No estamos como a principios de la década de los ochenta cuando se registraban entre 800 y 5.000 casos anuales de sarampión en las islas, pero el servicio de epidemiología del Servei de Salut sí ha constatado un significativo aumento de los enfermos afectados por este virus que ya se creía erradicado.

Y es que desde el pasado mes de noviembre hasta finales de este mayo se han certificado hasta 36 casos, la mayoría de ellos en Mallorca y, lo que resulta más significativo, entre adultos con edades comprendidas entre los 25 y 35 años. Esta cifra llama aún más la atención si se coteja con los casos de sarampión registrados en los ejercicios inmediatamente precedentes: ninguno en 2009; uno en 2008; ninguno en 2007; uno en 2006 y ninguno en 2005. Habría que remontarse hasta el 2004 para hallar una cifra mayor, los cuatro enfermos certificados ese año.

La doctora Antònia Galmés, jefa de sección del servicio de epidemiología, explica el fenómeno: "Se trata de un segmento de población adulta que en su momento no se vacunó pero que tampoco se contagió con este virus porque quizá en su clase sí se habían preservado otra serie de alumnos que actuaron como una suerte de muro que impidió que la enfermedad circulara por la clase".

En los 21 casos de sarampión de 2010, nueve de ellos eran adultos con la franja de edad indicada y algunos más adolescentes que no habían cumplido los veinte. Y entre los 22 enfermos por el virus de sarampión registrados hasta mayo de este año, diez ya habían superado la mayoría de edad.

En Balears, la cobertura de vacunación infantil contra el sarampión es en la actualidad alta, cercana al 90%, pero no siempre fue así y aún quedan reductos de familias contrarias a inocular una vacuna que contiene virus vivos a sus hijos ya que consideran que el remedio entraña más riesgos que la enfermedad.

Como recuerda la doctora Galmés, en esta comunidad el calendario de vacunación obligatorio incluye la triple vírica que actúa contra el sarampión, la rubeola y las paperas. La primera dosis se inocula a los 15 meses y la segunda a los seis años.

"El motivo de que la primera dosis se dispense a los 15 meses de edad es porque los bebés, hasta los 12 meses, están en cierta manera inmunizados por los anticuerpos proporcionados por la madre durante el embarazo. En otras comunidades la segunda dosis se pone a los tres años pero aquí se decidió hacerlo a los seis porque es el periodo en el que toda la población infantil ya está escolarizada", explica la facultativa.

El repunte de casos detectados hasta el momento, aparte de a la población adulta que no se vacunó en su momento, también ha afectado a los bebés de entre diez y quince meses que todavía no se han inoculado la primera dosis, a grupos de personas reacias a las vacunas ya que piensan que el antídoto es más peligroso que la enfermedad y, por último, a aquellas familias desestructuradas con acceso irregular a los servicios de salud así como a residentes europeos o de otras comunidades que se han liado con los calendarios de vacunación diferentes que rigen en sus lugares de origen, enumera la doctora Galmés.

Sobre la gente reacia a vacunarse, la jefa del servicio de epidemiología recalca que no han detectado un grupo importante que se adhiera a esta tesis, en su opinión errónea. "Se trata más bien de grupos de tres o cuatro familias que viven en un mismo entorno y que se han puesto de acuerdo para no vacunar a sus hijos. Y en mi opinión están equivocados porque el sarampión puede llegar a degenerar en una neumonía, complicación más común de esta enfermedad, o una encefalitis, el problema más grave", recalca la jefa de servicio.

Además, remacha, hay niños con enfermedades hematológicas u oncológicas que hacen inviable que se les pueda suministrar la triple vírica y que son posibles víctimas de gente de su entorno que no se haya vacunado y que les trasmita este contagioso virus muy perjudicial en su estado de salud.