La Segunda Guerra Mundial dejó numerosas huellas en Mallorca, a pesar de ser un territorio neutral. Un grupo de 92 marineros italianos, náufragos del mayor buque de guerra de su país, vivió durante tres meses en las dependencias militares del Port de Sóller. Se refugiaron en la isla porque tenían miedo de volver a Italia por si la ha­­bían invadido. También huían de los nazis alemanes, que dominaban gran parte de Europa. Llegaron a Pollença la mañana del 10 de septiembre de 1943. ¿Pero, qué les obligó a refugiarse en el archipiélago?

En Italia, Mussolini fue derrocado en julio de 1943. Pietro Badoglio asumió el nuevo gobierno. Rompió con el nazismo, declaró la guerra al III Reich y pasó a colaborar con las Fuerzas Aliadas. Como señal de cooperación, la Marina italiana entregó todas sus fuerzas a los aliados. Pero los navíos nunca llegaron a su destino.

Por el camino –entre Córcega y Cerdeña– se toparon con la aviación alemana, que no titubeó al bombardear el buque insignia enemigo, el acorazado Regia Nave Roma. Un misil teledirigido estalló en el arsenal del barco que se hundió enseguida.

En el Roma había 2.021 tripulantes, de los cuales murieron 1.393. Los 628 supervivientes fueron recogidos por los otros navíos que le acompañaban. Los capitanes de la Armada vieron minada su moral tras el ataque al "Titanic italiano". El acorazado Roma era la mayor nave que componía la flota de la "República de Badoglio" –pesaba 41.000 toneladas– y lo acababan de hundir con una facilidad pasmosa. Por ello decidieron huir a España y salvar sus vidas.

Allí entraron en juego las Balears. De los siete barcos restantes, cuatro partieron hacia Maó y los otros tres hacia Pollença. Estos tres últimos se llamaban Orsa, Pegaso e Impetuoso. El Orsa se quedó sin combustible y la Armada española lo remolcó a Palma. Los otros dos llegaron a Pollença y la propia tripulación los explotó y los hundió para que otros ejércitos no les robaran la nave. Sólo del Roma había 92 tripulantes en Mallorca. Las normas internacionales en tiempo de guerra provocaron que trataran a los militares como prisioneros. Les llevaron a la base militar de Alcúdia de forma provisional, aunque su destino final fueron las dependencias del Port de Sóller, adonde llegaron el 24 de septiembre de 1943.

La historia de Mario de Marchi

Uno de los supervivientes del acorazado Roma que llegó a Mallorca fue Mario de Marchi. Nació en Candiana, un pequeño pueblo de la provincia de Padua y se alistó en la escuela de la Marina de Venecia con 19 años. Se formó como mecánico y fue destinado a la joya de los buques italiano, la Regia Nave Roma. Allí conoció a Luigi Ghersi y Angelo Zavattoni, quienes serían dos de sus mejores amigos durante su estancia forzosa en Mallorca.

Los marineros italianos pasaron tres meses y medio viviendo en la base militar del Port de Sóller. Aunque estaban allí encerrados, nunca les trataron como prisioneros de guerra o criminales. Con el tiempo, las tropas españolas les dieron bastantes libertades. Su única obligación era que siempre tenían que pernoctar en las habitaciones del cuartel. Su hora límite era el paso del último tranvía, más o menos a la caída del Sol, hacia las seis de la tarde.

Sin embargo, las mañanas las aprovechaban intensamente. Las tropas italianas se relacionaban con los sollerics a diario. Mario de Marchi acudía con sus dos amigos a un bar del Port. Allí conoció al patriarca de la familia Bennàssar. Mario, Luigi y Angelo solían comer en la casa de los Bennàssar. En la base militar no les sobraba la comida (y menos por aquel entonces). Algo que recordaba Mario a menudo eran los boniatos que les daban para cenar en la base militar.

En cambio, en casa de los Bennàssar había algo más de variedad en el plato. Mario iba tan a menudo a visitar a su amigo de Sóller, que se acabó enamorando de la hija de la familia –aunque a escondidas de su padre–. Pero llegó el día en que Mario, sus 91 compañeros del Roma y todos los otros marineros que estaban en el Port de Sóller tuvieron que abandonar la isla.

El Ejército franquista les trasladó a Caldes de la Malavella (Girona). Allí vivieron a todo lujo. En vez de estar en una residencia militar, se hospedaron en los hoteles-balneario Prats y Vichy Catalán. Los náufragos del acorazado Roma estuvieron allí hasta julio de 1944. Mario siguió carteándose con su amada de Sóller aunque de cada vez la correspondencia era más escasa… hasta que fue inexistente.

Mario fue repatriado a Italia en julio y continuó trabajando para la Marina de su país. Años más tarde se casó con una joven de su pueblo y tuvo tres hijos, pero la historia de amor con la sollerica aún no se había extinguido.

La mujer de Mario de Marchi falleció. Él comenzó a buscar una nueva madre para sus retoños y se acordó de aquella joven mallorquina. Volvieron a comunicarse por correspondencia y tal fue el idilio que contrajeron matrimonio. Pasado un tiempo, Mario vino a vivir a la isla con sus hijos. Se segundo matrimonio acabó en divorcio después de seis años y él murió en 1980, siendo el único superviviente del Roma que vino a vivir a la isla donde estuvo cautivo.

El próximo 9 de septiembre se cumplieron 66 años del hundimiento del acorazado Roma. Los tres hijos de Mario siguen en Mallorca y recuerdan la odisea de su padre. Uno de ellos es Bruno de Marchi, quien ha investigado en profundidad acerca de este suceso. Este profesor de instituto, relator de esta historia, sigue indagando en busca del rastro mallorquín del Titanic italiano.