No debe haber ningún ciudadano de Palma que no haya puesto un pie en una obra del arquitecto Pere Nicolau Bover (Palma, 1971). Quien más quien menos se ha deleitado con la rehabilitación del Grand Hotel, que finalizó en 1993. Y prácticamente todos los palmesanos se han sentado en un banco del Parc de la Mar a disfrutar de las vistas, cuyo concurso ganó en 1978 junto al grupo Zócalo. Lo que es casi inevitable para nadie es pasar por el aeropuerto de Palma, infraestructura que acaba de cumplir 50 años y cuyo edificio terminal diseñó Nicolau en 1997.

– ¿Qué sintió en la celebración del 50 aniversario del aeropuerto?

– Es agradable porque el aeropuerto cambió la isla. Los que no somos jóvenes recordamos cuando lo normal era ir a Barcelona en barco y lo excepcional era ir en avión. Ahora es al revés. Esta circunstancia quiere decir que la isla deja de ser isla y es uno de los lugares mejor comunicados del mundo. El aniversario lo veo en este contexto: han sido 50 años que han cambiado la idiosincrasia de la isla. Bueno, en realidad han sido los mallorquines los que lo han hecho porque han cambiado el escenario donde vivimos. Ésa es la importancia que le doy a esta infraestructura, en la cual yo contribuí modestamente hace pocos años.

– ¿Qué dice un aeropuerto de una ciudad?

– Hice un artículo hace años sobre la ciudad aeroportuaria, concepto que creo que inventé hace 15 años y que ahora se emplea mucho. Es lo mismo que una ciudad portuaria. ¿Por qué existen? porque tienen un gran puerto y desarrollan toda una sociología y cultura vinculada a él, como sucedía aquí con el barrio de Santa Catalina, donde sus habitantes, los catalineros vinculados al puerto, eran un poco diferentes a la gente del resto de la ciudad. La tradición ligaba al puerto con la sociedad y la condicionaba tanto que creaba ciertas idiosincrasias en los grupos que vivían cerca de él, en los siglos XVIII y XIX. En el XX aparece el avión, y sigue en plena expansión. Se crean ciudades aeroportuarias. Palma –y por tanto, Mallorca, porque es una ciudad región– ha pasado de ser portuaria a aeroportuaria. Y esto tiene una traducción en la propia instalación. El aeropuerto nació como base militar y el primero, segundo y tercer director eran coroneles. Estas instalaciones al principio eran de estricta observancia. Según la ciudad se va transformando, se crea una interdependencia: la ciudad es aeroportuaria y el aeropuerto es cada vez más ciudad. Y esta imbricación entre lo que aporta Son Sant Joan a Palma y viceversa es lo que da a la infraestructura lo que antes no tenía. Los directores han ido perdiendo galones y ahora es un ingeniero aeronáutico y dentro de poco será un comercial. Y es que la parte comercial ha adquirido un peso muy importante, porque es de allí de donde AENA saca una parte grande de beneficios. Te darás cuenta por ejemplo que ahora en los aeropuertos cada vez es más difícil encontrar la puerta para subir al avión. Es como en los centros comerciales donde no se encuentra la puerta de salida, ¿por qué? Para que no salgas.

– ¿Está en contra entonces de lo que dijo el antropólogo Marc Augé, que definió el aeropuerto como el no-lugar?

– El aeropuerto es la ciudad y ésta es el aeropuerto ¿Cuál es su característica principal? Es una acera, un lugar de paso, donde hay comercios y nos sirve para ir de un sitio a otro. El aeropuerto es una acera especial, cubierta, ancha, por donde pasa una frecuencia de personas brutal. Cada día por Son Sant Joan pasan 150.000 personas, media Palma. Cada hora son 12.000 personas: ninguna acera de la ciudad tiene esta frecuencia de paso, ni aquí ni en Madrid. Y eso es lo que ha llamado la atención de los comerciales: son muchas personas y encima es población cautiva, porque los comercios son los que están allá. Este fenómeno provoca que con el paso de los años el aeropuerto se convierte en una infraestructura dependiente del contexto ciudadano. Ahora se valora mucho lo que pasa dentro del aeropuerto, sobre todo desde el punto de vista económico, pero también del social, porque los aeropuertos se han preocupado de dar un escenario propio a la gente que está esperando. Entre lo que cuesta ahora esperar, por los controles de seguridad y por los retrasos, la gente pasa muchas horas allí.

– ¿Qué siente un turista cuando baja del avión y pisa Son Sant Joan?

– Cuando un turista viene sabe que pasará por el aeropuerto, y por eso al diseñarlo pretendía, y creo que conseguí un buen resultado, dar una imagen relacionada con el turismo, no un aeropuerto de negocios. No quise un aeropuerto en el que pareciera que había que ir encorbatado, que hay muchos y muy buenos, en el mundo. Quería algo ligado a cosas de aquí, a pesar de que su gran tamaño hace difícil esta circunstancia. Pero algunos elementos, como la zona donde aparcan los autobuses, con tantas palmeras y una pineda muy agradable, y también la zona del solarium por ejemplo, están pensando para dar imagen de vacaciones.

– Al principio hubo voces que criticaron que el proyecto era sobredimensionado. El pasado mes de mayo se presentó una ampliación con el nuevo centro de conexiones de vuelo (´hub´), ¿el tiempo le ha dado la razón?

– Las críticas las respeto, sobre todo en lo que se refiere al aeropuerto, es normal, pasa con todos los aeropuertos. Pero la crítica respecto a las dimensiones, que era faraónico, decían, ahora se ha demostrado que no es así, e incluso se está ampliando. No es un mérito mío, yo ya lo dije en su momento: yo pongo velas al viento pero el viento no soy yo: es la sociedad mallorquina, es mérito suyo que crezca. Todos los aeropuertos del mundo están creciendo y siendo modificados.

– ¿El proyecto es conocido a nivel internacional?

– Son Sant Joan aparece en el libro The Modern Airport Terminal, de Brian Edwards, que es un catedrático de Edimburgo y experto en arquitectura aeroportuaria. Y está hecho de una manera que aborda muchos aspectos técnicos, pero es de arquitectura, no de ingeniería. Lo curioso del libro es que hace una selección a nivel mundial y lo agrupa en tres categorías. Entre los más grandes, que son los Major Internacional Airport, están Denver, Charles de Gaulle, Kuala Lumpur... Luego vienen los National Airport Terminal, más pequeños y entre estos está Stuttgart, Hamburgo, Colonia, Sevilla.... y Palma, trece en total. Y luego están los Regional Airport. La gran satisfacción mía como arquitecto es salir mencionado entre estos trece, en un libro publicado a nivel mundial, en EEUU, Canadá y Gran Bretaña.

– ¿Qué es lo que más destaca Edwards?

– Que se dio una buena solución para que el aeropuerto fuera turístico, se dio una buena respuesta a esta actividad singular. Edwards va recogiendo en distintas páginas varios aspectos del proyecto, sale mencionado varias veces. Y valora la distribución en planta y también la arquitectura. Para un arquitecto local, y después de la polémica que hubo es una gran satisfacción y verse en la lista de agradecimientos encima de arquitectos como Renzo Piano...

– Usted ha hecho varios proyectos de aeródromos... ¿cómo se enfrenta a una obra de este tipo?

– Evidentemente, el aeropuerto no es un chalet. Es muy complicado desde distintos puntos de vista. La arquitectura tiene algo que le distingue de las otras artes: el compromiso social, que viene definido en primer lugar por la economía, luego por controles administrativos, técnicos... Y desde este punto de vista un aeropuerto es la máxima complicación. En el caso de Son Sant Joan se obtuvo un buen resultado arquitectónico y también económico, ya que el presupuesto ya era barato y además esta obra sólo tuvo un 5% de desvío, que es muy poco. Hablamos de una obra que costó 140 millones y que ha sido rentable, algo que en esta época de crisis se valora. Los ingenieros que planificaron el aeropuerto e hicieron las cuentas tienen mucho mérito.

– ¿Hubo diferencias entre el proyecto que presentó inicialmente y el que se llevó a cabo?

– Se dejó de hacer el parque que acompañaba el proyecto, ¿por qué? porque la arquitectura es así. Pasa muchas veces: te encargan una cosa y cuando llega la parte poco rentable, no se hace.

– Y esa parte que ´no se hace´ siempre es la zona verde, el parque, ¿no?

– Sí, siempre. En Son Sant Joan ahora es un aparcamiento y lo llenarán de edificios.

– ¿Qué opina del Palacio de Congresos?

– Creo que tenemos que esperar a verlo acabado. El arquitecto tiene mucho prestigio. Hubo un concurso y ganó un buen proyecto. En estructura los edificios no hacen planta. Estoy seguro de que será un buen edificio. Pero estoy en contra de lo que dice Patxi Mangado [arquitecto del Palacio de Congresos] respecto al edificio Gesa. Yo no lo conozco, pero sé que es un buen arquitecto y no entiendo que no haya tenido en cuenta este edificio, que es excelente. Él lo ha ninguneado y creo que es un error. El edificio merece ser salvado por muchos motivos.

– ¿Gesa es un caso de arquitectura incomprendida?

– Yo creo que es un edificio que gusta y ha gustado desde siempre. Ha habido opiniones que lo han criticado, y muchas vienen de fuera de Mallorca, por parte de personas que valoran poco a los arquitectos de Mallorca. Como le pasó a Pep Ferragut, autor del edificio Gesa. Nosotros tenemos que reaccionar contra esta actitud de la gente de fuera.

– Pero a veces parece que los arquitectos viven en una realidad y los ciudadanos de a pie en otra, y estos no siempre entienden lo que hacen los profesionales.

– Esto es normal. Y es culpa de los propios arquitectos. Somos una profesión con una marcada raíz elitista. Y creo que la única cosa buena de esta crisis será que se perderá algo de ese elitismo. Nosotros nos debemos a la sociedad. Esto es como las películas, que tienen que gustar. Si una película dicen que ´es muy buena pero no gusta a nadie´, entonces es que no es tan buena. Los edificios también han de gustar. Aunque en cultura es cierto, que cuanto más aprendes de las cosas y más estudias, más criterios tienes. Por eso la valoración de las personas muy documentadas en arquitectura, se ha de tener muy en cuenta. Y eso no significa despreciar las opiniones del pueblo. En el caso de Gesa, estoy convencido de que al pueblo le gusta.

– Se ha convocado un concurso de ideas para determinar para qué puede servir este edificio, ¿usted qué metería?

– Mira, un ejemplo, creo que una parte positiva de que la gente no vaya a misa es que si siguiera yendo tanta gente o fuera más que nunca, a la Seu ya le hubieran puesto aire acondicionado. El hecho de que pierda uso es un aliado de la arquitectura. No pensemos en llenarlo mucho. No se trata de darle una utilización, se trata de valorarlo como edificio como valoramos a la Seu, en la que nadie se plantearía decir ´vamos a poner un piso más porque cabe poca gente´. Se le diría, ´oye, no es necesario y además la vamos a estropear´. La Seu es bonita porque sí y cumple muy bien la misión espiritual para la que fue creada. Y dicen que el aeropuerto es faraónico, pero no te digo lo que era la Seu cuando se hizo, para las pocas personas que había aquí. Se hizo invocando una idea que no es racional, la religión, y hoy es un edificio que tiene poca utilización y sigue siendo un gran ejercicio de arquitectura. Te pongo este ejemplo porque en Gesa el problema no es qué metemos, sino que sepamos conservarlo tanto por fuera como por dentro. A nadie se le ocurriría poner una puerta y hacer una nevera dentro de una escultura, pero cuando hablamos de arquitectura siempre hay alguien a quien se le ocurre añadir dos cuartos de baños más.

– ¿Hay salvación para la Platja de Palma?

– Estoy convencido de que nuestra cultura es reparadora. Está admitido entre nosotros el arrepentimiento y la penitencia. Tenemos unas culpas que purgar y un arrepentimiento y una penitencia. Ahora estamos en etapa de arrepentimiento con la Platja de Palma. Hace 20 años nadie pensaba que algo se podría derribar. Si una playa desaparecía por los edificios, nadie pensaba que no era para siempre. Hay solución: tirar estos edificios. Algunos no tienen arreglo y no hay más solución que tirarlo y hacer otro bonito o dejarlo como un espacio libre. La solución siempre será arquitectónica, pero requiere una gestión muy potente y las fuerzas políticas en este caso se han comprometido a que lo sea y les deseo el máximo éxito. Espero que Nájera sea capaz de hacer lo mismo que hizo con el hostal Ditos en Cas Català, que lo derribó. Yo vi el antes y el después, y ahora cuando uno pasa por allá disfruta de Cas Català. Las cosas tienen arreglo si se actúa con decisión. A Nájera y a su equipo les recomiendo que sean valientes.

– ¿Sobrevivirá algún arquitecto a la crisis?

– Hemos vivido una época de desbordamiento en todos los aspectos. Cuando yo acabé la carrera éramos 40, ahora son mil. Hay mucha gente que se ha dedicado al crecimiento de la construcción y ésta tenía un límite, luego ha estado el fenómeno de las hipotecas, la modificación de la ley del suelo... todo ha producido la famosa burbuja y ahora se ha pinchado. Entiendo la pregunta en el sentido, ¿se volverá a hinchar la burbuja? Yo creo que no, vamos a una situación mejor para los profesionales de la arquitectura y la construcción en general pero no volveremos a los tiempos pasados y yo sinceramente estoy satisfecho de que esos tiempos no vuelvan, igual que lo estaré cuando salgamos de la situación actual porque hay muy poca actividad.

– Hoy muchos arquitectos ya salen de la carrera ´especializados´ en diseñar proyectos para presentarlos a concursos, ¿esto es bueno o es malo?

– Cuando mi hija Mariona estaba en cuarto de arquitectura nos presentamos juntos al concurso de Can Oleo y lo ganamos, pero no nos presentamos a los concursos sistemáticamente. Los concursos son como una especie de lotería y aunque ahora es más fácil participar que antes, porque se hace informáticamente, no hay maquetas... la verdad es que llevan un determinado trabajo y en realidad es difícil ganar un concurso. Es una solución transitoria, los que no ganan al final también han de pagar los sueldos cada mes. ¿A qué se van a dedicar los profesionales jóvenes? Necesitan fórmulas novedosas que yo ya he visto en América. Se dedican a hacer un edificio buscando financiación, algo pequeño, y luego lo venden y ganan una plusvalía. Además así pueden hacer la arquitectura que quieran.

– ¿El arquitecto debe convertirse en promotor?

– En pequeño empresario. No es un empresario al uso. Hacer una casa a su gusto, buscar la financiación, y venderla. Por otro lado, estamos en el momento de las reformas y las demoliciones. Si lo de la Platja de Palma va bien, y yo creo que sí, pues esto es algo que se ha hecho en muchos sitios y ha funcionado, como Barcelona, NY... pues luego lo veremos hacer en otros sitios de la isla. Yo creo que esto solo acaba de empezar y puede durar cien años. Me atrevo a decir que de aquí cien años esta isla estará mejor que ahora.