El chino más poderoso del mundo aún no ha visto en directo la belleza azul de la bahía de Palma. Le pasa a otros muchos grandes líderes mundiales, cierto, pero pocos estuvieron tan cerca de dar con sus huesos en las tumbonas soleadas de la piscina del hotel Valparaíso. A Hu Jintao le faltó un tris, un suspiro, un pelo, una escala, la última, la que en el más absoluto de los secretos se había planificado cuidadosamente hace un mes con la Delegación de Gobierno para devolver al líder chino al país de la Gran Muralla.

Porque Mallorca iba a ser la ciudad que usase el presidente de la potencia de los 1.200 millones de almas para cambiar de avión rumbo al gigante comunista. También estaba llamada a ser la isla bálsamo capaz de confortar al segundo hombre más poderoso del globo tras la exigente gira americana que estos días le ha llevado a negociar el desarme nuclear con el mismísimo Barack Obama. Pero no fue posible ni una cosa ni otra. Un terremoto lo impidió. Otro. No el más sangriento de los últimos meses, pero sí el último, el que esta semana ha sacudido a China con más de 800 muertes. Su impacto se dejó notar así de forma anecdótica e indirecta en Mallorca, aparcada tras la tragedia en la agenda del presidente chino, que dejó el turismo para mejor ocasión y siguió viaje directamente desde Madrid.

Por el camino se quedó gran parte de su séquito, que desde la noche del miércoles preparaban la gran visita. Habían llegado para revisar la seguridad, tarea para la que mostraban una talla más que apropiada: "Nada de la historia de que son bajitos, estos son chinos bien altos. Me sacaban un palmo. Todos militares", resumía amable uno de los trabajadores mallorquines que estos días se ha encargado de atender las necesidades del equipo de Hu Jintao. O más bien, del embajador de Hu Jintao y China entera en Madrid, que era quien ayer apuraba la soleada mañana mallorquina en el citado hotel Valparaíso. Junto a él se solazaba entre colas, aguas y cafés medio centenar de empleados, relajados tras la suspensión de la visita del líder del país más populoso del planeta. "Son simpáticos y educados. Parecen buena gente. Supongo que no estarían tan tranquilos si hubiese venido el otro. Hace unas semanas estuvimos con otro enviado de la embajada, uno de los importantes, y ese no perdía detalle: revisaba todo en busca de fallos de seguridad", confesaba otro de los responsables de atender a una comitiva que acabó la excursión mallorquina en un punto sorprendente: el local Shi Shan Xuan de Pere Garau, un restaurante chino que alimenta junto a la plaza de las Columnas (en la calle Uetam) al barrio con más habitantes asiáticos de Palma.

Allí, entre rollitos, arroz y la colorida gastronomía del país con más emigrantes del planeta, repostaron los fornidos asistentes del embajador durante tres horas. Se saltaron sin embargo una de las visitas marcadas en rojo en la agenda que se había barajado para Hu Jintao: la destinada a mostrarle al presidente del país de la copia las bondades (peligrosamente imitables) de una de las escasas industrias no turísticas que le quedan a Mallorca, la que da forma a la bisutería y las perlas de Majorica.

Tampoco pudo ser. Aunque es muy posible que Mallorca tenga más opciones de mostrar las bondades de su gastronomía y sus costas al presidente planetario que rige los destinos de más clientes potenciales. O en eso confían quienes han hecho caja estos días con una comitiva tan nutrida como generosa. A su favor juega el hecho de que el equipo de Hu Jintao ya haya revisado a fondo la isla y ya conozca por ello a los responsables de seguridad de la Delegación de Gobierno, que inicialmente habían preparado el dispositivo para lunes y martes. Pero tampoco pudo ser. El chino más poderoso del mundo tendrá que esperar para verle el azul a la bahía.