Elena Rodríguez Codd es historiadora y durante los últimos siete años ha investigado en el Memorial de Buchenwald, el campo de concentración nazi. Allí ha conseguido averiguar el vía crucis que sufrieron los mallorquines desde su exilio hasta la deportación. También ha ayudado a varias familias a saber el paradero de allegados desaparecidos. Ante la división que aún genera la memoria histórica, invita a "presionar a la clase política a través de la crítica constructiva para evitar que se siga manipulando la historia". Y a todos aquellos que ponen en duda determinados hechos históricos, les emplaza a contactar con los expertos para que les enseñen los documentos pertinentes. Así, "antes de poner en duda o mentir, puedan conocer la verdad y evitar una indignación innecesaria". Y es que conoce a la perfección que "determinados comentarios frívolos hacen mucho daños a las familias".

–¿Por qué los campos de concentración?

– Durante mis estudios universitarios en la UIB intenté especializarme en las relaciones entre Franco y Hitler y en el nacionalsocialismo. Después seguí formándome en las islas, en Inglaterra y tambiéen en Alemania, donde tuve la gran oportunidad de hacer una prácticas en el Memorial de Buchenwald, antiguo campo de concentración nazi. Repetí un año como voluntaria y fue cuando me especialicé en el trabajo de archivo. Investigué sobre la deportación republicana española en este antiguo campo. También visité el resto de los archivos de los antiguos campos de concentración de Alemania, Austria, Polonia y algún archivo francés. En el Memorial he vivido momentos muy especiales con antiguos deportados y sus familias. A pesar de ser un lugar que representa tanto dolor, mi trabajo en el archivo ha sido muy gratificante, porque las familias han podido conocer un poco más del pasado de sus allegados, conocer sus destinos por muy dolorosos que fueran y así dejar de vivir en un oscuro túnel de desconocimiento.

–¿Cuántos mallorquines estuvieron presos o fueron exterminados en los campos de concentración de Europa?

– Más de 30 fueron deportados a los diferentes campos nazis (Mauthausen, Buchenwald, Sachsenhausen...). Según mis investigaciones, de éstos fallecieron doce.

–¿Le ha llamado la atención algún caso que haya investigado?

– El caso de Jaume Rebassa es único en la deportación republicana. Junto con otros compañeros socialistas, Rebassa salió en barca de Andratx hacia la costa norteafricana. Por sus cargos durante el gobierno de la II República en el ayuntamiento de Palma era un claro candidato a la represión franquista. Durante su travesía fue interceptado por un barco italiano. Fue detenido como prisionero político y encarcelado en la Italia de Mussolini desde otoño de 1939 a agosto de 1943 en tres diferentes prisiones. Una vez roto el pacto entre Hitler y Mussolini, los alemanes invadieron Italia y los prisioneros de los campos italianos fueron reconducidos a los alemanes, entre ellos el mallorquín. Este palmesano primero fue deportado al campo de Flossenbuerg y unas semanas después al de Buchenwald. Por último fue enviado al campo exterior de Dora, donde falleció en Navidad de 1943.

–¿Sus investigaciones ayudan a los familiares de los desaparecidos?

– La investigación intenta explicar objetivamente la historia con el fin de evitar su instrumentalización por parte de cualquier persona. Al dedicarme a conocer en mayor profundidad las biografías de los deportados, mi trabajo ayuda a los familiares a conocer el vía crucis que sufrieron desde el exilio hasta la deportación. Dado que hasta hace poco no se hablaba de éste tema por temor a las represalias políticas, muchas familias no tuvieron oportunidad de conocer el destino de sus padres, tíos o abuelos. Me refiero al caso de una mujer con cuatro hijos que vio por última vez a su marido durante la Guerra Civil, ya que decidió tomar las armas para luchar contra los insurgentes. Su marido cruzó la frontera francesa a principios de 1939 huyendo de las tropas franquistas. Desde entonces la familia no tuvo más noticias. Esta persona, que prefiero dejar en el anonimato, sufrió las condiciones de vida de los campos de internamiento franceses, luchó en la Resistencia francesa como continuación a la lucha contra el fascismo y por este motivo fue detenido por los alemanes y, en consecuencia, deportado a un campo de concentración alemán, donde finalizó su vida. Hasta hace pocos años su familia pensaba que los había abandonado para empezar una nueva vida en Francia. Gracias a la investigación histórica han podido cerrar una herida abierta. Este ejemplo es uno más de lo importante que es la investigación, hablar del pasado para conocerlo mejor.

–La memoria histórica aún divide a la sociedad. ¿Por qué los familiares necesitan saber qué pasó en la Guerra Civil?

–Hoy en día hay un debate abierto sobre el pasado reciente de nuestro país, un debate que no tendría que causar tal crispación, crispación fomentada por personas que se toman la libertad de hablar de hechos históricos sin conocerlos realmente o frivolizándolos con el objetivo de instrumentalizar la historia para sus propios fines. Así se confunde más a la sociedad y se evita una reflexión de nuestro pasado. La investigación no tiene que ser sectaria. Durante 40 años se habló de las víctimas de una parte, hoy se habla de las otras porque durante años las familias no pudieron hacerlo. La investigación y la reflexión sin crispación hará que podamos conocer nuestra historia sin manipulaciones. Para ello algunos políticos tienen la responsabilidad de dar ejemplo a la sociedad al hablar de nuestro pasado sin intentar dividirla para sus propios fines políticos y nosotros tendríamos que presionar a la clase política a través de la crítica constructiva para evitar que se siga manipulando la historia.

–¿Los familiares también son víctimas?

–Sí, muchos familiares han sido víctimas de la historia porque han tenido que callar las consecuencias políticas, económicas y sociales que vivieron por la actuación de sus allegados: marginación social (señalados por los vecinos como "el rojo" o "el facha"), falta de recursos por la ausencia de una figura masculina en la familia o la vigilancia policial y también vecinal a las familias catalogadas como "peligrosas para el régimen".