Sentencia salomónica. Un tribunal de Palma ha establecido que un matrimonio que se ha divorciado, pero que no ha alcanzado un acuerdo sobre quién de los dos debe quedarse con la casa que comparten, utilice un sistema rotatorio para que cada uno de ellos disfrute de la vivienda durante seis meses al año. La mujer podrá utilizar la casa, y lógicamente con todo el ajuar doméstico y los muebles, los seis primeros meses del año. El día 30 de junio tendrá que abandonar el piso y entregarle la llave a su ex marido, para que pueda vivir en él hasta final de año. Así, sucesivamente hasta que vendan la casa o alcancen otro tipo de acuerdo que beneficie a los dos.

Esta sentencia pionera, dictada por la Audiencia de Palma, resuelve un conflicto familiar de una pareja sin hijos que decidió poner fin a la convivencia, sin llegar a un acuerdo sobre quién de los dos se debía quedar con la casa que se había convertido en el domicilio familiar. De hecho, las posturas estaban tan lejanas una de otra que ninguno de los cónyuges, pese a terminar su relación de pareja y no precisamente de muy buenos modos, se había marchado de casa. Se habían convertido en una pareja de separados conviviendo bajo el mismo techo.

La mujer era quien estaba más interesada en que un juez ordenara a su marido a que abandonara el inmueble. Ella adquirió inicialmente la casa, pero cedió la mitad indivisa a su esposo por un precio próximo a los 50.000 euros. El varón había sufrido un fracaso matrimonial anterior, y tenía un hijo con su anterior pareja, pero no tenía vivienda. Entre ambos decidieron vivir en el piso de ella.

En la demanda se explica que la mujer mantiene que el dinero que teóricamente cobró por entregar la mitad de la casa a su esposo nunca llegó a pagarse. Se trató de una venta ficticia. Según ella, al contraer matrimonio, y debido a los gastos de la boda, decidieron realizar una ampliación de la hipoteca. Su nómina no era precisamente muy alta y el banco no estaba muy dispuesta a ayudarla. Pero en la entidad le propusieron una solución: Que su futuro marido compartiera la hipoteca. Con el dinero se pagó la boda. Para que esta solución se realizara en los documentos debía figurar el varón como propietario de la mitad indivisa de la casa y, lógicamente, también debía asumir el pago del préstamo hipotecario. La mujer tiene presentada una demanda, que todavía no está resuelta, para demostrar que fue una venta ficticia y que la casa es suya.

Todo iba sobre ruedas hasta que un día el amor se terminó en la pareja y decidieron poner punto y final a la relación. No tenían hijos y el único vínculo que les quedaba era el préstamo hipotecario que habían firmado los dos con el banco.

Aunque no se sabe muy bien quién de los dos acudió al juzgado de familia para tramitar el divorcio, lo cierto es que ambos cónyuges siguieron viviendo bajo el mismo techo. Ninguno quería abandonar la casa, porque ambos se consideran propietario de la mitad del inmueble. Teóricamente era un caso sencillo al no existir hijos de por medio. La pareja quería divorciarse y punto. Pero el caso es que la juez no estableció quién de los dos debía marcharse de la casa, entre otras cosas porque no le correspondía a ella aconsejar a los cónyuges que vendieran la casa y se repartieran el dinero. Así, por tanto, mientras negociaban una solución no veía motivos para que no continuaran viviendo bajo el mismo techo, ya que el mismo derecho tenía él como ella de disfrutar del inmueble. Eso sí, debían seguir pagando entre ambos la cuota mensual de la hipoteca.

Divorcio conflictivo

La mujer no estuvo conforme con esta decisión y decidió recurrir. Aunque inicialmente no lo había propuesto, en el recurso su abogado planteó la posibilidad de realizar un turno rotatorio para el disfrute de la casa. No había sido precisamente un divorcio tranquilo, y los cónyuges apenas se hablaban. Aunque lo más lógico era que hubieran puesto a la venta la casa, o al menos alquilarla para repartirse el dinero, no llegaban a un acuerdo para encontrar una solución. Y mientras tanto, seguían viviendo juntos y viéndose cada día.

El marido, en cambio, consideró que la solución que proponía el abogado de su esposa era un disparate y que no había motivos para seguir como hasta ahora. Sin embargo, esta situación salomónica ha sido acogida por el tribunal de la Audiencia, que tiene muy en cuenta que en estos momentos existe una gran dificultad para vender o alquilar una vivienda, y mientras no mejoren los tiempos, y para evitar que puedan producirse discusiones entre ellos dos, acuerda un turno rotatorio sobre la casa.