Si viven en Mallorca, esta historia seguro que les suena. Habla de aerolíneas que venden motos. De tarifas de 15 euros que tras aplicarle el descuento de residente y un generoso listado de recargos acaban convertidas en facturas de 45 euros. Porque en el tránsito de la letra a la música se ganan muchas notas. Muchos euros. Tantos que, por mucho que diga la ley, el descuento de residente nunca es del 50%: ninguna compañía lo aplica sobre todos los cargos y variables del billete. Cada casa tiene su librillo, pero analizadas Iberia, Air Europa, Spanair, Air Berlin y Ryanair se puede concluir que la subvención acaba cubriendo entre el 33 y el 45% del precio final del billete. Cuanto más barato es el viaje, menor suele ser el porcentaje de subvención, porque ganan peso en el total componentes sobre los que no se aplica descuento. Como los gastos por pagar con tarjeta. O algunas tasas. O los cargos de emisión. Es el caso de un viaje reservado con Spanair en el que se subvencionan 23 de los 69 euros del precio final (un 33%). Y no es Spanair la aerolínea más juguetona. Más bien al contrario: Spanair nunca aplica un extra por defecto e informa de todas sus tasas, algo que lo que no pueden presumir todas. Estos son algunos de los trucos que contribuyen a que su tarifa nunca sea lo que parecía.

La maleta sale cara

Los diseñadores de maletas hace tiempo que descubrieron la piedra filosofal: el negocio es fabricar bolsas de gran capacidad y reducido tamaño que eviten facturar. Porque si se factura hay sorpresas. Air Europa y Spanair cobran por la segunda maleta facturada: cada pieza extra sale por 50 euros. Otras se lucran desde la primera maleta: es el caso de Ryanair, que calca 26 euros por bulto facturado y trayecto. O sea, 52 euros ida y vuelta. También salen caros los kilos de más (en la maleta): si se rebasa el límite (cada aerolínea fija uno) hay que sacar la cartera. Ryanair cobra el kilo más caro que el de gambas: a 20 euros (o 20 libras, que para Ryanair euros y libras son lo mismo). Air Berlin y Spanair piden 10 y Air Europa aplica 14 por todo el sobrepeso.

Atentos, hay trampas

Aunque se salga bien parado del pulso por la maleta, hay que seguir alerta. Sobre todo cuando la reserva se hace vía internet: algunas compañías dejan seleccionadas por defecto opciones que encarecen el billete. Lo hace Air Europa con algo que llaman "opción de cambio": son quince euros y permite modificar el billete, pero si no se deselecciona suben directamente a la factura. Otras hacen lo mismo con el seguro de vuelo: no es obligatorio, pero todas lo recomiendan y algunas marcan su contratación por defecto. Y ya saben, si no se dan cuenta, suben al marcador. Y son entre 5 y 20 euros por trayecto.

Gestiones dolorosas

Hay billetes en los que se paga más de gastos de gestión y emisión que de tarifa. Sobre todo con las compañías de tarifa más baja. Aunque las aerolíneas cobran más o menos lo mismo: entre 10 y 20 euros, a los que no se suele aplicar el descuento de residente. Para mitigar el daño, algunas aerolíneas hacen trampas a favor del cliente. Como Air Europa, que descuenta quince euros para reducir el impacto de los gastos de gestión. Primero lo cobran, luego descuentan una parte. Pero no es lo habitual. Air Berlin, por ejemplo, tiene también una "tasa de servicio" de quince euros.

Ay, los perros... y los niños

Las mascotas pagan por volar. (Si las admiten: Ryanair no lo hace.) Y por mucho que vivan en Balears, no tienen descuento de residente. Por ello es habitual que el perro o el gato abonen una tarifa más alta que sus dueños, pese a ir en una caja bajo el asiento. Los precios varían por trayecto entre los 25 y los 30 euros. También elevan la factura los bebés. Les toca pagar aunque vayan en el regazo de sus padres. Cada aerolínea tiene un método: algunas les facturan un 10% de la tarifa, otras añaden recargos por el bebé de hasta el 30%. Y si el niño está crecidito, pasa por caja. Sobre todo si va solo y tiene menos de 13 años: en ese caso es obligatorio que, además de pagar su billete, se le contrate un servicio de acompañamiento que cuesta entre 20 euros por trayecto (Air Europa) y 80 (Iberia en vuelos largos). Y para esto tampoco hay descuento de residente que valga.

Le cobran su tarjeta

Al final de la reserva hay que pagar. Claro. Y la única forma de hacerlo es usar una tarjeta de débito o crédito. La broma pesada es que las aerolíneas (Iberia y Air Berlin no lo hacen) le cobran por pagar con ella pese a que no ofrecen otra alternativa de pago. Depende de la compañía, pero el recargo está entre los cinco y los diez euros por viajero y trayecto, aunque abone usted cuarenta billetes con una sola operación bancaria. Por supuesto, para este recargo, ser residente vale lo mismo que no serlo: nada.

Ojo con lo que imprimen

Si han sobrevivido a todas las emboscadas, ojo: hay más. Algunas son inevitables, como el recargo de combustible que aún se aplica pese a la caída del petróleo. Y luego hay escaramuzas donde menos se temen. Sobre todo en aerolíneas como Ryanair, que le mandará a su correo los detalles del viaje pero no la tarjeta de embarque: si se equivoca e imprime esos datos antes de ir al aeropuerto, le costará 40 euros, que es lo que cobran en el mostrador por imprimir un trozo de cartón que el resto dan gratis. Y puede ser peor. Si va directamente a la puerta de embarque con los datos que le mandó la aerolínea, le pasará lo que a una inglesa en Palma el 28 de octubre: se quedará en tierra. Aunque llore y patalee. Aunque tenga una conexión en su destino para viajar a la Cochinchina. Aunque el resto del pasaje (entre ellos el que firma) le dé su apoyo. Aunque ya sea imposible pagar el recargo de 40 euros. Se quedará en tierra. Y con usted, sus derechos.