A las 20,30 horas del 3 de marzo de 1996 miles de enfervorizados militantes del PP se concentraron frente a la sede del partido en la calle Génova de Madrid. Celebraban un previsible triunfo por mayoría absoluta después de 13 años de felipismo en el Palacio de la Moncloa. Las encuestas publicadas una semana antes de que concluyera la campaña electoral pronosticaron esta gran victoria que pondría fin al gobierno de un PSOE inmerso en el lodazal de la corrupción y los GAL. Los primeros sondeos a pie de urna confirmaban la tendencia.

"Pujol, enano, habla castellano" era uno de los gritos más vitoreados por los seguidores de una derecha eufórica. Al presidente de la Generalitat y líder de Convergència i Unió no le perdonaban que durante los tres últimos años hubiera sostenido el Gobierno de González con los votos de sus diputados. La campaña mediática impulsada por el PP había acusado al médico reconvertido en político de chupar la sangre –o, lo que es peor, el dinero– de todos los españoles y de situar a Cataluña al borde de la secesión. La venganza estaba a punto de consumarse.

Algunos de los que más gritaban se quedaron chasqueados cuando, una hora después, los dirigentes populares comenzaron a aplacar su ira antipujoliana. Los resultados eran inferiores a los esperados. El PP sumaba 156 escaños, una mayoría alejada de la absoluta, y si Aznar quería convertirse en presidente del Gobierno iba a necesitar los votos de los 16 diputados de CiU, los cuatro de Coalición Canaria y los cinco del PNV que lideraba Xabier Arzalluz.

La reconversión del PP hacia la fe catalanista comenzó en el momento en que aplacó los gritos de sus bases en la noche electoral. Continuó pocos días después en una entrevista de Aznar en TV3 en la que pronunció una frase para la historia: "Hablo catalán en la intimidad". De las anécdotas se pasó a la negociación política. Primero, el presidente del Gobierno multiplicó por dos todo lo que González había cedido a Cataluña. Después, se cargó de un plumazo a Alejo Vidal-Quadras, líder del PP en Cataluña, aunque le reservó una bien remunerada canonjía en el Parlamento Europeo.

Vidal-Quadras era entonces y es ahora un furibundo antinacionalista que entre 1991 y 1996 fue utilizado para fustigar a Pujol y, de rebote, a González. Con frecuencia utiliza su verbo fluido contra los compañeros. Por ejemplo, el 28 de julio lanzó sus dardos hacia los concejales del populares de la isla que respaldaron las mociones de la plataforma Avançam. Escribió que "el número de débiles mentales entre los concejales del PP balear es claramente superior a la media nacional", les recriminó porque "no saben ni lo que son ni lo que representan" y reclamó "un curso intensivo de alfabetización ideológica para los cargos electos del PP balear" (http://alejoresponde.com/2010/07/).

José Ramón Bauzá tiene en uno de sus vicepresidentes, Carlos Delgado, al Alejo Vidal-Quadras de la derecha balear.

El presidente del PP balear iba lanzado hacia una clamorosa victoria en las elecciones de mayo de 2011, pero está cometiendo tantos errores que, aunque nadie pone en duda que será el más votado, entre sus huestes comienza a extenderse la idea de que se aleja la mayoría absoluta acariciada hace pocos meses. Problemas con las candidaturas en Formentera –una demarcación clave–, Eivissa y Mallorca aumentan la desconfianza sobre una repetición del triunfo absoluto logrado en los años 1995 –a los pocos meses Cañellas dimitió– y 2003 –inicio del cuatrienio "del milagro de los panes y los peces", en palabras de Vidal Quadras–.

Si no hay mayoría absoluta, solo quedan dos opciones: chuparse otros cuatro años en el banquillo de la oposición –mucho peor que el de una sala de juicios– o intentar un acuerdo a la desesperada con Unió Mallorquina.

Puesto en esta tesitura, José Ramón Bauza comenzará a hablar catalán en la intimidad y en público, el decreto de mínimos no solo no se eliminará sino que pasará del 50 al 80% y Carlos Delgado será sacrificado igual que Alejo Vidal Quadras lo fue en 1996. Pasará a la retaguardia, se irá del partido o será catapultado a un cargo que le aleje de Mallorca para que los principios inmutables nunca sean un obstáculo para la conquista del poder.