir que es papel mojado. El IVA turístico iba a rebajarse al 4%. El turismo era el motor de la recuperación española y había que mimarlo. "Presentaremos –escribían– un plan integral que valore el sector como prioritario, mejore su fiscalidad y desarrolle políticas transversales entre todos los ministerios implicados". El impuesto ha pasado del 4% anunciado al 10%, seis puntos por encima de lo prometido. "Favoreceremos una reconversión integral de zonas turísticas maduras y degradadas", escribían y, sin embargo, s´Arenal ha avanzado con Rajoy lo mismo que con Zapatero. Cero. Aunque al menos ahora no hay que mantener a la corte de Nájera. Las subidas de impuestos eran pecado mortal para los políticos de derechas. Sin embargo, en los 194 días transcurridos entre el 30 de diciembre y el 11 de julio pagamos más por la renta, Bauzá ha cargado 4,8 céntimos sobre cada litro de gasolina y Rajoy ha anunciado que el impuesto sobre el valor añadido pasa del 8 o el 18% al 21% para desesperación de empresarios y consumidores.

Las referencias programáticas al sistema financiero apostaban por exigir "las responsabilidades debidas a aquellos gestores que hayan incurrido en una administración desleal negligente", pero Rato ha tenido que arrodillarse para que se acepte una mera comparecencia en el Congreso.

Del empleo "seguro y flexible para todos" hemos pasado a que se pronostique una tasa de paro del 25% para España en 2013. La enseñanza y la sanidad eran las líneas rojas que no se podían traspasar. En Balears se nos ofreció la legislatura "de las autopistas de la educación..." Nada de eso se ha cumplido.

Nuestro drama es que los programas de los partidos españoles y la política en general se han adscrito al género de la ciencia-ficción. Todo era una ilusión, desde la riqueza de España hasta los trenes de alta velocidad, metros y aeropuertos que construían. También eran un espejismo los grandes eventos festivos o guerreros que, aseguraban, nos permitían codearnos con los grandes del mundo. Si en lugar de optar por la literatura fantástica, hubieran acompasado nuestro crecimiento a las leyes de la economía y la naturaleza, hoy no estaríamos viviendo una película neorrealista. Ya saben, una de aquellas italianas de posguerra que filmaron Lucino Visconti, Vittorio de Sica o Roberto Rossellini. Una de esas en blanco y negro que contaban historias de frustración, pobreza y desesperación.