Salvo alguna que otra racha de viento inoportuna, la mañana de ayer amaneció perfecta para sacar la bicicleta y quitarse el óxido, o ponerse el bikini para recibir los primeros rayos de sol en la piel, o desempolvar la tabla de surf con la idea de pillar unas olas, o hacer unos bocadillos y armar un pic-nic. Ayer, inicio radiante de las vacaciones de Semana Santa, fue el día ideal para inaugurar la temporada de playa. Muchos mallorquines se acercaron a la costa por primera vez en todo el año e incluso los más valientes se dieron el primer baño.

Y es que "el invierno ha sido muy largo", decía Elena Alfaro mientras ayudaba a su nieta Noelia en su labor de construir castillos de arena. Ellas se acercaron hasta el final de la playa de Can Pere Antoni para pasar la mañana y luego irse a comer al Club Náutico del Portitxol. Para la abuela, "el día es estupendo"; su nieta está "encantada" recogiendo conchas y transportando cubitos de arena. Elena aplaude además el cambio que ha dado esta playa urbana: "Antes no se podía venir, había gente un poco rara". Respecto a la idea de nadar... "no, no, el agua todavía está muy helada". A escasos metros, Gabriel Moyà ensayaba cómo meterse al agua con su nueva tabla de skim board, una tabla de madera muy fina que se pone en la orilla de la arena para coger impulso y montarse sobre ella. Pensaba meterse al agua pero "con traje, con traje, que está muy fría". Sara Adrover y Juan Muñoz también desecharon la idea de nadar. De hecho, él ni siquiera se quitó la chaqueta. Ella, en bikini para ponerse un poco morena, dijo que hacía "un poquito de frío" pero que el sol "pega igual". Luego "jugaremos a las palas para movernos un poco".

La gente se dispersaba aquí y allá desde el inicio de Can Pere Antoni hasta el final de Ciudad Jardín. Muchos sacaron el kit dominguero y montaron pequeños campamentos sobre la arena, con sillas plegables y carpas para protegerse del sol y la consabida fiambrera o sandwich. Los turistas prefirieron pasear por el centro de Palma, mientras muchos ciudadanos se dedicaron a recorrer un paseo marítimo que, con los veleros de fondo, ofrecía una imagen idílica del Jueves Santo.