La educación emocional busca construir el propio bienestar del docente, del alumno y de las familias a través del desarrollo de competencias emocionales para afrontar los retos de la vida. Esta metodología pretende responder a las necesidades sociales que no se cubren con las asignaturas ordinarias. La sociedad actual caracterizada por la violencia, la ira, el consumo de drogas, los suicidios o el intento o el acoso escolar y laboral "conlleva una carga emocional muy potente", explica el pedagogo y psicólogo Rafael Bisquerra que ayer charló sobre la educación emocional y la adolescencia en el Club Diario de Mallorca. El fundador del Grupo de Investigación en Orientación Psicopedagógica explica que esta carga emocional se puede regular tomando conciencia de las propias emociones y aprendiendo a controlarlas. "La regulación emocional, es decir, controlar el estrés, la tristeza, tiene un efecto en la mejora de la concentración, de la atención y del rendimiento académico del alumno, además de lograr una mejor relación profesor-alumno.

De todas maneras, Bisquerra destaca que el primer destinatario de la educación emocional son los docentes ya que su profesión conlleva una gran tensión emocional que pueden contagiar a los alumnos y a las familias. En cambio, si aprenden a controlar sus emociones y la enseñanza se ejerce con pleno bienestar, los beneficios se reflejarán en los estudiantes. "El profesor cuando entra en la clase debe transmitir bienestar. Soy consciente de que es muy difícil de poner en práctica pero la educación emocional abre nuevas vías en la enseñanza", apunta.

El experto señala que la educación emocional cuenta con muy poca implantación en las escuelas ya que esta materia no está institucionalizada en la práctica. De hecho, el pedagogo puntualiza que sólo se cursa a través de un máster en la Universidad de Barcelona. "Si no es a través de la formación continuada, no llega a todos los educadores, solo a los interesados", afirma.

Bisquerra adelanta que la educación emocional se puede introducir en los colegios e institutos a través de la acción tutorial o a partir de la asignatura Educación para la Ciudadanía. Asimismo, el pedagogo adelanta que actividades para fomentar esta práctica están relacionadas con los ejercicios de autocontrol, concentración, role-playing (interpretación de papeles)...

Los padres también son uno de los destinatarios de esta metodología de aprendizaje. El consejo que da Bisquerra a los progenitores es "fomentar la capacidad para captar las emociones de sus hijos". "Los padres deben ser capaces de escuchar a sus hijos más allá de las palabras, deben preguntarse el por qué de la rabia o de la ira de su hijo", aconseja. Y a los adolescentes les invita a reflexionar sobre uno mismo, saber el motivo de sus pensamientos y de lo que quieren hacer. El grupo de amigos, el entorno familiar y la propia personalidad del adolescente son factores que pueden conllevar comportamientos de riesgo. Y es que muchos jóvenes empiezan con el consumo de drogas o la violencia por la necesidad de experimentar emociones nuevas o por no saber decir un "no". La capacidad de interponer la inteligencia entre los estímulos que recibe el joven y su respuesta es fundamental para evitar caer en comportamientos negativos. Bisquerra concluye que tener una actitud positiva ante la vida se convierte en un factor protector.