ESRA es una asociación de ayuda mutua creada hace 26 años en Mallorca con el objetivo de que los nuevos residentes extranjeros –especialmente los británicos, pero también de cualquier otra nacionalidad mientras supieran comunicarse en inglés– no se encontraran desorientados en una isla donde el idioma aún era una barrera. Michael Booker –presidente de la entidad desde hace dos años, en sustitución de Dorothy Loeffel, quien lo acompaña en la entrevista– se muestra encantado de dar a conocer ESRA (www.esramallorca.com) tras ser recibido en audiencia en el Consell de Mallorca por su presidenta, Francina Armengol.

–¿Puede haber algo más británico que crear una asociación de residentes cuando ya existe un consulado efectivo en el lugar?

–Ciertamente es algo muy británico, pero en este caso hablamos de una entidad internacional. Además, un consulado es una entidad oficial, mientras que nuestra principal actividad es la benéfica.

–Eso es aún más británico, si cabe.

–Es británico, sí. Ayudamos a los recién llegados, pero también cuidamos de los enfermos, los visitamos en el hospital o en su casa, cuando no tienen familiares o nadie que les cuide.

–La pregunta es si queda alguien con ganas de venir, dado el precio de la libra esterlina.

–[Responde D. Loeffel] ¡Claro que queda gente! El cambio de divisa es malo para los británicos, desde luego, pero a cambio aquí hay luz y más seguridad en la calle.

–[Sigue M. Booker] Otra razón es el respeto. Los mallorquines son personas amables y amigables, que respetan mucho a las personas mayores, mucho más de lo que se ve en otros países. Yo vivo en Algaida, y el comportamiento de la gente es maravilloso.

–¿Esa es una recomendación a la tercera edad?

–[D.L.] En el Reino Unido existe una sociedad muy buena para la tercera edad, pero, a diferencia del Imserso, ¡no nos da viajes!

–[M.B.] Pero hay más razones para las que alguien decida afincarse aquí. Yo viví en Estados Unidos durante cuarenta años y, tras jubilarme, vine aquí a vivir. Al poco, necesité un implante de cadera, y creo que la atención que recibí aquí fue mejor que la de Norteamérica.

–Sin embargo, muchos entienden que este ya no es el paraíso que fue.

–[D.L.] ¿Ha subido alguna vez en globo sobre Mallorca? Yo lo hice en Manacor, y la vista es fantástica: prácticamente todo cuanto se ve es virgen.

–[M. B.] El problema de la construcción en Mallorca no es por su volumen, sino por dónde se concentra. Sin embargo, esto ocurre en todo el mundo.

–Su asociación está abierta a personas de cualquier país con tal de que sepan hablar inglés, pero eso excluye a los españoles.

–[D.L.] ¡Yo soy española y hablo inglés! ¡Mire mi DNI!

–[M.B.] Ese es un problema frecuente para los hablantes de todas las lenguas mayoritarias. Yo sé decir 21 palabras en español, y no pierdo la esperanza de saber 22 el año que viene. Claro que eso es cada vez más difícil según uno va envejeciendo. [Risas.] Hay que entender que cuando se creó esta asociación, hace 26 años, a los recién llegados les resultaba difícil comunicarse en Mallorca. No era como hoy, que puedes encontrar una guía o cualquier libro en El Corte Inglés. Así, necesitaban que alguien les dijera dónde estaban los hospitales, las escuelas... Hoy hacemos colectas para hospitales como el de Son Dureta.