En los tres años transcurridos desde que el bicondenado Eugenio Hidalgo salió esposado del ayuntamiento de Andratx, la historia de Mallorca recomienza cada semana. Con su presidencia más hundida que resquebrajada, Rosa Estarás ha disfrazado de capítulo de House la ceremonia de su autodestitución. En un alarde sin precedentes en la política española, su fuga adquirió ribetes melodramáticos de parte médico habitual, con lo cual frustraba su voluntad de adoptar una última decisión orgullosa y noble. No es una víctima, es una aprovechada con un blindaje de acero bruselense.

En un hallazgo que tendrá ocupados a los investigadores médicos, ayer se reveló que la corrupción desatada en el seno de un partido provoca arritmias y desórdenes en el tiroides de sus dirigentes. Rajoy deberá sumar, a las acusaciones rutinarias de tortura, el deterioro que policías y fiscales están causando en la salud de sus huestes. De ahí a una sospecha de envenenamiento a cargo de Rubalcaba sólo va un paso, a falta de saber si las cortinas de humo ocultarán que el PP balear ha conseguido que sea imputado penalmente hasta su jefe de prensa.

Estarás se marcha en el momento en que ha logrado odiar a sus compañeros de partido tanto como ellos la odian. A la hora de redimirse de sí misma con un desenlace inevitable, ha transformado su intempestiva dejación de responsabilidades presidenciales en un nuevo escándalo. Todos los males del PP balear son autoinfligidos, empezando con el extraño vértigo por apoderarse de los dineros públicos que incubó esa formación entre 2003 y 2007.

Aceptando el historial clínico de Rosa Estarás como desencadenante de su eyección de la presidencia que nunca ejerció, los mismos médicos que le aconsejaron un alivio de su estresante agenda, la disuadirán de que mantenga el atropellado ritmo de viajes de una eurodiputada. Una media de cuatro vuelos mensuales Palma-Bruselas-Palma, amén de los desplazamientos a Africa que le impondrá su destino en el Parlamento Europeo, suponen un innecesario derroche de fuerzas para una persona agobiada por sus indicadores sanitarios.

Los síntomas en que se escudó Estarás deben animarla a abandonar el acta de eurodiputada, para retomar la ascética vida mediterránea a la que aspiran los bárbaros del Norte. De paso, si cede el fuero podrá atender a las acusaciones de haber firmado actas falsificadas en torno al Palma Arena, según declaró un día antes su secretario general en sede judicial. Pocas veces un acto jurídico habrá desencadenado efectos más fulminantes que un diagnóstico médico.

Se llama líder político a una persona en la que los ciudadanos confían más que en sí mismos. Estarás no ha corrido nunca peligro de verse inmersa en la categoría del liderazgo. Cañellas es lo más próximo que ha dado la derecha balear a ese enunciado, en cuanto que su crédito personal superaba a cualquier afinidad doctrinal. Sin embargo, el primer president de la Comunidad no sólo es culpable de la exaltación de la ayer dimitida y de Matas –"el mayor error de mi vida"–. Sobre todo, cabe asignarle la decapitación de Cristòfol Soler, donde el PP tuvo la oportunidad de contar con un Núñez Feijoo antes de tiempo.

El efecto de la fuga de Estarás sobre las perspectivas del PP es más fácil de analizar en sentido contrario. Su permanencia en el cartel garantizaba las opciones de la izquierda anodina, que lleva dos años contemplando parsimoniosa desde el Consolat la disolución del partido que fue hegemónico en Balears. La vicepresidenta de Matas había invertido ese mismo plazo en divorciarse de su número uno. Ya es curioso que las patologías se hayan derrumbado sobre su cuerpo el mismo día en que la acusan de haberse alternado con el ex president en la rúbrica de actas falsificadas del Palma Arena. Del mismo modo que presidía Bitel cuando desde ahí se desviaban los correos de la oposición al Consolat. O que recibía a su nombre los informes sobre el voto emigrante en Argentina.

Contra los lamentos de Rajoy, el PP balear no ha de temer tanto a la justicia como a la desengañada irritación de sus votantes. Su jerarquía ha logrado escandalizar a la mayor masa acrítica con la que soñó jamás una formación política, estupefacta al comprobar cómo la dedicación exclusiva a las tropelías degeneraba el partido y conllevaba la pérdida de todas las instituciones de Balears. No sólo ha incumplido el articulado completo del Código Penal –con incursiones en la corrupción de menores ya condenadas y por juzgar–, sino que ha agotado el catálogo de pecados capitales y está dando buena cuenta de los Mandamientos.

Estarás ha proclamado un sucesor accidental, pero José Ramón Bauzá sólo merece hoy el párrafo final y apresurado en cualquier retrato de su predecesora. La primera prueba de idoneidad que debe aportar es un chequeo médico.