El músculo industrial de Mallorca se atrofia. Y lo hace rápido. Muy rápido. Más que ningún otro en España: desde el año 2005 la actividad se ha reducido un 28%. Lo certifica el Índice de Producción Industrial del Instituto Nacional de Estadística, que documenta algo aún más preocupante: la atrofia mallorquina es un fenómeno que no tiene réplica en el resto del país. Porque si la caída es dura como hecho aislado y exclusivo de Mallorca, aún lo es más cuando se abre el horizonte para comparar la evolución isleña con la del resto del país: ninguna otra comunidad ha visto a su industria encogerse a un ritmo superior al 20%.

Ni siquiera las también aisladas Canarias. Ni siquiera la siempre deprimida Extremadura o la anquilosada Castilla y León. "Vivimos el peor momento de la historia industrial de Mallorca", confirma rotundo el gerente de la patronal Industriales de Mallorca-Pimem, Daniel Maimó. "Se estaba cayendo muchísimo y en el último año está siendo peor. Hay empresas que no podrán aguantar más", coincide Joan Oliver, presidente de la Comisión de Industria y vicepresidente de la Cámara de Comercio, cuyo diagnóstico encuentra réplica mimética entre los sindicatos, los ingenieros, los economistas y el resto de patronales industriales

Unos y otros son conscientes de que de la debacle no se salva ni una sola rama fabril. Industrias agroalimentarias, pequeñas compañías del metal, astilleros y auxiliares del naval, productores de textil, fabricantes de calzado e incluso los otrora pujantes negocios del vidrio y la perla han reculado. "La situación es bastante cruda. La industria que resiste es la que está muy fijada. La que produce para la isla, porque no tenemos ayudas para salvar el sobrecoste de producir y exportar desde una isla. Mallorca va a acabar basándose solo en una economía de servicios. ¿Qué ocurre? Que cuando llega una crisis como esta no tenemos en que apoyarnos. Y es terrible porque todos los pueblos de Mallorca crecieron alrededor de una fábrica que ahora hemos abandonado: Manacor con las perlas, Inca con el calzado, las químicas, la industria pastelera… No nos lo podíamos permitir y no es subsanable a corto plazo", analiza Alfredo Arias, que lidera una de las fibras clave para el futuro del músculo productivo mallorquín: el colegio de Ingenieros Industriales de Balears. Del talento y la energía que emane de la materia gris de sus más de 600 colegiados depende la renovación de una industria ahora en descomposición.

Aunque antes es preciso generar un caldo de cultivo adecuado. Para empezar, hay que entender a qué responde el retroceso sin parangón de la industria local. El hecho insular –siempre el hecho insular– explica parte de la caída. "La insularidad es un límite claro: multiplica costes de producción. Hemos aislado nuestra economía con una valla de plata, el turismo. Importamos más y producimos menos", apunta el propio Arias. Coincide con él Maimó, que añade un dato: "Hemos hecho estudio y sabemos que solo por el transporte producir aquí tiene cuesta un 30% más", precisa el gerente de Industriales de Mallorca, que afina el disparo para atribuir ese sobrecoste a una combinación de factores poderosa y nociva: la estrechez de un puerto (el de Palma) sin "instalaciones mínimas" para transportar mercancía a precios competitivos y la falta de competencia entre navieras. "Todo llega en ferry con camiones y es carísimo. Por eso los puertos de Tánger y Tarragona nos están adelantando por la izquierda. Es un problema serio".

Un problema serio, pero no único. Hay otro igualmente preocupante. Hablan de él en la Cámara de Comercio, embarcada en una lucha sin cuartel para que se libere suelo industrial "para la industria". Porque lo que parece obvio por lo redundante –suelo industrial para la industria– no lo es tanto: según la Cámara, el 20% del suelo industrial de Mallorca tiene uso comercial. Los centros de ocio han engullido gran parte de las hectáreas que deberían estar dedicadas a las fábricas y los miles de empleos que generan: de las 1.400 hectáreas de suelo industrial solo 43 (el 3%) están disponibles.

Y esa es la segunda barrera que ha de salvar cualquier proyecto antes de arrancar en Mallorca. Porque con tal escasez de suelo, los precios de venta de solares para instalar fábricas y naves son prohibitivos: los 750 euros que cuesta de media el metro en Mallorca multiplican por siete los 135 que vale en Aragón y doblan los 480 de otras islas, las Canarias. "Debemos acabar con la especulación sobre el suelo industrial", alerta el vicepresidente de la Cámara de Comercio, que subraya que hay lugares en los que el metro de terreno para fábricas se paga a 1.500 euros.

Así que el inversor que quiera iniciar una aventura en la isla debe estar preparado para una carrera de fondo. Primero, el 30% de sobrecoste de producir y exportar. Después, una inversión inicial doble para comprar suelo. "Y cuando has salvado esas dos dificultades, te llega la tercera, la puntilla: la crisis que afecta a toda la economía mundial. Por eso los dos problemas propios –el del puerto y el suelo– son más importantes. La solución para Mallorca pasa por invertir para desarrollar el puerto. Pero en nuestras instituciones no parece haber interés ni dinero, así que pinta muy mal", sintetiza el gerente de Industrias de Mallorca.

En la misma línea se expresan el decano de los ingenieros y el vicepresidente de la Cámara, que consideran insuficientes las infraestructuras y escasas las ayudas para salvar el sobrecoste de producir en Mallorca. "¿Por qué no se piensa en una bonificación para el transporte de mercancías? ¿Por qué no nos dejan gestionar nuestros puertos y aeropuertos? Somos la comunidad que más aportamos y menos recibimos, no creo que pidamos algo excesivo para el Estado. En cambio, puede ser vital para nosotros", reflexiona el líder del colegio de Ingenieros. También lo cree así Joan Oliver, que ve soluciones: "Si estas son las barreras debemos ser inteligentes. No puede ser que lo importemos todo. Debemos producir más para la isla en vez de seguir desmantelando fábricas".

Sobre todo porque con la desmantelación de fábricas históricas se esfuma el empleo ligado a una industria cuya atrofia ata el futuro de la isla a una economía más y más estacional. "La reconversión de las perlas, las químicas, el calzado y la piel se está convirtiendo en una eliminación de plantilla con la excusa de la crisis. Ahí están los casos de Yanko o Casa Buades. Es más barato irse a países con derechos capados y menos costes laborales. La industria sufre un abandono histórico", denuncia por su parte Daniel Cámara, líder de CCOO Industriales.

Por eso también pide ayudas a la "reindustrialización" y la exportación. Pero cree preciso más: "El Govern debe liderar apuestas valientes por actividades que pueden ser pujantes, como las energías renovables o la náutica". De lo contrario, la sangría industrial seguirá. Y no es un músculo pequeño como para seguir adelante sin él: en cinco años la actividad industrial ha destruido 37.000 puestos de trabajo, al pasar de 74.000 empleados a 37.600, según una Encuesta de Población Activa que corrobora la dramática atrofia de la fibra industrial mallorquina.