"Hasta que la muerte os separe" es demasiado tiempo para muchos mallorquines. Para el párroco de Els Dolors de Manacor, Andreu Genovart, el miedo a asumir la responsabilidad de un matrimonio que debe durar toda una vida es una de las principales causas que aleja a muchas parejas de los altares. En su opinión los jóvenes prefieren optar por una relación con salida de emergencia, como es el caso de un enlace civil con la posibilidad del divorcio. Pero ese no es el único motivo de la caída de las uniones católicas.

Genovart coincide con su homólogo en La Soledat de Palma, Jaume Mas, en que es difícil incentivar un sacramento como el matrimonio en un momento en que se está registrando un evidente alejamiento de la práctica religiosa, algo que Alfred Miralles, de la parroquia palmesana de Sant Sebastià, vincula a una fase de pérdida de valores espirituales, y señala como ejemplo que este menor número de enlaces va de la mano de la renuncia de muchas parejas a tener hijos. Así, lamenta que la influencia de las convicciones religiosas a la hora de tomar decisiones muestra una evidente debilidad.

Más renuente a la hora de aceptar este alejamiento de las creencias religiosas entre la población mallorquina es el párroco de Santa Margalida, Guillem Feliu. Desde su punto de vista, un motivo se destaca sobre todos los demás a la hora de explicar el descenso en el peso de las celebraciones católicas: el que alguno de los cónyuges haya pasado previamente por un divorcio. Así, asegura que en Santa Margalida la práctica totalidad de las parejas sin matrimonios anteriores suele decantarse por el enlace religioso.

Ninguno de los representantes de la Iglesia mallorquina obvia este último factor, al margen de la importancia que se le quiera dar. El divorcio está marcando claramente este cambio de costumbres sociales, al dejar los enlaces civiles como la principal alternativa para las segundas nupcias.

Y se apuntan también los rápidos cambios que la población balear ha registrado de la mano de la inmigración, con la llegada de muchas personas que profesan otras religiones.

Según Jaume Mas, estos cambios sociales se evidencian igualmente en la evolución del concepto que se tiene de la familia, y que hacer que en estos momentos muchas parejas no cuenten con ningún vinculo oficial que certifique su convivencia.

Pero estas situaciones pueden presentar efectos secundarios. ¿Qué sudece cuando unos padres que no han pasado por una unión católica pretenden bautizar a su hijo? Genovart, Feliu y Mas coinciden plenamente respecto a los criterios a aplicar: si alguno de los conyuges se compromete a educar al menor en la religión católica y la pareja no rechaza tajantemente la posibilidad de pasar por el altar en el futuro, se celebra el sacramento sin ningún problema.

Diferente es el criterio de Alfred Miralles. "Si se trata de una madre soltera, todo son facilidades", asegura. En el caso de que sea una pareja casada por lo civil porque alguno de sus miembros se había divorciado anteriormente, también se acepta bautizar al niño, aunque en un acto al margen de la misa. Para ello, en la parroquia de Sant Sebastià se fija un día al mes para este tipo de celebraciones.

El problema surge, según reconoce Miralles, cuando se trata de un matrimonio civil que no cuenta con ninguna traba que le haya impedido celebrar una boda religiosa y se ha renunciado a ella conscientemente. En estos casos, opta por negar el bautismo al considerar que éste podrá ser solicitado por elpropio hijo cuando sea adulto.