­No quieren ni oir hablar de pagar por aparcar en Son Espases. Y sus justificaciones son reiterativas, pero ello no implica que no encierren su verdad. Que se trata de un hospital público. Que ya pagan las cuotas de la Seguridad Social. Que aquí, en plena carretera de Valldemossa y a diferencia de Son Dureta, no existe otra opción para aparcar. Que supone un agravio comparativo porque en otros hospitales públicos de la isla no se paga. En definitiva, exigen un parking gratuito. A lo sumo, conceden, estarían dispuestos a pagar una cifra simbólica de un euro cada vez que entraran, independiente de cuándo abandonaran el hospital. Hablan los usuarios de Son Espases.

El caso de Jaume Cerdà y Antònia Hernández, dos jubilados residentes en Búger, es una buena radiografía para un diagnóstico sobre el polémico aparcamiento. "Tenemos que venir en coche sí o sí. De otra manera nos pasaríamos el día en el transporte público. Autobús y tren hasta la plaza de España. De allí un nuevo autobús y, al terminar la visita, otro tanto de lo mismo. A mí", explica Jaume Cerdà, "me están tratando un mal en el ojo y por eso me derivaron a Son Dureta primero y ahora aquí. Cuando me operen volveré a estar adscrito al hospital de Inca, pero a mi mujer le han detectado un cáncer e intuyo que tendremos que venir mucho por aquí".

Y pasar mucho tiempo en el hospital a un precio de 1,40 euros la hora les supondrá una importante carga para sus raquíticas pensiones, añaden. "Se debería imponer un precio simbólico de un euro cada vez que entraras en el parking, independientemente de cuándo salieras", sugiere Jaume Cerdà, proposición que compartió Jaume Reynés, un jubilado parcial que también considera abusivo el precio establecido con la concesionaria y que, además, apunta otra cuestión.

"¿Y qué pasa si el especialista me ha citado a las diez de la mañana y, al final, por problemas de saturación, me atiende a las doce del mediodía? ¿Quién me devuelve los euros que me cobrarán por sus problemas de organización? ¿Qué culpa tengo yo?", se pregunta este usuario sin, de momento, obtener respuestas de la Administración.

Quién sí ha advertido sobre el aumento de la crispación y, como consecuencia de ella, de las agresiones a facultativos por estos retrasos pagados a ritmo de parquímetro ha sido Miguel Lázaro, portavoz hospitalario del Sindicato Médico. Y no es una advertencia tan descabellada. A los usuarios de la sanidad pública lo que más les molesta son las interminables esperas. Y les molestará aún más si saben que el tiempo no corre a favor de su cartera.

Porque si hay alguien bien valorado por los pacientes, éstos son los profesionales que les atienden. Por norma general no tienen queja de ellos. Adhesión que le lleva a Carmen Navarro a rendirse: "Ya pagaremos, pero que dejen en paz a estos pobrecitos (los trabajadores) que se portan muy bien con nosotros".

Más reivindicativa se muestra Maria Antònia Escandell: "¿Qué pasa con los enfermos crónicos que acuden al hospital de día? ¿Y con las urgencias? Eso no puede ser. No venimos aquí por gusto o de vacaciones. Que el Govern renegocie esto con la concesionaria".