La doctora Anna Travesset, profesora de Investigación del IMEDEA, alerta que el cambio en el uso del suelo y las especies invasoras son los dos motores del cambio global que más amenazan la biodiversidad de las islas. Reitera que las islas no necesitan más campos de golf y que los gatos, las ratas y los coatíes son los depredadores más peligrosos para las especies autóctonas como el virot o el ferreret. La investigadora charla sobre los efectos del cambio global sobre la biodiversidad terrestre en el marco de la Semana de la Ciencia y la Tecnología. Puntualiza que el cambio global es el cambio que se produce a causa de la influencia de las actividades humanas sobre el funcionamiento de la biosfera.

– ¿Qué consecuencias tiene el cambio global en la biodiversidad de las islas?

–Los efectos son más acentuados que en el continente porque las islas son sistemas más frágiles. Los diferentes motores de cambio global son el calentamiento global, los cambios de hábitat, el efecto de las especies invasoras, la sobre explotación de los recursos y la contaminación. En las islas, el cambio de hábitat es uno de los motores del cambio global que más afecta, por ejemplo, convertir áreas naturales en campos de golf. Las especies invasoras también afectan mucho a Balears porque la fauna y la flora de las islas están menos adaptadas a sufrir cualquier perturbación de un depredador. Mallorca y Menorca no tienen sargantanes debido a que no tenían defensas contra los depredadores y desaparecieron.

– ¿Cuáles son los depredadores más peligrosos?

– Gatos, ratas y coatíes son los depredadores más importantes. Los gatos silvestres son muy peligrosos y representan una amenaza muy grave para el virot. Recientemente, se introdujo el coatí, un carnívoro muy agresivo que está creciendo en la Serra de Tramuntana. La conselleria de Medio Ambiente lo controla pero no es fácil y supone un grave peligro para las especies nativas de aves como el virot. Las serpientes de agua son una amenaza para el ferreret. Y es que los depredadores exóticos tienen un impacto más grande en las islas porque las especies autóctonas no tienen tiempo para desarrollar defensas. Por ello, son muy vulnerables y en pocos años pueden desaparecer.

– ¿Cuál es la especie de Balears más amenazada?

– Hay muchas. Tal vez no se trata de extinciones totales, pero sí locales como las especies que vivían en la costa y se han cargado su hábitat al construir urbanizaciones o puertos marítimos. Especies costeras como las saladinas son las más vulnerables, sobre todo, aquellas que solo viven en un determinado sitio como el Limonium Barceloi que habita en Ses Fontanelles. Las especies que tienen una distribución más restringida son las que tienen más riesgo de desaparecer cuando se altera su hábitat o se introduce otra especie. El virot se considera una de las especies en peligro crítico.

– ¿Los anfibios son más vulnerables?

­– Sí. Hay un hongo que amenaza las poblaciones mundiales de anfibios, un hongo que con el aumento de la temperatura se reproduce mejor. Este hongo ha llegado a las islas y amenaza una especie endémica como el ferreret. La contaminación de las aguas, la desertización y los rayos ultravioletas también les afectan mucho.

– ¿Qué impacto tienen en el archipiélago las invasiones biológicas?

– En las islas casi un 20 por ciento de la flora es exótica, proviene de otros países debido a la agricultura, porque ha entrado de forma accidental o la han plantado en los jardines y se escapan a los sistemas naturales. Las tortugas pequeñas que compran los niños en las tiendas de mascotas, cuando crecen se dejan en s´Albufera y es peligrosísimo porque altera el "equilibrio", aunque sea una palabra polémica. El Carpobrotus también ha invadido sistemas dunares y la costa en general porque tiene una capacidad de propagarse brutal e impide que las plantas nativas puedan arraigarse. Por ello, cambia toda la fisonomía del hábitat.

– ¿Qué puede hacer un ciudadano para mitigar estos efectos?

– Pequeñas cosas como intentar contaminar menos utilizando más el transporte público. Si lo hiciera todo el mundo, estaríamos frenando el crecimiento de la concentración de CO2. Respeto a las especies invasoras, lo primero que debería estar regulado es que si se sabe que una especie puede modificar un hábitat natural, no debería estar a la venta. En Balears no se controla nada, pero en otras islas como Nueva Zelanda se hacen registros exhaustivos y comprueban si los pasajeros introducen, por ejemplo, semillas en los zapatos. Estoy trabajando en las islas Galápagos y al llegar te hacen un chequeo total de tu mochila, fumigan el equipaje y rellenas un cuestionario, es un control muy intenso. La gente tiene que estar más concienciada y se deben divulgar los efectos de las especies exóticas.

– ¿Pide un control de entrada y salida?

– Sí, sí. Ahora no hay y plantas como el carpobrotus deberían estar declaradas como plaga porque causan muchos problemas al sistema mediterráneo y especialmente en las islas. Estas especies no deberían poderse vender en los viveros. Si las atacas al entrar, es factible erradicarlas pero cuando han ocupado muchas hectáreas es casi imposible. Controlar y mitigar los impactos de las especies invasoras nos está costando mucho dinero.

– ¿Tiene cifras?

– Por ejemplo, erradicar el Carpobrotus en algunas costas de España entre 2002 y 2007 costó 580.000 euros. No es una cifra tan alta si se compara con el Jacinto de agua, una planta ornamental que invade lugares naturales. En las islas invadió s´Albufereta. En el mismo periodo, se invirtieron en todo el Estado 3,3 millones de euros para controlarla. La prevención es lo mejor.

– ¿Qué medidas aconseja a los gestores?

– Frenar la pérdida de hábitats naturales. Ya tenemos suficientes campos de golf, es absurdo construir más. A corto plazo darán beneficios a cierta gente pero a largo plazo no es sostenible. Otras medidas son mantener la heterogeneidad del paisaje porque los monocultivos conllevan una menor resistencia a las plagas; reducir la fragmentación del sistema natural; prevenir las invasiones o restaurar los ecosistemas.