Ayer no había ningún concejal del PP en el hospital de Inca. Prometido. El que firma los buscó con ahínco, pero ayer era domingo y las visitas políticas se reservan para horario laboral. Van con el sueldo público. Lo comentaba como chascarrillo uno de los huéspedes forzosos del hospital, que a media mañana mataba el rato en los pasillos a la espera de visitas deseadas. "¡Es que si viene hoy un político en vez de mi hija sale de aquí caliente! Pero tranquilo que no pasará nada: hoy no verás a ninguno de esos por aquí. Como lo hacen por obligación, no vendrán un domingo. Pero al menos una vez por semana los del PP se pasan", cuenta entre el chiste y la mala leche el paciente, un veterano de los pasillos del hospital de Inca: corazón obliga. "Me ingresan al menos una vez al año". Y por eso ha sido testigo de más de una visita de políticos, pese a no ser de Inca. "Llegan, preguntan por el nombre del que les interesa y saludan al que contesta. Pero si eres de Pollença o de Lloseta no te dicen nada. Ahora ya sé cómo se enteraban de quién era de Inca y quién no", remacha, en referencia a las informaciones de DIARIO de MALLORCA, que le tienen mosqueado y con el verbo encendido. "No me gusta que mis datos circulen por ahí de cualquier manera. Es una canallada. Y no me hagas hablar más que digo alguna burrada, y a ti te da igual, pero a mi me tienen que atender".

Así que respetamos su anonimato, pese a que el personal que tiene que tratarle parece tan indignado como el paciente. "Como alguno quiera echar la mierda encima de los trabajadores se va a liar", avisa una auxiliar, antes de declararse ignorante en materia de listas: "Yo no sé si tienen el listado o no, me reservo mi opinión, pero tengo claro que los que vienen por aquí saben muchos muchos datos", añade la profesional. Y como apareció se va: zumbando.

"No es ético"

Más tranquilo pasea a unos metros Manuel López, de visita dominical en el hospital de Inca. "Vengo a ver a mi suegro", aclara Manuel. Él es de Inca, pero su suegro es de Pollença. Quizá por ello no ha recibido visitas políticas. Aunque las ha visto en directo. "Hace unos días vinieron por la habitación los del PP de Inca y preguntaron por el otro señor. Pero a mi suegro no le dijeron nada: como es de Pollença...", relata sin perder la sonrisas, riendo con un tema que en realidad no le hace gracia. "No es ético que utilicen así los datos. Tienen mejores formas de hacer campaña. Te da idea de los políticos que tenemos", razona Manuel López, infinitamente más reflexivo que algunos políticos.

Como los que visitaron hace ya unos meses a Julia, que entonces no había oído hablar de datos filtrados, pero se quedó escamada. "Vino a mi habitación una señora del PP que sabía mi nombre, pero yo no la conocía de nada. Me preguntó cómo estaba, le dije que me dolía la cabeza y quería estar sola y se fue. Luego me enteré de que era concejal y venía mucho. Ahora ya sé de dónde sacó mi nombre". También lo tiene claro una política de renombre de Inca, que relata cómo los del PP visitaron a su madrina pero no a su hijo, algo que ahora comprende: "Mi hijo lleva mi apellido, pero mi madrina no. Por eso la fueron a ver a ella, pero a mi hijo no".

"Sabían quién era de Inca"

Historias similares se escuchan por toda la comarca del Raiguer. Hablan de casualidades inexplicables y visitas ignorantemente bien informadas. Como la que cuenta otro vecino notable, éste de Alaró: "Una amiga de Mancor estaba ingresada cuando entró una regidora del PP que se comportaba como si estuviera en su casa y ya sabía cuál de las dos pacientes era la de Inca y cómo se llamaba. Ahora ya sabemos cómo", abunda, calcando la coletilla de la mayoría de los protagonistas de este reportaje: "Ahora ya sabemos cómo".

Aunque no todos la hacen suya. No Miguel Bennàssar, un vecino de Inca que, para su desgracia, conoce bien el hospital: lo visita regularmente para acompañar a su esposa. De ahí que sepa que las rondas de concejales del PP "y también del alcalde de Caïmari" se producen, aunque él cree que no tienen un listado: "A mi mujer la saludaron cuando me vieron en la puerta de la habitación. Venían a ver a otro paciente y como me conocían entraron", argumenta.

Menos dudas tiene Pep Roig, que afirma que su novia recibió la visita "de una concejala del PP que preguntó su nombre sin conocerla de nada". De ahí el mosqueo hospitalario, que enciende tertulias de pasillo como la de Mari Carmen Gutiérrez y Caridad Garceras. "A mi no me agradaría que entrase un político de campaña en mi habitación cuando estoy mal. Si se lo hacen a mi marido, que está ingresado y hoy tiene migraña, los echa a la primera", dice Mari Carmen, a la que rebate Caridad: "A mi sí me gustaría que vinieran. He trabajado con mayores y sé que agradecen un cariño. Aunque lo que más me gustaría de la visita sería poder decirles cuatro cosas", argumenta con mucha gracia y poca disposición a que un político le amargue el día. Aunque ayer no había peligro: era domingo. Y ya saben, las visitas política, en horario laboral.