Mallorca lo sabe. Lo ha sufrido. Lo recuerda cuando el otoño empieza a asomarse al calendario: el Mediterráneo no esta libre del azote de los tornados. Lo recalca uno de los mayores expertos en este tipo de fenómenos de tiempo extremo, Miquel Gayà, investigador, ya jubilado, de la delegación balear de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Tras 20 años consultando archivos históricos, hemerotecas y registros meteorológicos, ha elaborado una base de datos con más de 1.700 tornados, trombas marinas y ´downburst´ —estallidos o reventones fríos— detectados en el Mediterráneo español a lo largo de la historia, entre los que sobresalen más de 700 tornados.

Este ciclópeo estudio, que Gayà acaba de publicar en la revista científica Atmospheric Research, localiza las zonas más expuestas a los tornados en España: el arco mediterráneo —desde Murcia hasta Girona— Illes Balears incluidas, la costa sur andaluza entre Cádiz y Granada, y, ya en menor medida, la fachada atlántica gallega.

"No son especialmente fuertes"

A pesar de que en la costa mediterránea, en las últimas tres décadas, se han dado de media unos 11 tornados, 9 trombas marinas y 4 ´downbursts´ al año, no existe entre la población una percepción de que este tipo de fenómenos meteorológicos violentos sean relativamente frecuentes Esto se debe, opina el meteorólogo mallorquín, a que dichos tornados, los caps de fibló que bautizaron los marinos baleares, "no son especialmente fuertes". La gran mayoría son leves o moderados, según la escala Fujita que mide la intensidad de estos eventos de acuerdo con los daños que ocasionan los tornados. Pero llegan a ser tan devastadores como el que el 11 de noviembre de 2001 barrió Mallorca, provocó la muerte de un taxista, hirió de gravedad a un obrero de Santa Ponça, destrozó cientos de casas, cortó treinta carreteras, anegó pueblos enteros (Deià, Lluc y Soller llegaron a chapotear en una tromba de 200 litros de agua por metro cuadrado), dejó sin electricidad a 175.000 personas durante un día entero y arrancó de cuajo bosques enteros en el norte de la isla, que en algunos casos (Cala Rajada, Costa dels Pins y Pollença) aún muestranlas calvas dejadas por el cap de fibló más violento que ha golpeado la isla.

Aunque la mayoría no llegan a esa. La citada escala Fujita oscila entre los tornados F0, los más débiles con rachas de viento de entre 60 a 117 km/h que pueden ocasionar daños leves en estructuras débiles y tejados, hasta los F5, catalogados como sucesos catastróficos, pues con vientos de 420 a 520 km/h causan daños totales en edificios. Entre 1975 y 2009 el 35% de los registrados en España fueron leves (F0), mientras que el 46% se catalogaron como F1. Estos últimos causan daños moderados debido a sus rachas de entre 118 a181 km/h. Del grado F2, que causan perjuicios considerables con vientos de 182 a 250 km/h, fueron el 17% y F3 apenas el 2%, que con rachas de entre 251 y 320 km/h dejan graves desperfectos.

El hecho de que gran parte de tornados registrados en España en los últimos 33 años sean F0 o F1 no quiere decir, añade Gayà, que no sean "lo bastante fuertes como para causar destrozos". En este sentido destaca que el 15% de los pagos efectuados por el Consorcio de Compensación de Seguros en 2009 obedecen a daños por vientos extraordinarios (más de 135 km/h) o tornados. Basta con recordar el citado tornado de 2001. O uno similar en 1980 que muchos aún recuerdan en Mallorca. O sin ir tan lejos, los caps de fibló que batieron la isla el 4 de octubre de 2007, causando la muerte de un trabajador en Son Espases y poniendo del revés el polígono de Can Valero. También se llevó por delante cientos de árboles, apresados por vientos de más de 100 kilómetros por hora, los mismos que tumbaron muros, se llevaron tejados y desperdigaron por toda la isla cables de alta tensión.

Un meteoro no tan extraño

Pese a lo repetición de estos eventos tantas veces desastrosos, Gayà resalta que al tratarse de "fenómenos muy locales la sociedad percibe estos sucesos atmosféricos severos como algo raro, que apenas existe". Así, por ejemplo, el torbellino de los tornados F1 registrados en España entre 1975 y 2009, recorre de media un trayecto de 3,6 km, barriendo una zona de 148 metros de ancho, lo que origina un una área afectada de 0,6 km2. Sin embargo, según el investigador, la costa no esta libre de sufrir tornados graves (F3), tres en las últimas tres décadas, o extremos (F4). Así, recuerda que el tornado que devastó el puerto de Cádiz en marzo 1671, que dejó alrededor de 600 muertos, "demuestra que un evento extremadamente raro y violento puede darse en nuestro país". Este tornado, del tipo F4, es "uno de los más importantes ocurrido nunca en el mundo por su gran número de víctimas".

Episodios del grado F3 históricos son el tornado que arrasó el sur de Madrid en mayo de 1886, que causó 40 muertes y que Pérez Galdós noveló en Misericordia. De este tipo son también el tornado de diciembre de 1978, que volteó un avión en el aeropuerto de Sevilla, o el de junio de 1999 cerca del municipio soriano de Navaleno y el de agosto de 1999 en el Maestrazgo turolense, que arrancó 600.000 árboles en el límite con Castelló.

Pese a estos precedentes, Gayà lamenta que en las regiones españolas más vulnerables a los tornados «no se construya pensando en estos episodios de vientos extremos». "Aunque la probabilidad es muy baja, el riesgo cero no existe", advierte. Así, critica la construcción de grandes voladizos en gasolineras, centros comerciales y otros edificios, o la proliferación de «fachadas totalmente acristalados, que son muy bonitas, pero deberían prever lugares donde la gente pueda refugiarse en caso tornados F3 con vientos superiores a los 250 km/h».

Porque los tornados fueron y volverán a ser. Mallorca también es prueba de ello. Aparte de los temporales y caps de fibló devastadores ya descritos, la isla sufrió otros muchos episodios severos. Como el que el 14 de septiembre de 2004 destrozó en treinta minutos el Port de Valldemossa, antes de seguir su camino hacia el interior de la isla, donde levantó casas y malogró cosechas enteras en el Pla. O como el que castigó Banyalbufar el 25 de septiembre de 2010. O los nueve caps de fibló que solo avisaron el 25 de noviembre de 2008, cuando se acercaron a tierra pero se disolvieron en el mar, dejando claro que la amenaza llega siempre con el otoño.