­El mobbing o acoso psicológico en el puesto de trabajo tiene una estrategia, una metodología y un objetivo: lograr el "derrumbamiento y la destrucción moral de una persona" (ya sea un compañero, un jefe o un subordinado). Es un tipo de violencia. Sibilina. Continuada. Y de graves consecuencias para la víctima. Un tipo de violencia que sufren alrededor del 15% de los trabajadores.

Así se expuso ayer en el coloquio organizado por el club de opinión de este diario en colaboración con el Colegio Oficial de Médicos (COMIB), a propósito del libro Los monstruos del trabajo, de Joaquín Domínguez. Este médico especialista en pediatría y medicina de familia habló ayer sobre esta lacra y dio infinidad de definiciones y descripciones para poder reconocer esta práctica que consiste en un "trato degradante continuado que ataca a la dignidad de la persona".

Intervinieron en la mesa redonda Guillermo Pericás, psicólogo especialista en psicología clínica; y Tomás Blanes, médico especialista en psiquiatría. Ejerció de moderador Antoni Bennasar, presidente del COMIB.

Pericás introdujo el tema explicando las diferencias entre la violencia directa (que es "la punta del iceberg"), de la estructural (que emana de las estructuras) y de la cultural (que legitima a las otras dos violencias). Aplicado al mobbing, el psicólogo calificó a esta práctica de violencia directa, que es soportada por la estructural y justificada por la cultural. Apuntó una serie de características del acoso psicológico, como que viene "poco a poco y sin esperarlo", que "no se ve salida" y que la salud "se agrava". Pericás fue el que puso sobre la mesa el dato de que el 15% de los trabajadores ha sufrido acoso psicológico y definió al hostigador como una persona agresiva, que quiere poder y control y que nada cambie. "Son psicópatas socializados, psicoterroristas", aseguró.

Tomó el relevo Tomás Blanes, psiquiatra, que centró su intervención en analizar dos de las emociones más frecuentes entre las personas afectadas: el miedo y la culpa. Blanes señaló que el miedo es un sistema de protección con componentes de pensamiento, de conducta y físicos, y puntualizó que en condiciones normales el miedo no tiene por qué ser negativo, pero hablando de mobbing puede acabar convirtiéndose en un trastorno.

La segunda emoción más frecuente entra las víctimas de acoso psicológico es la culpa, que en un principio también es un proceso normal y deseable porque cumple una función de protección, pero que asociado al mobbing puede desarrollarse como parte de un cuadro depresivo. Además, en personas que tengan antecedentes psicóticos, pueden acabar derivando en pensamientos delirantes y alucinaciones auditivas. Blanes arrojó una serie de datos inquietantes sobre los suicidios que causa esta violencia en el trabajo al señalar que cada día del año una persona se quita la vida tras haber desarrollado una depresión a causa del mobbing.

Tomás Blanes aconsejó a los afectados comunicar a sus allegados y no quedarse aislado, y denunciar cuanto antes la situación e intentar salir de ella. En el caso de que las víctimas interioricen el miedo y la culpa como parte del trastorno, el psiquiatra recomendó buscar tratamiento. En caso de desarrollar estas emociones a resultas de la propia personalidad, señaló como recomendable una terapia cognitiva para subir la autoestima.

Joaquín Domínguez insistió en el reconocimiento de este acoso psicológico como un tipo de violencia en nuestra sociedad, "una de las más clandestinas. Recordó que la víctima puede acabar sumida en un "estado de desesperación", al ver como le intentan quitar "un derecho alienable como es el del trabajo". Recordó que puede manifestarse desde la hostilidad verbal hasta el bloqueo de la interacción emocional, por la incomunicación, buscando "hacer invisible a la víctima". Con todo, este acoso puede acabar deshumanizando a los afectados.

El pediatra resumió las fases que pasan las víctimas: de alarma, de resistencia, de resistencia desgastadora y de desgaste total. Según van pasando fase, los afectados pueden pasar de sufrir manifestaciones psicosomáticas hasta llegar a tener graves daños cerebrales estructurales o trastornos de personalidad y perder habilidades ejecutivas y psicosociales.

Por ello, Domínguez insistió en la necesidad de prevenir y atajar estas situaciones cuanto antes; situaciones que no se deben confundir con los conflictos laborales, que tanto están aumentando debido a la crisis económica.