Maria Antònia Munar, con fama de política tardona, llegó ayer al TSJB con diez minutos de antelación a su cita, a las diez de la mañana. La presidenta del Parlament arribó en su coche oficial, un Audi negro, y aparcó junto a la puerta del Palacio de Justicia, repleta de policías, periodistas y manifestantes.

Un fuerte cordón policial protegió a la segunda autoridad de Balears. Munar saludó con la mano a la prensa y a la cúpula de su partido, que ayer cerró filas en torno a su líder imputada. La presidenta honoraria de UM tuvo que soportar un alud de pitadas, graves insultos a su persona y peticiones de dimisión.

En las puertas de Can Berga dos pequeños grupos de manifestantes, unos del Círculo Balear y otros de Esquerra Unida, exteriorizaron a gritos y con carteles de una Munar bigotuda su frustración contra la corrupción. La presidenta del Parlament reaccionó lanzando un beso a la calle, gesto que hizo arreciar los gritos de los manifestantes y los aplausos de sus correligionarios.

La insigne imputada llegó a Can Berga con un traje negro, zapatos y bolso big-size a juego y, pese al veranillo de San Martín, una bufanda blanca.

Munar tardó dos horas en declarar y otra en repasar y corregir su deposición, un tiempo excesivamente largo para lo habitual. Después, una nube de periodistas con micrófonos y cámaras esperaron, durante 20 minutos, la salida de la diputada, que había anunciado declaraciones. Munar cambió de criterio. No quiso hablar en la puerta del TSJB y citó a la prensa en su feudo del Parlament. Salió, como algunos toreros, entre pitos y aplausos.