Urdangarin tiene cuenta en Suiza. Lo confirmó él mismo ante el juez, cuando los fiscales le sacaron un documento encontrado por la Policía en los correos intervenidos a los contables y colaboradores del duque de Palma en la red societaria Nóos. Se trata de un manuscrito en el que la secretaria de Urdangarin, Julita Cuquerella, informa a un empresario de que le ha dicho "Iñaki" que le envíe "dos copias del contrato". Y añade una enigmática frase: "También me pide [Iñaki] que te copie el siguiente número de cuenta, que tu ya sabes para qué es".

Los datos corresponden a una cuenta en Lausana de Credit Suisse. Lo que no dice el documento es que el titular que está detrás de ese número sea Urdangarin. Eso se encargó de corroborarlo el imputado, que sabía antes del interrogatorio que los fiscales tenían esa pista, y admitió que esa cuenta tenía fondos en depósito. El duque argumentó que su existencia se debe a que la usó para cobrar de un empresario jordano con residencia en Suiza, que le pagó por colaborar en la internacionalización de la empresa Aguas de Valencia.

Los investigadores sospechan que ese contacto habría tenido también relaciones comerciales con el entramado societario creado en torno a la asociación sin ánimo de lucro Instituto Nóos. De confirmarse esta tesis, Urdangarin vería resquebrajarse uno de sus argumentos de estos dos días: que él no conocía el día a día económico de las empresas. La nota detectada confirma que sigue de cerca sus negocios, algo ya patente en los correos de los hermanos Tejeiro, administradores de las empresas de la trama y contables personales del duque y de su inmobiliaria.

El interrogatorio fiscal arrinconó a Iñaki Urdangarin, castigado por las más de 17 horas de preguntas del juez Castro. Los fiscales Anticorrupción elevaron la paliza a más de 22 horas, hecho que soliviantó al abogado del duque de Palma Aunque el propio letrado tuvo mucho que ver con este castigo: su negativa a que la declaración se grabará obligó a que la transcripción se hiciese a máquina. Eso forzó constantes interrupciones para comprobar cómo se plasmaban sobre el papel las preguntas y las respuestas, hecho que dilató el castigo más allá de la una de la mañana. Al cierre de esta edición, a la una de la madrugada, el interrogatorio continuaba.