Una escalofriante mancha de color rosácea –"como si fuera piel de bebé, pues igual"–, se extendía hace pocos meses por la barriga de Margalida Dalmau, desde el esternón hasta el bajo vientre. Hoy la cicatriz se ha reducido notablemente, pero todavía evidencia que el combate ha sido a vida o muerte. Esta mallorquina la enseña sin reparos: Sabe que ha pasado lo peor, aunque lo impactante de esta mujer es la serenidad con la que asume que todavía le queda mucho para cantar victoria. Lleva nueve meses de vida ´normal´ –si nos contentamos en este caso con poder comer como el resto de mortales–, pero es consciente de que "hasta pasados cinco años, no se podrá decir que todo ha ido bien".

Nacida en Santa Margalida hace 53 años, Dalmau es la primera persona de Balears con un trasplante de intestino delgado, una complejísima intervención que la ha tenido previamente más de tres años y medio sin poder ingerir "absolutamente nada" de comida. Desde junio de 2006 hasta el pasado febrero, Margalida sobrevivió a base de alimentación parenteral –mezcla líquida de nutrientes– que le era suministrada mediante un catéter a una vena principal. Ahora vuelve a tener en su cuerpo un intestino, aunque no a pleno rendimiento.

"El nueve de junio de 2006, a media tarde". Margalida Dalmau tiene fijada en su mente, al igual que su marido, Rafel Mateu, la fecha exacta en la que empezó su calvario. "Estábamos celebrando una fiesta para mi hijo pequeño en el jardín de casa", un bello chalé en Son Sardina, "y de repente sentí un dolor intenso en la parte inferior izquierda de la zona abdominal". Su esposo la trasladó rápidamente a la Clínica Juaneda, donde le diagnosticaron un "infarto de intestino". Dicho así "suena raro", reconoce, "pero es que es lo mismo que con el corazón, una parálisis de un órgano vital, solo que a mí me pasó con el intestino", concluye. El doctor José Andrés Cifuentes fue tajante: "Operamos ahora mismo, o se muere". Dalmau asegura que nunca antes "había tenido nada" en su sistema gastrointestinal. La enfermedad le sobrevino de repente, "y la vida me cambió en un segundo", afirma.

En esa primera intervención de urgencia, los médicos le practicaron una ileostomía –extirpación de una parte del intestino–. Luego vinieron dos más, hasta que solo le quedó "un trocito de intestino delgado de unos 30 centímetros que me aguantaba el duodeno con el colon. Ese día ya no pude comer más, y así hasta febrero de este año", recuerda apesadumbrada.

Cambio vital drástico

Margalida empezó a acostumbrarse a vivir sin intestino, paralizada en una butaca, requiriendo ayuda para hacer sus necesidades básicas: "Tenía diarreas constantes, vómitos... y con el tiempo empecé a perder el cabello, la vista se me iba, tenía algo de sordera...", relata. En verano de 2008, el endocrino de Son Dureta Joan Ramon Urgelés, dio a la enferma un aliento de esperanza: "Me dijo que haría todo lo posible para que me pudieran hacer un trasplante". Porque entonces, rememora Dalmau, incluso hoy en día, este tipo de cirugía se hacía muy poco por las escasas probabilidades de supervivencia. "Solo el 50% de los casos operados hasta entonces habían ido bien", sentencia. Por si fuera poco, a Margalida ya le faltan la vesícula y un riñón. Pero no se dejó vencer.

Se produjo entonces un punto de inflexión en la vida de esta mallorquina. Se trasladó a Madrid, y empezó a someterse a pruebas en el Hospital 12 de Octubre. El doctor Abradelo, del equipo médico que después la operaría, le pintó la cruda realidad: "´Tienes muchas posibilidades de morir´, me advirtió seriamente. Y le dije: ´Hay un 50% de posibilidades, usted opéreme y yo ya pondré el 50% restante".

"Había llegado un punto en que estaba tan mal, que me daba igual morirme en el quirófano; no podía más", narra Margalida. Pero se encontró con el doctor Enrique Moreno, considerado el maestro de los trasplantes en España. Los compañeros de este prestigioso cirujano, premio Príncipe de Asturias de Investigación, le llaman "Dios", tal cual. "´Ahora viene Dios´, recuerdo que decían las enfermeras de la planta cuando llegaba el doctor", lo corrobora sonriente Dalmau. "Le dije al doctor Moreno que me daba igual morirme, y él me contestó ´¡qué te vas a morir, estás en mis manos!´. Y me salvó". Unas manos que, asegura Margalida, "son impresionantes, enormes", y por las que han pasado, entre otros personajes famosos, artistas como Raphael.

El coraje de esta mujer ha contribuido a su recuperación, le han señalado los médicos. La noche de Navidad de 2009, llegó una donación. El quirófano se puso en marcha, y sobre "las once y pico" Margalida entraba dispuesta a todo o nada. Sin embargo, la suerte se torció. "Me operaron durante 16 horas, pero tuvieron que volverme a cerrar, porque al doctor no le gustó el color grisáceo que tomaba el intestino y lo rechazó", lamenta Margalida, que no se enteró de la mala noticia hasta el día siguiente, transcurridos los efectos de la anestesia.

El hospital puso a la mallorquina en lista de espera prioritaria en toda Europa. Justo un mes más tarde, el 26 de enero de este año, surgió una nueva donación de órganos. La operación –que duró doce horas– fue un éxito y pudieron implantarle un intestino delgado. A Margalida le hubiera gustado saber la identidad del donante, "porque le habría puesto su nombre a mi nuevo ´amigo´, pero fue imposible; está totalmente prohibido y no sé nada de la persona, ni de qué falleció, ni si es hombre o mujer...". En cualquier caso, Dalmau le está sumamente agradecida.

Pero al cabo de pocos días, la fatalidad volvió a ensañarse con esta valiente mujer. "Surgió una complicación, y el 9 de febrero tuvieron que operarme durante seis horas más para sacarme una bolsa de líquido acumulado, que era muy peligroso". Margalida recuerda que ya no le quedaba piel, y los médicos tuvieron que ponerle "una malla" para que la herida cicatrizase.

El 20 de abril, Dalmau pudo regresar a Mallorca, aunque los viajes a Madrid han continuado sucediéndose. Come normalmente, pero las grasas no le sientan nada bien. Para su desgracia, la sobrasada le cae como un tiro, explica entre risas, porque le gusta mucho.

Treinta y ocho pastillas diarias y una bolsita colgando en el abdomen inferior derecho –que recoge la materia fecal a través de un estoma (orificio)– le recuerdan a Margalida que aún no se puede cantar victoria. Dentro de unos tres meses, tendrá que volver a pasar por quirófano, en este caso para conectarle el nuevo intestino con el colon y que pueda defecar con normalidad. Pero ella se aferra al optimismo: "En España ha habido quince operaciones como la mía. Solo hay ocho personas vivas, y yo soy la primera de Balears".

Hay mucha gente que contribuye a esa vitalidad, desde los doctores mencionados hasta su hijo Miquel Àngel –"mi ángel de la guarda", le define Margalida–, o la jefa de enfermeras de cirugía de Son Dureta, Cati Pastor, "que me cuida como nadie", dice nuestra protagonista. Dalmau acude a diario a esta profesional, quien mediante la cirugía estética se preocupa de que lo que en su momento abrió un bisturí no deje más marcas que las imprescindibles.

La ayuda humana no le falta a esta trasplantada. Sí en cambio tiene mermada la económica. Margalida recibe una pequeña ayuda de la ley de Dependencia, pero enumera todo el tiempo que tuvo que estar en Madrid, en un piso alquilado, porque no podía compartir debido a la esterilización requerida por su enfermedad. Su hijo tuvo que dejar el trabajo para poder irse con ella a cuidarla, porque su marido tenía que quedarse en Palma con el pequeño. "Han sido muchos meses de gastos, la Seguridad Social se ha portado estupendamente, pero creo que el Govern debería ayudarme con estos costes. Ahora subvencionan a los familiares de enfermos que tienen que desplazarse", recuerda, por lo que reclama una ayuda retroactiva y un trabajo para su hijo.