Cuando surgió la actual ley anti tabaco, hace cinco años, en la cafetería Chantilly se colgó en la puerta el cartelito de ´Establecimiento libre de humos". Este local de Santa Catalina vende repostería francesa para llevar o consumir allí, y, dado que tiene un mostrador, no podían delimitar una zona para fumadores. Si hubieran tenido la opción, en este negocio hubieran permitido fumar pues la primera impresión que tuvieron al conocer la mencionada normativa es que iban a perder muchos clientes.

Hoy, cinco años más tarde, Ana Astorga, encargada del negocio, admite que en realidad "no se ha notado". Lejos de las predicciones apocalípticas que hacían algunos, los locales libres de humo no tienen porqué naufragar.

Esta mujer explica que "hay gente que entra, pregunta si se puede fumar y al decirle que no se va", pero este grupo es "una minoría que no se puede contar, una persona al mes como mucho, menos de un 1% de los clientes". Astorga indica que la mayoría de los clientes enganchados al pitillo "lo entienden" y que muchos "lo agradecen". "Pensaba que iba a ser más problemático", concluye.

Los restaurantes vegetarianos o aquellos que ofrecen una comida saludable son por lo general 100% libres de cigarros. Por ejemplo, el A Todo Vapor, también de la zona de Santa Catalina y en el que sólo se cocina al vapor, se declara zona sin tabaco. Esmeralda Golos, al frente del negocio, explica que a su negocio "la gente viene a cuidarse" y que por eso no quiere que se llene de humo, pero que aún así ha claudicado y deja a la gente que fume "junto a la ventana abierta" porque el "el porcentaje de fumadores es mayor que el de no fumadores".

Cree que la ley sí perjudicará a los restauradores y a los bares, pero entiende que todos los países de Europa están aplicando medidas restrictivas en el consumo del tabaco y es normal que España también lo haga: "Somos europeos para todo, no sólo para lo que nos conviene".

Para evitar la pérdida de los clientes fumadores, Golos apuesta por habilitar los patios interiores como terrazas. "Es una tontería que el Ayuntamiento deje poner mesas delante, encima de la acera, y no en el patio de atrás", protesta, "además, eso daría al cliente la oportunidad de elegir".

Sea cual sea su opinión sobre el tabaco o sobre la ley, muchos de los empresarios consultados critican precisamente eso: que no se les haya dejado elegir. O, peor aún, que hace cinco años les dejaran elegir y que ahora el Gobierno no acate el resultado de esas decisiones, ya que la mayoría de locales decidió colgar el cartelito de ´aunque sea perjudicial, aquí se puede fumar´.

"Conozco un restaurante de Can Pastilla donde el dueño se gastó 20.000 euros para separar espacios, ¿quién le paga eso ahora?, es una pérdida de dinero enorme", relata Laurent Techt, que regenta una pastelería con zona de cafetería en Santa Catalina, La Madeleine de Proust.

Cruasanes sin sabor a humo

En su local no se puede fumar "porque a nadie le gusta que un cruasán sepa a humo" y personalmente él, como ex-fumador que es, "no acepta" el humo cerca pero entiende que "se debería poder elegir". Explica que en su país de origen, en Francia, "se ha notado en los bares: la gente ya no va tanto".

En el restaurante Monolisto, la camarera María del Mar Gallego también alude a las inversiones que tuvieron que hacer en 2005 para adaptarse a la nueva ley. "Aquí se gastó un dinerito en poner regeneradores de aire ¿y ahora de golpe te dicen que no?", pregunta con indignación. Esta joven se manifiesta en contra de la futura normativa como trabajadora de la restauración – "algo sí que se notará en cuanto a clientes, a la gente le gusta el café con su cigarrito "– y como fumadora – "es un fastidio"–.

Otra camarera de un bar cercano, el Isleño, vuelve a sacar el tema de la libertad de elección. Mar Villaverde cree que deberían "dar la opción al dueño de elegir, que es él quien paga los impuestos, que cada uno en su local decida". Se muestra convencida de que la aplicación de esta nueva legislación se notará (a peor) como "ya se notó con la anterior". "El fumar", razona "es algo social: muchos vienen para tomarse el café y echar un cigarrillo", dice, juntando de nuevo a cafeína y nicotina como amigas inseparables.

Ramon Llompart, uno de los dueños del restaurante Aptc, cree que finalmente la ley no se aprobará, pero que en caso de salir adelante afectará sobre todo a negocios como las discotecas. En bares y restaurantes no cree que vaya a notarse tanto pues si no se puede fumar en ningún sitio, "si no hay donde elegir", la gente saldrá igualmente.

Este restaurador acusa al Gobierno de egoísta, por iniciar una cruzada de este tipo contra el vicio del tabaco mientras sigue hinchando sus arcas a base de impuestos derivados de su venta. Para él, si realmente el Gobierno busca soluciones definitivas, la clave sería aplicar la ley seca: "Si el tabaco es tan malo, que no lo vendan".