Mañana laboral en Pollença. Tranquilidad y caminantes a ritmo de paseo. Ni prisas, ni estrés. En la plaza, sol y una terraza llena. Y junto a la terraza, una puerta abierta identificada con un cartel discreto: "Caixa Colonya. Presidente. Director General. Planta 2ª". Ni vigilantes, ni detectores de metales, ni maderas nobles. Solo tres decenas de escalones entre el sol de la calle y los despachos del presidente y el director de la caja: Josep Cifré (Pollença, 1972) y Biel Bauzá (Pollença, 1966). Sus puertas están abiertas. Reciben juntos y juntos responden. Impensable en casi cualquier otra caja. Y menos en los tiempos que corren.

–Así da gusto ir a la caja...

–Pues imagínese lo que sorprende a un cliente poder ver al presidente o al director general en cualquier momento llamando a la puerta...

–¿Y lo hacen?

–Sí, sí. Y es importante que así sea. Entra todo el que quiere. Pero no hay demasiada gente que quiera hacerlo. Solo lo hacen para operaciones un poco más complicadas.

–También lo tienen más fácil para venir a ponerles colorados...

–Sí, claro, hay que ser consecuente, ¿no?

–Lo digo porque las cajas y quienes los dirigen no son hoy muy populares. ¿Ha cerrado también el grifo Caixa Colonya?

–El crédito está abierto, pero es cierto que las operaciones han bajado. No hemos puesto nuevas restricciones. Operamos del mismo modo que antes de que estallase todo. Pero se solicitan menos créditos.

–¿Y se revisan con más cuidado que antes?

–No. Las condiciones y los controles son los mismos. Pero nuestra caja si tiene una característica especial es la extremada prudencia en la concesión de créditos.

–Prudencia. Cuando me informé sobre ustedes es lo primero que me llamó la atención: una caja con 130 años que hasta 1960 no abre oficina fuera de Pollença. ¡Y hasta los ochenta no llegan a Palma| ¿No se han pasado un poco con la prudencia?

–Tienes que ser consecuente con tu historia. La caja no deja de ser un instrumento y por eso es el propio cliente el que va marcando las exigencias. No crecemos por criterio puramente comercial sino porque el cliente nos empuja a hacerlo. Hay valores que ahora están de moda cuando se habla del sector financiero que a nosotros nos son inherentes: sostenibilidad, equilibrio y prudencia.

–No les ha ido mal. La caja más pequeña de las 45 de España, con un activo de 327 millones (900 veces menos que la más grande, La Caixa), puede presumir de estar entre las ocho más solventes. Toca sacar pecho...

–No se trata de eso, pero somos muy solventes. Después de la crisis financiera muchas entidades y gobiernos esperan un gran gesto que ponga solución a la coyuntura económica. Nosotros no esperamos grandes gestos: nos conformamos con que se atienda al día a día, con que se aplique prudencia a la gestión, con que se evalúen las coyunturas al hacer inversiones, con que las entidades crezcan conforme se lo demanden las necesidades de sus clientes , con que se apliquen criterios de sostenibilidad. Ir al día a día es el gran cambio que necesitamos. La solución a lo mejor no está en un gran movimiento, en una gran decisión, en un anuncio de algún gran regulador, sino en trabajar con prudencia día a día.

–¿Conocen personalmente el presidente y el director general a los empresarios con los que trabaja Caixa Colonya?

–A la gran mayoría, sí. De todas formas no es fácil conocer a 50.000 personas, porque Caixa Colonya aún siendo pequeña tiene más de 50.000 clientes. Estamos ya en las tres islas, con 21 oficinas y cien empleados. Y sí puedo asegurar que conozco a los cien empleados. La proximidad ayuda.

–¿Qué puede enseñarle una caja de proximidad a los gigantes financieros que nos han llevado al borde del abismo

–Nosotros no tenemos que enseñar nada a nadie. Planteamos un negocio minoritario. La simple existencia de Colonya implica que es posible mantener criterios éticos en la actividad financiera. Aquí nos hemos basado siempre en la idea fundacional de las cajas. Prestamos a nuestros clientes aquello que permiten prestar los depósitos de los clientes. Nunca hemos ido al mercado mayorista para financiarnos. Eso nos da liquidez suficiente sin necesidad de fusiones o SIP (fusión virtual). Nos permite mantener nuestra independencia.

–Pero con la agresividad que se respira en el sector, ¿qué hace un pez tan pequeño entre tiburones tan grandes?

–Demostrar que pueden existir las cajas... minoritarias.

–Sa Nostra lleva meses buscando pareja de baile, ¿les ha cortejado?

–No les interesa. Seríamos un problema. Habría solapamiento de oficinas y compartimos y colaboramos en obra social en Balears.

–¿Y alguna otra entidad lo ha intentado?

–No, nadie. Si tú tienes un buen índice de solvencia, de liquidez, de morosidad, y haces obra social por qué te vas a ir una fusión o un SIP. Nuestra preocupación cuando empezaron los movimientos era que algún regulador o agente político te obligase a ir a un proceso que no necesitamos. No dejaríamos de ir si lo necesitáramos. Pero al tener esas fortalezas no es preciso y de ahí la decisión de seguir en solitario. El problema es que nos vendió que el tamaño era la garantía absoluta de todo, de liquidez, de fortaleza... cuando no es garantía de nada. Un gran problema necesitará una gran solución, un pequeño problema necesitará una pequeña solución.

–Hagamos banca ficción: cuando acabe la catarsis del sector, ¿dónde estará Colonya?

–Hay 45 cajas en España. Seremos una de ellas. No se cuáles serán las demás [Risas].

–Serán aún la caja más pequeña.

–Pero no porque esté entre nuestros objetivos. En realidad somos la primera de Balears. Hay dos: nosotros fuimos la primera que se creó.

–Y la más grande de Pollença.

–[Risas] Sí, sí. Hombre, nacimos en Pollença pero llegaremos a todo Balears. Estaremos donde diga el cliente que tenemos que estar.

–Como suena eso. No estarán pensando ya en abrir en Madrid, como todas...

–No, no, por tamaño no podríamos. Abriremos donde detectemos necesidad porque tengamos allí un volumen de clientes. No somos una ONG, no se trata de eso. Somos conscientes de que esto es una actividad financiera y a partir de ahí introducimos nuestros valores. Financiamos proyectos que pueden tener interés social, que generan empleo y riqueza. Pero si alguien necesita un préstamo y ese préstamo va a agravar su situación, no se le da.

–Pero es lo que hicieron en muchas cajas...

–Y ese es uno de los problemas que han generado esta crisis. Pero para que se haga una idea cuando pregunta si vamos a abrir en Madrid o en Formentera: es la primera entrevista en la que no nos preguntan qué es Colonya y cómo se fundó. Quiero decir: somos vistos aún como algo que llama la atención incluso en Balears, con las dificultades que supone.

–Pues a mi lo que se me hace raro es estar hablando de ética con financieros...

–Cuando se enteran el resto de lo que hacemos, flipan [Risas]. De verdad. Nuestra falta de ambición, como algunos decían, nos dio solvencia. Algunos llegan tarde, pero bienvenidos. Tan equivocados no debíamos estar...

–¿Tienen algún fondo de capital riesgo?

–No, nada.

–¿Y qué tal llevan la digestión de la crisis del ladrillo?

–Sin problema. Las hipotecas las concentramos en primera vivienda. Y en cuanto a promociones inmobiliarias, la más grande que financiábamos eran ocho pisos, así que hágase una idea. Expusimos poco al sector...

–Ya se encargaban otros de hacerlo...

–Así era. Nosotros no y eso ahora nos da tranquilidad. Pero no es una crítica al resto. Que existan fondos estructurados, o se den préstamos a segunda residencia o a promotores... es necesario que eso exista, pero no lo hacemos porque va contra la naturaleza de la caja. No existimos para eso, pero no lo criticamos.

–Con el descrédito general de la banca, ¿qué pensaría alguien como el fundador de Caixa Colonya, krausista convencido y valedor de la ética de los negocios, de lo que ocurre hoy en día en el sector financiero?

–[Risas] Estaría escandalizado, eso seguro. Lo cierto es que en estos tiempos referentes del calado humano de Don Guillem Cifré tendrían un impacto brutal.

–Sería posible crear hoy una caja pequeña y de proximidad como Colonya.

–No lo sé, pero esto son 130 años de historia. Hay un acerbo, un conocimiento acumulado.

–Quizá sea una opción, en vez de grandes cajas que nos venden como más solventes, pequeñas entidades ligadas a su zona...

–Yo no trago con que las grandes sean más solventes. Está quedando claro que no es así.

–En esto el tamaño de verdad no importa...

–...Sí, sí importa, pero en el sentido de que si el tamaño es excesivo te permite la subsistencia porque lo contrario crearía una inestabilidad enorme en todo el sistema.